Las consecuencias sobre el comercio agroalimentario serán, creo yo, temporales, transitorias, acusarán durante un cierto tiempo la reducción del consumo chino y otros, pero se recuperará lentamente tan pronto como las drásticas medidas de control de la enfermedad surtan su efecto y mejore la capacidad de gasto familiar.
«España en estado de alarma». Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
España en “estado de alarma”. El “cisne negro” (Nassim Taleb) del coronavirus ha aparecido.Y la OMS, tarde, muy tarde, lo ha declarado como “pandemia global” que está cambiando la economía y poniendo en cuestión incluso esa globalidad. El futuro ya no es lo que era. Más de 200.000 contagiados y casi 8.000 muertos en 150 países de todo el mundo y más de 17.000 en España (a 19 de marzo, el 7 eran solo 441) con más de 767 muertos, son cifras muy alarmantes.
Hemos vivido viendo crecer a la economía china con gran intensidad y ese crecimiento ha cambiado la geopolítica planetaria. Europa era el 25% de la población mundial hace años y hoy es solo un 7%, mientras que Asia representa un 60%. Y en 2019, un tercio del crecimiento de la economía mundial lo originó China, frente al 11% de EE.UU o sólo el 4% de la UE. Dado que el epicentro del coronavirus está en China (aunque parece que controlado ya), desde allí ha irradiado hacia el resto del mundo no solo la enfermedad sino también el cambio en la riqueza de las naciones.
La OCDE pronostica ya una tasa de crecimiento mundial para este año del 1,4% si la epidemia se agrava. Y tal es el caso en Europa. Hace un mes el problema era China, Corea, etc. Luego, Italia, Alemania, enseguida Francia y España y hoy toda la UE está afectada. No solo en términos de salud sino también de economía y empleo. Las bolsas tiemblan, se desploman (llevamos ya varios lunes negros en Wall Street y en el Ibex 35), al igual que los precios del petróleo (-60%) en mínimos del 2003, o el VIX Index no visto desde Lehman, en tanto que repuntan el euro y el oro y la volatilidad crece.
El FMI acaba de advertir a España que la pandemia paralizará sus grandes motores, el turismo y el consumo con cierre de establecimientos, restaurantes, bares, tabernas, etc. Y la falta de componentes está paralizando el automóvil.
En enero, un informe del Ministerio de Economía señaló ya el golpe económico que se avecinaba. Pero se ignoró. Pedro Sánchez admitió tarde, tras permitir la manifestación del 8M, que el impacto sería “serio y contundente” (10 de marzo). Las decisiones de Lagarde, por el BCE, tampoco convencieron a nadie. Ni el FMI, ni la OMS, ni la Comisión Europea han dado señales de liderazgo político en esta emergencia. Mal, muy mal. Con un presente tan incierto, aumenta el temor a una recesión… se ve más cerca… está ahí.
Guy Sorman ha escrito que tenemos ya “el virus de la desglobalización”. Sí, sin duda es así en un mundo global donde las cadenas de producción ensamblaban bienes de equipo procedentes de todo lugar. El sector del automóvil y el textil, todo el manufacturero, son los ejemplos más significados. Y los bienes de consumo que circulaban de un hemisferio al otro sin ningún tipo de limitación ahora han reducido fuertemente su ritmo.
El turismo chino, que es el que más gasta, ya no existe, el de negocios desaparece. Se suspenden los grandes eventos, fútbol, Fallas, procesiones, Feria de Abril, reservas de Semana Santa, verano, etc. Ciudades turísticas están cerradas, vacías. Italia, acertadamente, ha cerrado su territorio y sus comercios a excepción de farmacias y comestibles. Y Alemania. Europa se blinda. También España después, mucho más tarde y parcialmente.
Y la recomendación universal es no salir de casa. Trump incluso ha cerrado EE.UU a los vuelos procedentes de Europa. Portugal ha declarado “estado de alerta” (12 de marzo). Y España el “estado de alarma” (15 de marzo), tarde, según todas las encuestas.
Aunque, por fin, el presidente anunció el pasado 17, un importante plan que movilizará 200.000 M€ y un presupuesto de “reconstrucción social y económico” con medidas para agilizar los ERTEs y asegurar la liquidez de las pymes. El Gobierno haría bien en revisar su cuadro macroeconómico. El déficit ya no importa. Las previsiones de gasto e ingresos y déficit para 2020 ya no son posibles ni creíbles. Y la inversión pública deberá crecer
Y es que todo ha cambiado brutalmente. Esta crisis está afectando duramente a China. Ha reducido su consumo de carbón y de acero respecto al pasado año en grandes proporciones, reduce su comercio con el resto del mundo, como demuestra la estiba y desestiba de nuestros grandes puertos. Se prevé, además, desabastecimiento por las empresas logísticas. Y está provocando allí y aquí, también en España, el vaciamiento de numerosos grandes centros de trabajo donde sus empleados son obligados al teletrabajo. (El teletrabajo ha llegado para quedarse, tome nota el sector inmobiliario de oficinas). Todo está cambiando. Y por eso empezaba escribiendo que “el futuro ya no es lo que era”.
