Las Cortes Generales se constituirán el 19 de julio y a partir de aquí comenzará la pugna por formar un Gobierno estable. Nadie puede predecir hoy cual será el resultado, aunque todo parece indicar dos cosas: una, que el presidente en funciones, Mariano Rajoy, lo va a intentar y, dos, que todos los partidos han declarado su voluntad expresa de hacer todo lo necesario para evitar unas terceras elecciones.
Gobernar en tiempos revueltos. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa. Director de Vida Rural.
Querido lector:
Los tiempos políticos y las noticias de peso me obligan, en esta ocasión, a redactar una carta que incluye dos temas de naturaleza bien diferente pero de gran impacto político económico y agrario. Me refiero, concretamente, a las elecciones celebradas en nuestro país el pasado 26-J y al triste resultado obtenido en el referéndum sobre el Brexit en Reino Unido que obliga, en principio, a la salida de esta importante nación de la Unión Europea.
El 26-J arrojó grandes sorpresas. De hecho rompió todas las predicciones demoscópicas formuladas con anterioridad e, incluso, las derivadas de las “israelitas”, obtenidas a pie de urna en esa misma fecha. El resultado final cambió todos los esquemas. El PP arroyó con 137 escaños, el PSOE evitó el sorpasso y quedó en segundo lugar con 85 escaños aunque perdió 5 respecto a la elección anterior, Podemos quedó en tercer lugar con el mismo número de escaños y Ciudadanos quedó en 32 escaños viendo variar negativamente sus resultados. Por su parte, el cómputo del Senado otorgó al PP una mayoría absoluta reforzada sobre la obtenida en diciembre pasado.
Congreso y Senado, es decir, las Cortes Generales, se constituirán el 19 de julio y a partir de aquí comenzará la pugna por formar un Gobierno estable. Nadie puede predecir hoy cual será el resultado, aunque todo parece indicar dos cosas: una, que el presidente en funciones, Mariano Rajoy, lo va a intentar y cuenta con muchas probabilidades, lo que exigirá pactos de investidura no fáciles y un gobierno durante la legislatura lleno de dificultades y, dos, que todos los partidos han declarado su voluntad expresa de hacer todo lo necesario para evitar unas terceras elecciones. Toda España, sus ciudadanos, su economía, su política social y en concreto su agricultura se juegan mucho en este envite. Ojalá el resultado sea positivo y podamos todos congratularnos pronto de ello.
La segunda gran cuestión es la del Brexit, es decir el referéndum llevado a cabo en Reino Unido el pasado 23-J para acordar, o no, su salida de la Unión Europea. Al final, una leve diferencia de 1,5 puntos sobre la mitad obliga, en principio, a Reino Unido a salir de la Unión Europea. El Leave ha triunfado sobre el Remain. Pero ha sido un éxito engañoso porque hoy la población habla del Bregret, es decir, el regret o remordimiento ante el resultado del referendum y la conveniencia de permanecer en la Unión, de no salir de ella.
Porque el Brexit sería gravísimo. El Brexit no es un éxito para nadie, es un fracaso para todos. Cameron ha hecho muy mal las cosas. Y ha causado mucho daño dividiendo en dos a su gran nación, pues una mitad apoya la salida y la otra mitad –incluyendo Escocia, Irlanda del Norte y el núcleo londinense– están por la permanencia. Ha sajado generacionalmente en dos la nación británica: los “viejos” que han votado en favor de la salida y los “jóvenes” que lo han hecho por la permanencia. Ha abierto una grave crisis en los mercados. Y sitúa al borde de la secesión a Escocia e Irlanda del Norte que tantos esfuerzos costó siempre a Reino Unido mantener en su territorio. Propiciar ahora otro William Wallace, Braveheart, como en el siglo XIII, es un auténtico disparate.
Lo ocurrido es una muy mala noticia también para el conjunto de la Unión Europea y para todos y cada uno de los Estados miembros, también para España. Pero todo esto no es extraño. No hay que engañarse, podía ocurrir. Reino Unido entró ya con objeciones a la CEE en 1973, obtuvo en 1984 el famoso cheque británico de retorno y ha sido siempre un socio insolidario que ha forzado que cada tratado (Schengen, por ejemplo), cada acuerdo, tuviera alguna excepción a favor de su país. Además ampara a la mayor parte de los paraísos fiscales del mundo sitos en territorios del viejo imperio, y sostiene la última colonia en Europa, Gibraltar. Y tiene una animadversión casi patológica a la inmigración. Por ello, que la Comisión o el Consejo pueda determinar cuántos inmigrantes acoge, es algo insoportable para los soberanistas británicos.
Y todo esto ha ocurrido pese a los esfuerzos realizados por la Comisión. La carta del 10 de noviembre de Cameron a Tusk pidiendo excepciones sobre gobernanza económica, competitividad, soberanía e inmigración, carta reaccionaria que merecería que no se hubiera considerado, recibió una respuesta de favor. Se hizo y tampoco sirvió para nada. No ha frenado el Brexit. El Brexit es en buena parte la reacción de unos ciudadanos ultra-liberales frente al ultra-intervencionismo y la ultra-burocracia de la CE, que sin duda son ciertos y reprochables. Y ha sido un resultado tan catastrófico que ha llevado a la dimisión de los dirigentes de los eurófobos (Farage) y de los eurófilos (Cameron).
Pero no todo está perdido. Las reacciones de estas primeras semanas en términos de fuerte caída de bolsa, de una libra que está en su nivel más bajo desde hace 31 años, de una probable huida de bancos (emigración financiera) –aunque ninguna capital europea ofrece una seguridad jurídica e histórica como la city londinense– , de reacciones negativas de empresas multinacionales allí instaladas, de constatar que la mayoría del Parlamento no es favorable a la salida, de que en materia de comercio exterior nada puede igualar la situación presente y, por tanto, la nueva sería siempre más adversa y la percepción de un gran sentimiento nacional de arrepentimiento (regret), de estar cometiendo un error, abre puertas a la esperanza.
Las negociaciones de salida entre Reino Unido y la UE no comenzarán nunca antes de recibir la notificación formal de la intención de salida conforme al artículo 50 del Tratado de la Unión. Y no hay fecha para ello. Y no es obligada por cuanto el referéndum no es vinculante. Además, Cameron ya ha anunciado que será el nuevo Premier, tras su salida de octubre, quien enviará dicha comunicación.
Es decir, el factor tiempo retrasa todo, y ayuda, tal vez, a encontrar otras soluciones, aunque desde Bruselas se advierte repetidamente, sobre todo por Juncker, de la obligación de salida y desde el Reino Unido se escucha “Brexit significa brexit”, como advierte Theresa May, ministra de Interior británica. Y además, la UE debe actuar frenando otras iniciativas similares que ya han comenzado, como la de Hungría respecto a la admisión de refugiados y asilados por imposición de la UE. Todo ello hace peligrar, además, y no poco, el propio proyecto comunitario, la Unión Europea, carente hoy además de fuertes liderazgos.
En resumen confiemos en que cuando estas páginas vean nuevamente la luz a primeros de septiembre el Gobierno de la Nación española esté ya resuelto y sea estable y equilibrado. Y seguramente la salida del Reino Unido de la Unión Europea no se habrá iniciado y ojalá se camine hacia una reflexión que la haga imposible.
Muy feliz verano a todos, con buenas cosechas y un cordial saludo.