En tan solo diez días, el Ebro ha vertido al mar el equivalente a dos trasvases anuales del Tajo-Segura. Si toda esa agua sobrante hubiera podido desviarse mediante un programa de interconexión de cuencas hacia el Júcar y el Segura en nada habría quedado afectado el sistema del Ebro y en todo habrían quedado resueltos los suministros de agua para el sureste español.
La España seca pide una solución. Por Jaime Lamo de Espinosa
Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Terminada ya, o al menos eso parece, la temporada de fuertes lluvias que nos ha afectado durante los últimos meses, con graves inundaciones y avenidas, y al tiempo con una importante efecto positivo sobre nuestros deprimidos embalses, parece oportuno formular algunas reflexiones derivadas de las fuertes corrientes de agua que hemos visto discurrir en nuestras televisiones caseras. Y al hacerlo, de algún modo, resumo aquí mi contribución al XIV Congreso Nacional de Comunidades de Regantes, que se celebró del 14 al 18 de mayo de 2018 en Alicante, pero al que desgraciadamente no pude asistir.
Desde el año 2015 no habíamos contemplado nada semejante. Y es cierto que solo hace unos meses nuestros embalses estaban afectados gravemente pues sus capacidades de almacenamiento se hallaban fuertemente reducidas y en algunos casos prácticamente agotadas. A fecha 11 de marzo se situaban al 53,7% y hoy, 15 de mayo, están al 71,7%.
Las lluvias caídas en la zona noroeste y nordeste de España han llenado dichos cauces, han anegado tierras y arrastrado casas, han causado algunos muertos, pero al tiempo han colmado embalses y pantanos contribuyendo a mantener unas reservas absolutamente necesarias. Reservas que hoy superan el 60% en casi todas las del norte aunque Murcia y Valencia, con sus cuencas del Júcar y el Segura, se sitúan todavía por debajo del 35%.
Pero en España la distribución del agua es irregular y pese a ello siempre hemos sostenido que el volumen de lluvias es suficiente para abastecer el país si las aguas se repartieran de modo equitativo y justo. Y así, al tiempo que las presas del nordeste y centro se han llenado, e incluso se han visto obligadas a desembalsar, seguimos manteniendo déficits importantes en muchas cuencas del sureste, como por ejemplo las ya nombradas del Júcar y el Segura que, como es natural, claman y con razón por las aguas sobrantes.
Hace muchos años el Gobierno Aznar aprobó un Plan Hidrológico Nacional (PHN) con un trasvase del Ebro hacia esas zonas que era en el fondo un mini-trasvase (1.050 hm³) , pero muy necesario y que se financiaba parcialmente con fondos europeos. Y había práctico consenso sobre el mismo. Pero el Gobierno Zapatero derogó aquel trasvase en sus primeras horas de vida y nunca llegó a realizarse.
Detrás de aquella decisión no había un temor hidráulico técnicamente razonable sino un pánico político de carácter territorial. Algo que las lluvias de las pasadas semanas de abril han demostrado ser absolutamente incierto. Y había una apuesta por las desaladoras que no eran, no son, la solución porque si bien sus aguas son adecuadas al consumo urbano e industrial su alto coste las hace, en cambio, imposibles para el uso agrícola. Las desaladoras son enormes consumidoras de energía, eso encarece sus costes, también los medioambientales pues son grandes emisoras contaminantes.
En tales semanas de abril, en tan solo diez días, el Ebro ha vertido al mar el equivalente a dos trasvases anuales del Tajo-Segura. Vimos pasar por Tortosa casi 700 hm³ en esos diez días. El Ebro bajó por Zaragoza con un caudal de 2.000 m³ por segundo, es decir 216 hm³ en un día. En veinte días lanzó tanta agua como la que consumen los hogares españoles en un año. Tanta agua como para llenar otro pantano de Mequinenza si lo hubiera encontrado en el camino.
La conclusión de tales hechos la expresó con total acierto Ángel Urbina, portavoz de la Federación de las Comunidades de Regantes: “en España tenemos agua pero no se puede gestionar por motivos políticos”. Sí, así es, pues si toda esa agua sobrante hubiera podido desviarse mediante un programa de interconexión de cuencas hacia el Júcar y el Segura en nada habría quedado afectado el sistema del Ebro y en todo habrían quedado resueltos los suministros de agua para el sureste español. Y no olvidemos que ahí se concentra la zona hortofrutícola más importante de España medida en términos de empleo, participación en el PIB, en la PFA y en exportaciones.
