El uso de agua para riego se ha reducido alrededor de un 14% de media al año, al pasar de un consumo total de casi 17.000 hectómetros cúbicos a aproximadamente 14.500 Hm3 anuales en la actualidad.
El uso de agua para riego se ha reducido un 14% al año por la modernización y transformación de superficies
Se trata de un porcentaje de reducción que, en muchas zonas regables, es superior al 25% según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) recogidos por la Federación Nacional de Regantes (Fenacore), con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente.
La Federación atribuye este descenso al proceso de modernización de regadíos que han llevado a cabo los regantes en colaboración con las administraciones públicas, impulsando la transformación de los tradicionales riegos de superficie en sistemas de goteo, que ya representan más del 49% del total de la superficie regada, lo que sitúa a España como referente internacional en ahorro de agua.
Ciertamente, esta colaboración público-privada representa un giro de 180 grados a la hora de gestionar un recurso tan escaso como el agua, al representar en términos de volumen una reducción de más de 2.360 hectómetros cúbicos anuales, con los que se podrían llenar alrededor de 100.000 piscinas olímpicas.
Estas cifras desmontan la imagen que determinados sectores de la sociedad tratan de transmitir a la opinión pública acerca de la gestión y uso que los regantes realizan del agua en España, tildándoles de despilfarradores y pidiendo alternativas al regadío intensivo.
En este sentido, si tal y como indican organizaciones internacionales como la FAO, para 2050 la agricultura tendrá que elevar la producción un 60% y un 100% en los países en vías de desarrollo, esto sólo será posible con el regadío que, aunque sólo representa el 15% de la superficie agraria útil, aporta el 60% de la producción final, ya que produce hasta seis veces más que el secano.
Una actividad que beneficia el medio ambiente
Además, la agricultura de regadío ejerce toda una serie de externalidades positivas sobre el medio ambiente, a través de la aportación de oxígeno a la atmósfera, de la reducción de la erosión y desertización del suelo o de la actuación de los cultivos como auténticos sumideros de CO2 atmosférico, teniendo en cuenta que en Europa esta biomasa absorbe alrededor de un 12% del CO2 que las industrias emiten.
Según el presidente de Fenacore, Andrés del Campo, “los agricultores somos los primeros interesados en la conservación y el cuidado del medio ambiente. Se puede decir que somos los mayores ecologistas del planeta, por la sencilla razón de que vivimos del medio natural y en el medio natural. Por lo que, de su conservación depende el modus vivendi de nuestros descendientes, que son las generaciones futuras».