Es además una actividad económica relevante en el medio rural. Genera, toda la cadena cinegética, casi 6.500 millones de euros (0,3% del PIB) al año y mantiene cerca de 180.000 familias, cifras que superan las de algunos subsectores agrarios notables. Es lástima que en las estadísticas del Mapama no aparezca con un renglón propio en el desglose de la PFA. Eso nos daría noticia regular de su importancia absoluta y relativa.
España, país privilegiado para la cinegética. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
En las últimas semanas se han producido unos hechos que nos obligan a reflexionar con frialdad y con ecuanimidad sobre una cuestión que se enjuicia demasiado desde el apasionamiento y la exageración. Me refiero en concreto a la caza. Y vaya por delante que quien esto firma no es cazador ni lo ha sido nunca.
A final de febrero el presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, se reunió con miembros de la Federación Nacional de Cazadores de Francia (esto sería rarísimo en España) y acordó medidas para fomentar la caza en su país. Es más, expresó su apoyo a los cazadores frente a las críticas recibidas por los colectivos animalistas.
Macron llegó a decir que apoyaba todas las modalidades de caza que se llevan a cabo en su país porque lo considera parte de la herencia del mismo. Incluso mostró su conformidad con la práctica de la caza con perros y por la caza de gansos, discutida recientemente en la Asamblea Nacional. Y parece que expresó su voluntad de retomar las llamadas “cacerías presidenciales” que practicaron siempre los presidentes de Francia, recibiendo así a invitados y distinguidos personajes extranjeros, lo que reforzaba una política de relación internacional de gran calado.
Poco después, a mediados de abril, un hijo del presidente Trump venía al Pirineo aragonés atraído por su notoriedad cinegética para cazar un trofeo de Capra Hispanica. Y simultáneamente miles de personas se han manifestado en España en defensa de la caza y pidiendo incluso que ésta sea declarada Patrimonio Cultural.
La razón de tales manifestaciones –más de cuarenta concentraciones y cerca de 100.000 cazadores en la calle– radica en la defensa de una forma de vida y una actividad económica de enorme importancia y relieve en una España que demográficamente avanza por un peligroso camino de vaciamiento rural; y la exigencia de que su actividad y ellos mismos como personas sean respetados y no objeto de insultos y amenazas en las redes sociales (o insociales).
En esta desdichada política de odio que se extiende en España por todos los ámbitos, reflejada en las agresiones, los insultos, las amenazas de muerte, etc., en las redes sociales, también han aparecido con fuerza las amenazas contra los cazadores. Se les quiere criminalizar. Y es lógico que se defiendan ante esa situación. Pero es que además, la realidad es bien distinta de como algunos quieren pintarla. Si no existieran los cazadores no existiría la caza, pero es que no existirían muchas de las especies que hoy son objeto de caza.
La población desconoce los beneficios que esta actividad aporta la naturaleza. Son ellos, los cazadores, los que defienden la naturaleza, cuidan la caza por su propio interés, sin duda, al igual que otros muchos cuidan sus viviendas, sus ganaderías o sus bosques por su propio interés, pero también por el interés general, de todos. Los cazadores son verdaderos ecologistas en acción.
Los animalistas pretenden expulsarlos de sus territorios sin darse cuenta de que, ese día, también habrán expulsado la caza que es una actividad ligada al campo y el control y la conservación del medio ambiente y habrán convertido a esos animales en otros de naturaleza bien diferente.
La caza además no es una actividad ilegal en España, está reglada, muy reglada, la ley es su máxima norma, sumamente exigente y detallista y en razón de ello los cazadores – 300.000 federados– tienen derecho, a cambio de su estricto cumplimiento, a disfrutar de una caza sostenible.
Es además una actividad económica relevante en el medio rural. Según un estudio de Artemisan esta actividad genera casi 6.500 millones de euros por año y mantiene unos 187.000 puestos de trabajo. En algo menos, más de 5.000 millones de euros al año lo cifra la Oficina Nacional de Caza, mientras que el Círculo Fortuny lo rebaja a 3.600 millones. España es un país privilegiado para la cinegética.
España es una potencia mundial de caza pues estas cifras superan las de algunos subsectores agrarios notables. Es lástima que en las estadísticas del Mapama no aparezca con un renglón propio en el desglose de la PFA. Eso nos daría noticia regular de su importancia absoluta y relativa. Invito al Ministerio a incluirla en sus próximas estimaciones anuales.
Por sectores hay que constatar los flujos de capturas por su valor cárnico, la actividad veterinaria, las armas y cartuchería, la taxidermia, las rehalas, las licencias federativas, la hostelería, las casas rurales, la gastronomía y enología, las guarderías, el transporte, la energía, etc., etc. No es un sector cualquiera y además buena parte de su actividad se desarrolla en zonas marginales o despobladas lo que ayuda a su mantenimiento.
Hay comunidades enteras que viven en buena medida de la caza, véanse las declaraciones que a tal efecto se leen habitualmente en la prensa castellano-manchega. Léase mi Carta del Director de junio de 2012, donde recogía las declaraciones de la consejera de Agricultura y Medio Ambiente de Castilla-La Mancha, María Luisa Soriano, para comprender claramente la trascendencia de las macromagnitudes cinegéticas en esa autonomía y la necesidad de protegerla y conservarla. La caza aportaba allí en esas fechas unos 600 millones de euros al año a su PFA y representaba casi un tercio del valor añadido bruto del sector FAO de la misma. Una industria “cinegética” potente como se ve.
Ha habido con este motivo declaraciones muy certeras explicando el porqué de la caza. Recogeré algunas: “defiendo la caza porque defiendo el equilibrio”; “los cazadores se encargan de la limpieza de los montes”; “muchos nos estigmatizan por pura ideología”, “puede frenar el avance de enfermedades”, etc., incluso “un exceso de población no regulada, de cualquier especie, acaba poniendo en peligro parte de la flora, incluidas plantas autóctonas”.
Es por ello que muchos veterinarios y muchos botánicos están a favor de la caza. Dejar crecer sin control una población de jabalíes es lanzarlos a la carretera, a las urbanizaciones, a los caminos y constituirlos en un peligro no solo para la agricultura, viñas, cereal o maíz, sino para los seres humanos.
Por favor, no entremos en esta espiral de odios y amenazas en la que está la sociedad española. Y no lo hagamos con la caza. Es una actividad económica como otras muchas, ayuda a la naturaleza y enriquece nuestras “zonas vacías” del territorio que cada día son más extensas y generan un problema de índole estructural gravísimo. Luchemos en favor, de la caza, no en su contra. Hay muchas razones para hacerlo.
Un cordial saludo