La Comisión Europea ha publicado un estudio externo sobre el futuro de la ganadería en la Unión Europea y cómo este sector puede contribuir a la sostenibilidad agraria.
Bruselas analiza en un estudio el futuro de la ganadería sostenible en la Unión Europea
Según Bruselas, el sector ganadero de la UE tiene consecuencias medioambientales, económicas y sociales de gran alcance, por lo que aumentar la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios requiere observar los tres ángulos, donde un enfoque sistémico es clave.
Así, destaca que el impacto ambiental del sector ganadero es significativo, tanto negativo, en términos de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), por ejemplo, como positivo, en lo que respecta al mantenimiento de pastizales permanentes, que beneficia la biodiversidad y representa un importante sumidero de carbono.
Si bien se ha hecho mucho énfasis en destacar la necesidad de reducir los impactos negativos, la CE considera que se puede hacer mucho más.
Estos son algunos de los aspectos clave del ‘ Estudio sobre el futuro de la ganadería de la UE: ¿Cómo contribuir a un sector agrícola sostenible?‘, publicado por la Comisión Europea y elaborado por dos expertos independientes, a los que les fue solicitado para contribuir al debate sobre la sostenibilidad del sector ganadero.
En la Unión Europea, el sector ganadero desempeña un papel económico y social importante. Por ejemplo, en 2017, el valor de la producción ganadera y los productos pecuarios en la UE-28 fue de 170.000 millones de euros, representando 40% de la actividad agrícola total.
Además, las explotaciones ganaderas europeas emplean a unos 4 millones de personas, con una media de 1 a 2 trabajadores por explotación.
En términos de consumo, la proteína de origen animal cubre más del 50% del contenido proteico total de las dietas europeas.
En 2020, se espera que cada europeo consuma 69,5 kilogramos de carne y 236 litros de leche, aunque en los últimos años el consumo de carne y productos lácteos de la UE ha comenzado a disminuir, esperándose que la ingesta de carne disminuya aún más para 2030.
También es notable un cambio en la cesta de productos comprados por los consumidores, con una disminución en el consumo de carne de bovino y su reemplazo por la carne de cerdo o la carne de ave.
Retos ambientales
El estudio describe el importante impacto ambiental del sector ganadero tanto en términos positivos, como negativos. En 2017, el sector agrícola comunitario produjo el 10% de las emisiones totales de GEI de la UE-28, menos que la industria (38%) o el transporte (21%).
Una vez que se incluyen las emisiones relacionadas con la producción, el transporte y el procesamiento de piensos, el sector ganadero es responsable del 81-86% del total de emisiones de GEI agrícolas.
Además, según dicho estudio, la ganadería contribuye a la presencia de excedentes de nitrógeno en los medios acuáticos europeos y, al mismo tiempo, es un emisor principal de amoníaco, lo que provoca daños ambientales considerables, como la eutrofización.
Efectos positivos
No obstante, el sector ganadero contribuye a la reducción de las emisiones de GEI de la UE, a través de sus efectos sobre las reservas de carbono del suelo. Por ejemplo, la conversión de tierras arables en pastizales o bosques conduce a un mayor almacenamiento de carbono, mientras que la conversión de bosques y pastizales en tierras arables tiene el efecto opuesto, lo que genera emisiones de carbono.
La ganadería, por tanto, juega un papel clave en el uso de la tierra, que puede ser positivo o negativo a nivel local y global, como, por ejemplo, a través del cambio de uso de la tierra para la producción de alimentos para animales y el manejo del estiércol.
El ganado, especialmente los rumiantes, puede tener un impacto positivo sobre la biodiversidad y la fijación del carbono en el suelo, mediante el mantenimiento de pastizales y setos permanentes y el uso optimizado del estiércol.
Estos efectos positivos dependen en gran medida del tipo de ganadería y de las condiciones locales en las que se basan. Por tanto, el estudio concluye que no es posible considerar la ganadería como un todo, por lo que invita a evitar una simplificación excesiva del debate en torno al sector ganadero y su impacto.
