Esta es una carta que trata de animar a los partidos políticos que se presenten a las nuevas elecciones –si estas ocurren– para que preparen sus programas agrarios, los expongan ante la opinión pública y ayuden con ello a decidir el voto rural.
La agricultura y el medio rural en las próximas elecciones. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por JAIME LAMO DE ESPINOSA. Director de Vida Rural.
Querido lector:
Cuando escribo estas líneas todavía seguimos en esta etapa de indefinición política en la que estamos sumidos desde las pasadas elecciones generales del 20 de diciembre. Por eso, cuando tengas lector esta revista entre tus manos, habrán transcurrido ya cuatro meses y seguiremos con un Gobierno en funciones y sin un Gobierno nuevo para la nueva legislatura.
Es la primera vez que esto nos ocurre y, a mi juicio, demuestra que algún cambio debería introducirse en nuestra Constitución para que estos periodos de indefinición e interinidad no vuelvan a producirse. Tal vez la famosa formula francesa del ballotage, consistente en celebrar nuevas elecciones a las dos o tres semanas de la primera, si ésta no genera una mayoría suficiente de Gobierno, tan solo entre los dos partidos más votados, podría ser considerado.
Pero no es ese el objeto de esta Carta, muy al contrario, quisiera mantenerla en el ámbito de lo que es propio de esta revista: el mundo rural y agroalimentario. Pero, conectado, eso sí, con el tema electoral. En estas fechas casi todos los analistas de los medios de comunicación aventuran que, lo más probable, es que se celebren nuevas elecciones el 26 de junio, que deberán ser convocadas como muy tarde el 3 de mayo. Si eso fuera así, deberíamos encontrarnos con nuevas listas de candidatos, con igual número de partidos o, tal vez, algunos más o alguno menos, frutos de nueva creación o por integración de otros existentes, y, sin duda, con nuevos programas.
Pienso que el tiempo transcurrido ha debido enseñar a los diferentes partidos que los ciudadanos esperamos de ellos precisiones sobre lo que atañe a nuestras vidas cotidianas. Todos querríamos saber más sobre las políticas que cada partido presenta, políticas en materia de salud, educación, empleo, ingresos y gastos autonómicos, déficit, deuda, energía, industria, autónomos, etc. etc. Y, por descontado, agricultura y vida rural.
En los programas de los diferentes partidos de las últimas elecciones hubo escasas menciones o referencias a su visión agraria. Y en los papeles que hemos conocido durante estos cuatro meses, procedentes de pactos entre unos u otros partidos, y en los debates habidos en el Congreso o en diferentes presencias de los principales líderes en medios televisivos, casi no ha habido referencia alguna a estos temas. Diciéndolo de otro modo, la agricultura y el medio rural han estado ausentes.
Ni que decir tiene que esto no había ocurrido nunca, de tratarse de unas elecciones en Francia o en Reino Unido. En este último país y con ocasión de los debates que ya se han iniciado sobre su eventual salida, o no, de la Unión Europea –el llamado Brexit– se habla, y mucho, de la Política Agrícola Común (PAC) y de la importancia que para la agricultura y ganadería tendría en el Reino Unido estar fuera del territorio comunitario. Pues bien parecería lógico que los partidos se preocupen en España de su agricultura y su vida rural, que sus programas integren aquellas medidas que puedan hacer más fácil la vida de todos aquellos que con su esfuerzo construyen día a día nuestra alimentación y que han convertido al sector en una gran potencia exportadora con una balanza comercial extraordinariamente positiva.
Es verdad que nuestra población rural no es muy numerosa, comprende a unos 6.700 municipios con algo más de 8 millones de personas, pero abarca el 90% del territorio. Algunas comunidades autónomas (Asturias, Galicia, Castilla y León, Aragón y Extremadura) pierden población rural a ritmos muy acelerados. Y son zonas marcadas por el declive de una población altamente envejecida. Muchos municipios rurales están hoy abandonados.
Y nuestra población activa agraria tampoco es grande, pero alcanza dos dígitos en municipios grandes de zonas rurales notables. Y esa población activa, asalariados o propietarios agrícolas de toda España, grandes o medianos o pequeños, espera con sumo interés la respuesta que cada partido político pueda dar a sus problemas. Es decir la política agraria propia, no comunitaria, que cada partido propone.
Porque una parte de esa política nos llega desde Bruselas; cierto, es la famosa y controvertida PAC. Pero hay un enorme margen de maniobra para las políticas propias, nazcan éstas en el Gobierno central o en los autonómicos.
Desde los inputs al consumidor hay una extensa cadena de valor donde cabe ayudar sin gravar las intervenciones –para eso ya hemos pasado la nueva PAC o la estamos pasando– auxiliar a la actividad agraria sin agobiar a los agentes activos con más y más burocracia, potenciar la I+D+i para ser más competitivos fuera y dentro de nuestras fronteras europeas.
Y hay que pensar en lo que piensan nuestros agricultores. Muchos piensan que para hacer una agricultura más eficiente y competitiva sería necesario una reducción en los costes de la energía cuyos precios tanto han crecido en los últimos años, habría que facilitar la instalación de placas solares para el autoconsumo sin que haya que pagar tarifas energéticas de ningún tipo, habría que facilitar al máximo la expansión de las superficies regadas sea con aguas subterráneas o superficiales; habría que incentivar el turismo rural, la caza, la pesca, el ocio y la sabrosa y variada gastronomía rural española para tantos urbanitas deseosos de cambiar el coche y el asfalto por los pinos, las sombras y los arroyos.
En suma, esta es una carta que trata de animar a los partidos políticos que se presenten a las nuevas elecciones –si estas ocurren– para que preparen sus programas agrarios, los expongan ante la opinión pública y ayuden con ello a decidir el voto rural –que no es escaso y en muchas ocasiones es decisivo por la Ley d’Hont– de modo racional y no por otras razones.
Con un cordial saludo