Donato Fernández Navarrete*
El Brexit, una gran oportunidad para consolidar la UE
Donato Fernández Navarrete*
Aprovechando la grave crisis que atraviesa la Unión Europea, el primer ministro del Reino Unido (RU), el conservador David Cameron, ha convocado un referendo para el próximo 23 de junio sobre la permeancia de su país en la Unión. Y lo ha hecho con el convencimiento interno –tras las concesiones obtenidas- de que triunfará el sí; pero de hacerlo el no, que sería lo deseable para el bien de la Unión, dicho Estado debería abandonarla. Es lo que se conoce como Brexit.
En muchas ocasiones se aprovechan las crisis para obtener algún beneficio que en circunstancias normales no se lograría. Es lo que ha hecho el RU con la convocatoria de dicho referendo con el convencimiento de que triunfará el sí porque bajo ningún concepto le interesa abandonar la Unión. Valiéndose del estado comatoso en que se encuentra la Unión desde hace años, ha sumado un nuevo problema (un auténtico chantaje) a los muchos y graves que ya acumula: la mal cerrada crisis económica, el conflicto ruso-ucraniano, o esa indignidad humana que está cometiendo la Unión con los refugiados del Próximo Oriente.
Tras más de cuarenta años como miembro de la Unión (desde 1973), el RU, con su permanente obstrucción en casi todo, ha demostrado de forma inequívoca que es un socio insolidario que nunca debió entrar. Hay que darle la razón a un consumado antifederalista como fue el presidente de la República Francesa, Ch. De Gaulle, quien vetó en dos ocasiones (1963 y 1967) dicha entrada en las entonces Comunidades Europeas por considerar –entre otras muchas razones- su escaso espíritu europeo. (…)
Dos años después de su ingreso, el gobierno laborista de Harold Wilson ya sometió a referéndum la permanencia del Reino Unido en las Comunidades, por ser contrario a dicha integración y sobre todo por considerar que la Política Agraria Común (PAC) era muy proteccionista, excesivamente costosa y escasamente favorecedora de los intereses británicos. El resultado del referendo, celebrado el 5 de junio de 1975, fue favorable a la continuidad. Con la llegada de Margaret Thatcher al poder en 1979, además de hacer amplio uso del nefasto Compromiso de Luxemburgo (crisis de la silla vacía) que había impuesto De Gaulle, el RU consiguió ver cumplida la vieja reivindicación contra la PAC obteniendo, en 1984, un importante retorno anual de su contribución al presupuesto común: es el denominado cheque británico –aun vigente-, uno de los actos más graves permitidos por la Unión contra la pretendida política de solidaridad entre sus miembros.
Con la obtención del cheque británico, la Sra. Thatcher descubrió un hábil procedimiento de negociación con la UE que el RU ha seguido desde entonces: aceptar inicialmente lo que sea necesario y después renegociarlo. Se lo aconsejó a Felipe González para desatascar las negociaciones del ingreso de España en la UE. Y fue seguido a pesar de las críticas que cosechó en España. (…)
El 10 de noviembre de 2015, el Primer Ministro del RU, David Cameron, dirigió una carta al Presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en la que le planteaba cuatro aéreas de reforma de mucho calado para defender la permanencia del RU en la Unión en el referendo que iba a convocar sobre la cuestión. Las mencionadas cuatro áreas (y sus contenidos sintéticos) son los siguientes:
– Gobernanza económica. Las reformas que en este área exige el RU, son, básicamente, las siguientes: que los tratados garanticen lo no discriminación en los negocios entre los Estados eurozona y los que mantengan la moneda propia; que la unión bancaria sea voluntaria para los Estados que no forman parte del euro; que los contribuyentes de los países no euro nunca sean financieramente responsables de las operaciones de apoyo a la zona euro; que tanto la estabilidad financiera como la supervisión bancaria de los Estados no euro, sean competencias exclusivas de las instituciones nacionales –caso del Banco de Inglaterra-; y que los problemas generales que afectan a todos los Estados miembros deben ser discutidas y decididas por todos ellos.
– Competitividad. Con el fin de incrementar la competitividad y la productividad en la UE, el RU solicita reducir los costes derivados del mercado interior que recaen sobre los agentes económicos. Ello exige reducir la legislación innecesaria, al tiempo que solicita reforzar el mercado único digital y la unión de los mercados de capitales. Asimismo, el RU apoya los acuerdos comerciales de la Unión con las principales áreas del mundo: Estados Unidos, China, Japón y la ASEAN.
