José Miguel Flavián. GM&Co*
Brexit: ¿Y ahora qué?
José Miguel Flavián. GM&Co*
Desde que a primeras horas de la madrugada del pasado 24 de junio se anunciara que el referéndum del Brexit se inclinaba por una ajustada victoria para los partidarios de irse, vivimos en el Reino Unido en una hoguera de San Juan continua. Después de más de 40 años de formar parte de las diversas formas que ha tomado la actual Unión Europea, la población de un país decidía romper estos lazos y afrontar en solitario como nación independiente los retos globales. La gran mayoría de analistas y “opinadores” no se esperaban un resultado así. A pesar de la tracción que había ganado el Brexit en las últimas semanas, se confiaba en que a la hora de votar los ciudadanos británicos no cuestionaran el status quo, y votaran quedarse, un poco por miedo a lo desconocido o por responsabilidad, o quién sabe por qué.
¿Y ahora qué? Pues esta es la gran cuestión. El referéndum ya se ha celebrado y el mandato es el que es. A pesar de los 65 millones de habitantes y un Producto Nacional Bruto de 2,6 billones de euros, no había un plan para gestionar esta decisión. Las instituciones británicas deben poner en marcha la maquinaria para llevarla a cabo, entre las turbulencias del mercado que se iniciaron el mismo viernes, y que parece que mientras escribo esto están remitiendo un poco, las demandas de la Unión Europea por poner en marcha el proceso oficial ya, y la crisis de liderazgo que viven los dos principales partidos británicos.
Mientras tanto, la población manifiesta su descontento con protestas en la calle, peticiones online de varios colores, e incluso, con un repunte en los incidentes xenófobos. Y el estamento político se manifiesta de forma contradictoria: el primer ministro que propuso el referéndum no quiere ser el responsable de ejecutar el mandato del pueblo, el Parlamento puede rebelarse y no aprobar el resultado del referéndum, e incluso alguno de los candidatos tories a liderar el partido habla de celebrar un nuevo referéndum. Por no hablar de la amenaza que se cierne sobre la integridad del Reino Unido como nación, y de algunas promesas realizadas por parte del Brexit y que los ganadores ya se han apresurado a desmentir o que les comprometan en nada (invertir el dinero que dejarán de pagar a Europa en la Seguridad Social, por ejemplo).
En este cocktail de realidad, cuentos de hadas y de todo es posible, la incertidumbre es total y, naturalmente, la actividad económica está frenándose. No se espera que antes de dos años haya mucha claridad sobre cuál será el escenario futuro y muchas empresas deciden esperar.
Entre las certezas está que si el Reino Unido quiere acogerse como desea al mercado único, tendrá que ceder en una de las principales reclamaciones del lado del Brexit, que es desvincularse del derecho a la libre circulación de personas, y poder así ejercer un control sobre sus fronteras que dicen que no tienen. Tanto si eligen por un modelo de relación como el que tiene Noruega con la Unión Europea, o como el que tiene Suiza, se alcanzaría un nivel similar al que se tiene ahora, con grandes áreas de legislación europea que se seguirían aplicando en UK (por ejemplo las que regulan la competencia), otras que se aplicarían a los productos que quieran vender en la Unión Europea, y en el caso Noruego, hasta está establecido que contribuyan al presupuesto europeo. Todo esto perdiendo la capacidad de influenciar que se tiene desde dentro de la Unión Europea y comprometiendo la libre importación y exportación de alimentos, que es algo que queda fuera de algunos de los marcos de relación establecidos.
La alternativa es un modelo de relación ad hoc que requiere de una negociación punto por punto, seguramente increíblemente más larga que el acogerse a uno de estos modelos, y por lo que se ha declarado desde Bruselas, no habrá libre circulación de bienes sin libre circulación de personas. Esta posibilidad de retomar el control de las relaciones internacionales y comerciales del país fue un punto importante de la campaña, pero que ahora también presenta algunos puntos débiles. Como se había hecho notar a lo largo de la campaña, el Reino Unido no cuenta con un número suficiente de personas formadas en este tipo de negociaciones y tendrá que ficharlos de otros países. Además, antes formaba parte de un mercado de 500 millones de consumidores, y ahora de 65, por lo que es de esperar que su poder de negociación sea muy inferior al que tenía como parte de la Unión Europea (aunque por ver algo positivo, seguramente será más adaptado a la economía del país).
Y naturalmente, el impacto en la agricultura y la ganadería puede llegar a ser tremendo. Algunos líderes del Brexit prometieron que se mantendría el nivel de subsidios que se da desde la Unión Europea, pero es una promesa electoral, no un plan con memoria económica. El Reino Unido no es autosuficiente en materia alimentaria, por lo que tendrá que seguir importando un gran volumen de alimentos y, además, vender sus excedentes a otros países, con lo que hasta que las reglas del juego no estén firmadas e implantadas no habrá la certidumbre y estabilidad que deseamos todos. * https://ukretail.wordpress.com/