Algunas consideraciones sobre la fiebre por las tierras en la Península Ibérica. Por Juan Vilar Hernández.

Algunas consideraciones sobre la fiebre por las tierras en la Península Ibérica. Por Juan Vilar Hernández.

Por Juan Vilar Hernández. Analista agronómico internacional y consultor. *

La tierra tiene una superficie total de 510 millones de kilómetros cuadrados, un 71% es agua y el restante 29%, tierra; es decir, la tierra cultivable en el Planeta tiene una superficie máxima de 148 Mkm2 o, dicho de otro modo, el máximo potencial agronómico de la tierra en superficie son esos 15.000 millones de hectáreas.

De todas ellas, 11.000 millones ya están siendo usadas como tierra cultivada o, expresado de otro modo, las tres cuartas partes de la tierra cultivable es ya de cultivo. A su vez, de toda la tierra que se cultiva, el 20% es de regadío y el 80% restante, de secano. Todo ello debido a que el agua potable accesible solo supone el 3% del total de agua contenida en el Planeta, y de ésta, más del 70% se usa en agricultura.

Por lo tanto, la tierra cultivable es un bien escaso y valioso, sobre todo si ésta posee agua. No en vano, y en términos genéricos y anecdóticos, el astrofísico Greg Laughlin, de la Universidad de California, estableció que el valor total del Planeta es de 5 cuatrillones de euros.

 

Entrando más al detalle, la tierra cultivable en el Planeta no supone ni tan siquiera el 4% del total de la superficie plena, mientras que tan solo, aun sin ser explotada, queda menos del 0,8% de esos 510 Mkm2, siquiera una superficie algo mayor que la India.

En el Planeta residen ya más de 8.000 millones de personas, de las cuales el 40% dispone de agua de forma escasa, mientras que otros 900 millones no tienen acceso a la misma y algo más de esa cantidad de personas sufren actualmente desnutrición crónica.

Todo ello, teniendo en cuenta que el 99,7% de las calorías ingeridas por los habitantes de la Tierra, proceden de la agricultura y la ganadería, ha hecho que la demanda de tierras para el cultivo agrícola en el mundo se haya disparado.

Esto se pone de manifiesto en la constante adquisición de explotaciones agrarias por parte de empresarios procedentes de otros sectores, como es el caso de Bill Gates, quien atesora más de 300.000 hectáreas de tierra cultivable en 19 Estados diferentes; John Malone, presidente de Liberty, ostenta 900.000 ha o Ted Turner, fundador de la CNN, 600.000 hectáreas.

Esta fuerte demanda por la tierra de cultivo explica también que en la actualidad haya en la Península Ibérica más de 900 fondos de inversión que atesoran superficie cultivable por valor de más de 100.000 millones de euros, sin incluir a las family offices (plataformas de inversión encargadas de gestionar el patrimonio familiar) ni a agricultores tradicionales.

¿Pero por qué España y Portugal son objeto de esta demanda de tierras?

En primer lugar, una de las razones son la estabilidad social, económica y política que existe en España y Portugal. Otro de los motivos es estar cerca o inmerso en los habituales mercados de influencia, especialmente nos referimos a Europa y Asia, continentes que demandan algo más del 70% de los alimentos que se consumen en el Planeta.

Un factor que no debemos de olvidar es el precio de la tierra en la Península Ibérica. Por ejemplo, en Estados Unidos, tomando California como Estado parecido a la idiosincrasia peninsular, el valor medio de la tierra de cultivo por hectárea oscila entre 50.000 y 60.000 euros en regadío y entre 26.000 y 35.000 euros en secano.

Si nos referimos a Europa, en Países Bajos se llegan a pagar hasta 85.000 € por hectárea de tierra de calidad en regadío, algo parecido a lo que sucede en Italia, con 65.000 €/ha, o Francia donde, en casos excepcionales, se ha llegado a pagar hasta un millón de euros por una hectárea de viñedo en la región de Champagne, aunque lo habitual son unos 55.000 €/ha en las explotaciones con tierras de alta calidad. Igualmente, en Irlanda y Luxemburgo cuentan con tendencias similares, de 60.000 y 55.000 €/ha, respectivamente.

España y Portugal, por la idiosincrasia de su localización, riqueza de territorios, y diversas naturalezas climatológicas, atesoran toda una riqueza en modos, formas de cultivo, especies y variedades (olivar, almendro, pistacho, avellano, aguacate, frutos rojos, nogal, cítricos, viñedo, hortalizas bajo plástico y a la intemperie, etc.), tanto en secano, como en regadío, y todo ello en un ámbito geográfico demandado y deseado.

En definitiva, aunque en España y Portugal, dependiendo de determinados cultivos, y de forma excepcional, se hayan pagado más de 500.000 € por una hectárea de cultivo bajo plástico; unos 140.000 €/ha de aguacate o 95.000 €/ha en viñedo de regadío, el precio habitual de una hectárea de tierra de cultivo en regadío estaría entre 35.000 y 50.000 euros y en secano, entre 19.000 y 25.000 euros, valores mucho más bajos que los analizados para otros países, con lo cual el valor patrón aun es seguro y, además, en el ámbito de la rentabilidad, dependiendo del cultivo, todavía es posible conseguir rentas netas de dos dígitos porcentuales.

Por lo tanto, la demanda de tierras en la Península Ibérica no se encuentra sumida en una burbuja y, lo que es más importante, ostenta todavía un gran recorrido de crecimiento, teniendo en cuenta las tendencias observadas en la actualidad en otros países, influenciadas por la situación estructural del suministro mundial de alimentos y el previsible crecimiento de la población en el Planeta.

*Juan Vilar Hernández es analista agronómico internacional, y consultor. Doctor en Ciencias Económicas, profesor permanente de la Universidad de Jaén, director del MBA oleícola de la Universidad de Jaén y profesor invitado en San Telmo Business School. Consejero de Caja Rural de Jaén y miembro del Consejo Social de la Universidad de Jaén, además de miembro del Instituto Universitario de Investigación en Olivar y Aceites de Oliva y de la Cátedra Caja Rural de Economía, Comercialización y Cooperativismo Oleícola, ambos de la Universidad de Jaén, y del Aula universitaria Oleícola Innova, Universidad Internacional de Andalucía. También es agricultor.

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