Lo ocurrido en esos días demuestra que no sería difícil ni extremadamente costoso construir los embalses y las conexiones necesarias para derivar agua en estas circunstancias, y repito “cuando se dan estas circunstancias”. Cuando el agua se pierde en el Mediterráneo, habría que saber derivarla antes hacia las zonas de Valencia, Alicante y Murcia. Un año más Aragón ha demostrado que se inunda de agua, agua que se pierde en el mar.
Alguien nos ha tenido que recordar que Ortega y Gasset nos advertía en su España invertebrada de la necesidad de convivir para hacer algo juntos. Y de ahí que haya que clamar cuando algunas comunidades se creen propietarias de las aguas que circulan por su territorio. También en 1933 el socialista Indalecio Prieto, ministro de Obras Públicas, elaboró un ambicioso plan hidrológico para acabar con las situaciones de sequía y afirmó que “traidor a España el que se oponga al trasvase del Ebro” (1932).
Y Joaquín Costa, mi admirado Costa, nos decía en 1904 que “España será grande cuando las aguas que se pierden en el mar rieguen sus tierras”. Y hubiera clamado con ira frente a estas pérdidas de agua sin que se aprovechen en Aragón o en tierras vecinas. Algo que nos recordó con acierto hace años el ministro socialista José Borrell cuando planteó otro nuevo PHN en el que preveía un trasvase de 1.800 hm³ del Ebro al Segura frente a los 1.050 que quedaron fijados en el derogado plan de Aznar y un programa de interconexión de cuencas.
Y el propio presidente de la Comunidad Valenciana, Ximo Puig, acaba de reivindicar con total acierto la necesidad del trasvase Tajo-Segura, al que dice “no va a renunciar”. Con el agua no debe hacerse política, cierto. Pero sí hay que hacer una política del agua basada en un gran consenso nacional, un gran pacto, sobre el recurso.
La España seca pide una solución y la pide con tanta más razón cuanta más agua se pierde en el mar sin que se haga nada para aprovecharla cuando se dan estas circunstancias. No se trata de trasvasar siempre y en todo momento sino cuando lo aconseja la política de desembalses y el saneamiento de cuencas hidrográficas.
José Andújar, presidente de Fecoreva, nos viene advirtiendo desde hace mucho tiempo sobre el agua que se pierde y nos ha recordado en estos días que los pantanos del Ebro han estado tirando durante mes y medio 1.600 m³ de agua por segundo sin que hayamos sido capaces de aprovecharla. La interconexión de cuencas, a la que tantas veces me he referido y que tantas veces he defendido, debe plantearse ya y ejecutarse pronto. Y ello por razones de solidaridad.
Quiera Dios que en el pacto del agua, el gran Pacto Nacional del Agua, esta política de interconexión de cuencas sea abordada y reflejada. Una política transversal y solidaria interterritorialmente, un programa a favor de todos. Debe ser un sistema igualitario y solidario. Ello exigirá fuertes inversiones en el sector y las necesita, tanto más cuanto que en los últimos presupuestos la relevancia de las inversiones en obras hidráulicas es bien escasa. Hacienda no se ha lucido en este capítulo tan necesario para el Mapama.
Hoy existen ya muchos trasvases en España: Ter-Llobregat, Júcar-Turia, Guadiaro-Guadalete, Zadorra-Ebro-Arratia, Tajo-Guadiana, Tajo-Segura, etc. Y son eficientes y razonados. Y serán tanto más necesarios cuanto el cambio climático deteriore los recursos de las zonas del sur aproximando su pluviometría y clima a los africanos.
No olvidemos que el Centro Helmholtz para la Investigación del Medio Ambiente de Alemania nos acaba de predecir que habrá más sequías en Europa y sobre todo en el Mediterráneo por causa del cambio climático. No quisiera pensar que, en ese contexto, por intereses territoriales –porque hay gentes absurdas que piensan que el agua es de los territorios y no del conjunto nacional de todos los españoles– esta cuestión se evite y quede marginada.
Porque si hay algo que en materia de aguas es necesario es precisamente avanzar en dicha interconexión entre cuencas. Salvo que esperemos a que el gran químico Omar Yaghi, de Berkeley, acabe con las sequías gracias a sus fórmulas eficientes capaces de crear agua potable en pleno desierto partiendo del aire y la luz solar. Pero parece que sólo será realizable en muchos años.
Un cordial saludo