-Soberanía. El RU exige que sea reconocido legalmente que no tiene la obligación de vincularse en favor de una «unión cada vez más estrecha», tal como se establece en el segundo párrafo del art. 1 del Tratado de la Unión Europea (TUE); que se refuerce el papel de los parlamentos nacionales de manera que un grupo de ellos, actuando conjuntamente, puedan bloquear cualquier propuesta legislativa de la Unión; que el principio de subsidiariedad se aclare y se aplique plenamente; y que en las propuestas de la Unión sobre seguridad nacional -que es responsabilidad exclusiva de los Estados miembros- que se ocupen de asuntos de justicia e interior, el RU pueda decidir entre participar o no.
– Inmigración. Debido a la creciente inmigración que soporta el RU, éste propone controlar la libre circulación de las personas provenientes del resto de la Unión (y por supuesto la externa, sobre la que tiene competencia propia), acabar con los falsos matrimonios y prevenir la delincuencia. Exige reducir los beneficios que actualmente disfrutan los inmigrantes de otros Estados miembros, de manera que, para hacerlos efectivos, tales inmigrantes habrán de cotizar durante cuatro años para poder acceder tanto a las prestaciones sociales como por vivienda; asimismo solicita poner fin a la práctica de subsidiar a los familiares que residan en otro Estado miembro. Y en el supuesto de ampliación de la UE a otros Estados, que la libre circulación de las personas sea restringida hasta que los nuevos miembros hayan convergido económicamente en grado suficiente con la media de la Unión.
Las respuestas del Consejo Europeo a las reaccionarias demandas del RU (vergonzosamente aceptadas en su totalidad), se produjeron en su reunión de Bruselas de los días 18 y 19 de febrero de 2016. Se contienen en la Decisión del Consejo Europeo, relativa a un nuevo régimen para el Reino Unido en la Unión Europea. Se aceptan porque, dice la Decisión, son plenamente compatibles con los tratados y una buena parte de las mismas ya son contempladas por éstos. Y lo que no lo estén, los demás Estados e instituciones de la Unión están dispuestos a forzar los tratados hasta el límite que sea necesario para satisfacer las exigencias del RU. (…)
Si el resultado del referendo del 23 de junio de 2016 es favorable a la continuidad del RU en la Unión, se revisará el TUE para introducir en el mismo el régimen especial acordado: blindar legalmente y de forma permanente e irreversible la posición del RU en la UE. En contrapartida, dicho país no podrá impedir que los restantes socios continúen avanzando en el proceso de integración, y muy especialmente en lo relativo a la unión económica y monetaria.
Es obvio que con este régimen especial, el RU se desliga de todo compromiso futuro que pueda adquirir la Unión en su proceso de integración. Pero, y esto es lo realmente importante, seguirá presente en sus instituciones lo que le permitirá influir y compartir decisiones y controlar dicho proceso desde dentro.
Cabe preguntarse entonces el por qué este órdago a la Unión. Y la respuesta es simple: fue una promesa de Cameron para conseguir su reelección en 2015, conocedor, como era de que la táctica negociadora del RU le había dado muy buenos resultados en el pasado. (…)
Ya para concluir, resta decir que si en el próximo referendo triunfase el no –que sería lo más beneficioso para el futuro de la Unión-, el RU tendría que salir de la misma, lo cual le impediría continuar participando en sus instituciones y se convertiría en un país tercero; su principal opción para tener cierta presencia internacional, sería la de volver a la EFTA y desde allí negociar su entrada en el Espacio Económico Europeo (EEE), en el que ya participan Islandia, Liechtenstein y Noruega. De triunfar el sí, que es lo más probable, la Unión debería proseguir su camino al margen del RU y para lo cual lo más lógico sería negociar un nuevo tratado –a ser posible constitucional- para la Eurozona (abierto a los demás socios) dotándola de estructuras, instituciones y competencias propias, relegando el TUE, que recogería el estatuto especial británico, a un tratado menor.
Es obvio que el RU no tiene el más mínimo interés en abandonar la Unión. De hacerlo, sus consecuencias económicas y políticas serían imprevisibles: se produciría un grave descalabro económico –con cierta repercusión también en la Unión-, reduciría considerablemente su presencia internacional y se generaría una más que probable inestabilidad política que pondría en peligro su integridad como Estado. Pero con la continuidad del RU, la Unión Europea no irá a ninguna parte.
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