Óscar Tomasi. Agencia Efeagro
La batalla que se esconde detrás del etiquetado Nutriscore. Por Óscar Tomasi
Entre bambalinas se libra desde hace meses una intensa batalla entre partidarios y detractores del etiquetado Nutriscore, un «semáforo nutricional» que solivianta a diferentes sectores y ha generado encontronazos entre sociedades científicas y dentro del propio Gobierno.
Aunque las desavenencias se mantienen en privado, ya han saltado «chispas» públicamente entre los ministerios de Agricultura y Consumo: mientras que el primero defiende que solo dará su visto bueno si los productos típicos de la dieta mediterránea no se ven perjudicados, el segundo reclama su aprobación urgente por el interés de los consumidores. Fuentes del Ejecutivo confirmanque las diferencias existen e incluso han sido objeto de discusión recientemente en el seno de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos del Gobierno.
Después de que Consumo respondiera a las alegaciones realizadas desde varios departamentos a su plan para implementar Nutriscore, la Comisión decidió crear un grupo de trabajo interministerial para abordar su aprobación.
Un portavoz del Ministerio liderado por Alberto Garzón ha asegurado que confían en que este diálogo no impida que el Ejecutivo regule a través de un real decreto la implementación voluntaria del Nutriscore entre septiembre y diciembre, tal y como tenían previsto. Sin embargo, otras fuentes cercanas a la negociación consideran que sí se podría llegar a retrasar la normativa.
Hace justo un mes, desde el Ministerio de Consumo dieron por segura la aprobación de Nutriscore por figurar en el acuerdo de Gobierno firmado por PSOE y Unidas Podemos, a pesar de que existen «presiones» y una «campaña brutal» en contra.
El titular de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, ya advirtió en febrero de que solo dará su apoyo a este etiquetado si trata «justamente» a los productos clave de la dieta mediterránea y se mostró «preocupado» por la calificación que otorga al aceite de oliva y los embutidos ibéricos.
Por el momento, España ya trabaja en conseguir que los responsables del Nutriscore revisen al alza la nota del aceite.
En el ámbito científico también despierta controversia: el último ejemplo se ha producido en el seno de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (Fesnad), que emitió un dictamen en contra del Nutriscore y abogaba por «generar otras opciones más adaptadas a los hábitos de consumo de los españoles».
De las ocho entidades que formaban parte de Fesnad, tres se desmarcaron de esta conclusión, reflejo de la falta de consenso.
¿Y POR QUÉ TANTA POLÉMICA SI ES VOLUNTARIO?
El Nutriscore es un sistema de etiquetado frontal que otorga una letra (de la A a la E) y un color (de verde a rojo) tras hacer una media con diferentes parámetros, entre ellos calorías, grasas saturadas, azúcar y sal, para definir si son más o menos saludables.
Una de las cuestiones más controvertidas es que el sistema solo compara entre productos de la misma categoría (es decir, cereales con cereales, por ejemplo) y hace el cálculo en base a 100 gramos (en algunos casos, la ración habitual es sensiblemente inferior, como el aceite).
El sistema se ideó en Francia y por el momento tiene carácter voluntario; Nutriscore ya está vigente también en Alemania y Bélgica, y de cara a 2022 se espera que la Unión Europea aborde adoptar cambios en el etiquetado -bajo este modelo u otro- de forma obligatoria. Aunque en España todavía no está regulado, varias cadenas de supermercados y marcas de alimentación y bebidas han empezado a utilizarlo.
En la práctica, algunos expertos advierten de que hoy por hoy las empresas pueden usarlo solo en aquellas referencias donde obtienen buena nota en Nutriscore y no hacerlo en las que sacan peor calificación, mientras que cuando exista regulación deberán -si optan por utilizarlo- extenderlo a todo su portafolio.
También pueden «autoexcluirse» sectores enteros -como el del aceite o los embutidos- mientras Bruselas no lo convierta en obligatorio.
MÁS DE DOS AÑOS EN LA AGENDA
Nutriscore está en la agenda política en España desde finales de 2018, cuando la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo (PSOE), anunció su implementación.
«Un retraso en aplicar Nutriscore estaría relacionado con el peso de los grupos de presión que buscan bloquearlo», señala en declaraciones a Efeagro la nutricionista y epidemióloga española Pilar Galán.
Miembro del equipo que desarrolla este etiquetado en Francia, Galán explica que ya en otros países ocurrió que hubo divergencias entre ministerios dentro de un mismo Ejecutivo, aunque en su opinión la clave es «que el arbitraje gubernamental final sea favorable a la salud de la población» frente a los argumentos de índole económica.
En el plano científico subraya que aunque haya «algunas voces discordantes», a escala europea existe una «gran mayoría» a favor del Nutriscore y descarta que sus responsables se planteen modificar los algoritmos de cálculo «para responder a intereses económicos o comerciales».