Mayor sostenibilidad
El estudio destaca la eficiencia de la producción ganadera de la UE. El riesgo, si la producción comunitaria se redujera, con una demanda mundial de carne estable o en aumento, es que la producción y los impactos asociados se desplazasen de la UE hacia otras partes del mundo.
Además, la simple reducción de la producción ganadera de la UE podría no conducir a que lqs cadenas agroalimentarias fuesen más sostenibles.
Por eso, el estudio subraya la importancia de tener en cuenta los diferentes sistemas de producción, que tienen distintos comportamientos ambientales positivos y negativos.
Finalmente, los expertos señalan que en la transición hacia sistemas alimentarios más sostenibles, no se puede ignorar la importancia económica y sociocultural del sector: la ganadería es mucho más que solo producción de alimentos.
Al respecto, señala que sector ganadero puede jugar un papel clave en esta transición, según el estudio, sugiriendo que los sistemas productivos deberían evolucionar para proporcionar una gama de bienes y servicios, en lugar de guiarse únicamente por el objetivo de la producción.
Y, en este sentido, el clima, la salud y el bienestar animal deben estar en el centro de la innovación de los sistemas ganaderos del futuro.
Así, la innovación será crucial para reducir los impactos negativos del sector, incluido el uso de enfoques agroecológicos, con tecnología y con una mayor circularidad. Se debe aumentar la eficiencia productiva, al tiempo que se aplica una combinación de nuevas tecnologías y prácticas agroecológicas. Por ejemplo, los enfoques agroecológicos que integran los cultivos y el ganado de forma más estrecha y maximizan la capacidad del ganado para utilizar biomasa no comestible como alimento por el hombre, que puede proporcionar un margen mayor para reducir el uso de fitosanitarios y de fertilizantes sintéticos, mientras se mantiene la productividad y se asegura la preservación de los recursos naturales.
Por último, el estudio también señala la importancia de la gobernanza para garantizar la continuidad de las empresas agrícolas y evitar poner en riesgo el empleo durante la transición a sistemas ganaderos sostenibles. La migración a estos sistemas deberá ser impulsada por políticas públicas y recompensada con visibilidad y beneficios económicos.
PAC y Estrategia “De la granja a la mesa”
Presentada en mayo de 2020 por la Comisión Europea y como parte del “Green Deal” (Pacto Verde Europeo) la Estrategia “De la granja a la mesa” tiene como objetivo hacer que nuestros sistemas alimentarios sean sostenibles.
Esta transición salvaguardará la seguridad alimentaria, garantizará el acceso a dietas saludables, reducirá la huella ambiental y climática de los sistemas alimentarios de la UE, al tiempo que garantizará los medios de vida de todos los operadores de la cadena de suministro de alimentos.
Para lograrlo, según la CE, la Estrategia tradujo este objetivo en metas concretas para 2030: llegar al 25% de las tierras agrícolas bajo cultivo orgánico o ecológico; reducir en un 50% el uso y riesgo de fitosanitarios, una reducción de al menos un 20% del uso de fertilizantes, así como y reducir a la mitad las actuales ventas de antimicrobianos o antibacterianos utilizados en los animales de granja y en la acuicultura.
La PAC será una herramienta clave en esta transición y en la consecución de estos objetivos. En la futura Política Agraria Común, cada Estado miembro deberá diseñar un Plan estratégico de la PAC.
Los Estados miembros explicarán en sus planes cómo utilizarán los instrumentos de la PAC para contribuir al logro de los objetivos de la Estrategia «De la granja a la mesa», en función de sus condiciones y necesidades locales.
Además, la futura PAC ofrece herramientas para promover aún más las prácticas agrícolas sostenibles, que incluyen los eco-esquemas, disponibles en el marco de pagos directos, y los compromisos de gestión ambiental y climática, en el marco del Desarrollo Rural.
Ambos instrumentos tienen como objetivo compensar a los agricultores por avanzar en la puesta en marcha de prácticas agrícolas sostenibles, como el uso de la agricultura de precisión, los enfoques agroecológicos y agricultura orgánica.
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