Pero pasemos a la agricultura, pues China es el mayor importador mundial de alimentos. El Baltic Dry o Índice Báltico Seco, que mide los fletes de las mercancías secas (carbón, azúcar, cereales, metales, etc.) a través de 23 rutas marítimas (el 80% de todos los bienes y mercancías se transportan por barco), y que es un indicador anticipado de la recesión económica dado que el coste de los fletes viene condicionado sobre todo por la demanda previsible, se ha hundido a 411 (10.02) aunque ha remontado a 611 (13.03), cuando estaba en 2.500 en septiembre de 2019. Esto anticipa un fuerte parón del comercio.
Esta crisis será peor que la de 2008, sin duda, porque frente a aquella crisis financiera, esta muestra que hay una crisis de demanda unida a un stock de oferta causado por la paralización de centros productivos. La peor conjunción. Bien podría decirse aquello de ¡es la economía real, idiotas!
Por eso, los efectos de esta pandemia ya se están sintiendo en las cadenas alimentarias subsectoriales españolas y europeas, entre otras, con una mayor demanda de productos no perecederos (conservas y similares) y una sensible reducción del consumo de perecederos. Y aunque los mercados mundiales de los cuatro productos básicos, se verán menos afectados, pueden tener problemas por limitaciones de transporte y descarga (AMIS-FAO). Recordemos que en China viven más de 1.400 millones de habitantes que piden alimentos diariamente.
Parecía que en virtud del convenio entre EE.UU y China firmado en enero, se estimularían las compras chinas de alimentos, lo que tendría un positivo efecto sobre los precios agroalimentarios mundiales. Pero las numerosas restricciones al transporte y la caída del consumo de las grandes poblaciones, empezando por Wuhan, han transformado el panorama.
Respecto a China, hay que decir que España ocupa el cuarto lugar entre los exportadores agroalimentarios de la UE con 2.339 millones exportados. El 4% de nuestras exportaciones agroalimentarias tuvieron China como destino y el 3% de las importaciones procedieron de este país. Aquellas se basaron prioritariamente en carnes de porcino (allí sufren la peste porcina), despojos comestibles de bovino, porcino, ovino y caprino, que suman casi 1.500 M€, el 63,8% de nuestras exportaciones agroalimentarias a dicho país. Y también el vino, pues China es hoy el primer país del mundo consumidor de vino tinto, por delante de Francia. Y España exportó el pasado año 128 M€ en vino.
Por el contrario nuestras principales importaciones de China son moluscos, conservas de pescado, pescado fresco refrigerado o congelado y crustáceos que representan el 37,4% de nuestras importaciones. Es muy probable que nuestras ventas a aquella área se reduzcan por un proceso natural de caída del consumo allí y que las ventas de China en España lo hagan también por una cierta prevención sanitaria respecto al origen y la naturaleza de las mercancías que susciten cierto temor.
Pero esta situación es muy diversa a la de los mercados industriales y el turismo, fuertemente afectados mientras dure el impacto del coronavirus. (La supresión de ferias y fiestas está afectando, por ejemplo, muy, muy, gravemente a las ganaderías de lidia). Afortunadamente, las consecuencias sobre el comercio agroalimentario serán, creo yo, temporales, transitorias, acusarán durante un cierto tiempo la reducción del consumo chino y otros, pero se recuperarán lentamente tan pronto como las drásticas medidas de control de la enfermedad surtan su efecto y mejore la capacidad de gasto familiar, lo que parece está ya sucediendo en China donde la curva es ya asintótica. Habrá que seguir con mucha atención el comportamiento del Baltic Dry, que es el que mejor nos anticipará una recuperación del comercio mundial y de las tendencias económicas.
Una nota final, digna de destacar. El abastecimiento de nuestra población va a pasar por dos fases: una, la actual, donde la gente se sobreabastece por temor y, dos, otra donde las cifras de compra serán más bajas volviendo despacio a la normalidad. Pero es importante decir, que incluso en los momentos más álgidos, el abastecimiento ha estado asegurado. La agricultura, la IAA, la distribución, todo el SAA, toda la cadena, han mostrado su enorme potencia de fuego en este momento tan crítico de nuestra historia. El campo español, así hay que verlo, está exhibiendo su enorme dimensión económica, solidaria y vital en estos días. También habría que salir a los balcones a aplaudirles… creo yo.
Napoleón dijo que “Cuando China despierte, el mundo temblará”. Pues bien China despertó hace décadas pero ahora ha tosido fuerte y seco y el mundo ha comenzado a temblar. Veremos lo que dura aunque, tomemos nota, este virus ha venido, como tantos otros, para quedarse, y nos trae la recesión. Por eso el Gobierno debe olvidar el déficit excepcionalmente, (no hay que contar demasiado con la Comisión que tampoco está mostrando su capacidad de liderazgo) y adoptar medidas keynesianas, que están siendo ya demandadas hasta por los más liberales, si se quiere salir de esta recesión mundial pronto.
Ayer (18.3) Pedro Sánchez advirtió que “lo peor está por llegar” y SM El Rey nos dijo que “debemos dejar de lado nuestras diferencias y unirnos para superar esta grave situación”. Sigamos pues las instrucciones del Gobierno y vivamos animados por el espíritu de unión proclamado por Felipe VI.
Un cordial –y muy preocupado– saludo.