Por José Luís Gardón Gutiérrez. Presidente-Asociación de Veterinarios Titulares y Veterinarios de las Administraciones Públicas.
Un rayo de esperanza para la fiesta nacional. Por José Luis Gardón
Cuando hace poco leí el artículo publicado el 14 de abril en la Web de la AEMET titulado “Primeros indicios de correlación entre variables meteorológicas y propagación de la enfermedad covid19 y del virus SARS-CoV-2 en España”, elaborado por esta Agencia y el Instituto de Salud del Carlos III, en donde se había investigado la influencia de las variables meteorológicas y de la contaminación atmosférica en la incidencia y propagación de la enfermedad covid-19 y del virus SARS-CoV-2 en España, al ver que en sus resultados preliminares indicaban que, en nuestro país, el índice de afectación aumentaba a menor temperatura promedio y que la humedad del aire podía incidir en la propagación y transmisión de la enfermedad, principalmente en el sentido de que a altas temperaturas y a alta humedad se reducía significativamente la transmisión y propagación del virus, esbocé un rayo de esperanza para nuestra Fiesta Nacional, los toros.
Sé que los expertos, por ahora, son muy cautelosos sobre esta cuestión, pero pienso que en esta vida hay que abordar esta o cualquier crisis con optimismo para salir de la misma lo antes posible. Pienso que hay un pequeño atisbo de esperanza con respecto a la contención del nuevo coronavirus con la llegada del verano.
Creo que con el aumento en las horas de luz y por consiguiente, la radiación ultravioleta que recibimos, así como el calor, va a reducir el tiempo de supervivencia de este maldito virus en el medio ambiente, ayudando, por tanto, a detener esta enfermedad. Además, en verano, por efecto de las altas temperaturas, tendemos a pasar menos tiempo en espacios cerrados disminuyéndose, por tanto, la posibilidad de contagio.
Ahora, como no podía ser de otra forma, el deseo de todos es que esto termine lo antes posible ya que la paralización, entre otras, de la actividad taurina por la crisis sanitaria del coronavirus ha dejado al aficionado sin poder disfrutar de los grandes acontecimientos que le podía aguardar la temporada 2020 y la misma quedará en el recuerdo como una de las etapas más negras en la historia de la tauromaquia.
Esta paralización total del sector ha condenado a la ruina a todos los estamentos taurinos: empresarios, ganaderos, toreros y pequeñas pymes que viven también de esta industria como las fábricas de banderillas y puyas, las cuadras de caballos, los sastres taurinos y numerosos negocios más que tardarán en salir a flote.
También va a ser un mal recuerdo para los aficionados a los que, a su sed de toros después de un largo invierno, les va a suponer la frustración de haberse perdido los sucesos importantes que se esperaban en esta temporada. Al menos parece casi seguro que en 4 ó 5 meses esta actividad no podrá llevarse a cabo, aunque para septiembre todavía hay esperanzas, las mismas que albergan los profesionales y aficionados para que se pueda retomar dicha actividad.
Lo que está claro es que el país necesita recuperarse al cien por cien de esta crisis sanitaria, que el coronavirus desaparezca completamente y, cuando lo haga, la gente restablezca también la confianza para volver a ir a un recinto que congregue a miles y miles de personas. Ojala que el sol que ilumina España este verano con sus rayos ultravioletas pueda reanudar, más pronto que tarde, nuestra Fiesta Nacional, aunque es demasiado pronto para aventurarse y darlo por hecho pero como sanitario y aficionado a los toros lo primero es recuperarse y ya después de todo eso, que suenen los clarines y los timbales.