Expertos del sector coinciden en que no existe alternativa al glifosato en la práctica de una agricultura de conservación

Diferentes expertos del sector ha coincidido en que no existe alternativa al glifosato ni a nivel económico ni a nivel de sostenibilidad medioambiental en el marco de la jornada "Sistemas agrícolas sostenibles y herramientas necesarias para su aplicación: el caso del glifosato" organizada hoy por Afrasa, Bayer, Nufarm y Syngenta, las cuatro compañías que forman parte del grupo de renovación del glifosato con presencia en nuestro país.

Expertos del sector coinciden en que no existe alternativa al glifosato en la práctica de una agricultura de conservación

El glifosato, posiblemente el herbicida más utilizado en el mundo, está autorizado para su uso en la Unión Europea hasta el 15 de diciembre de 2022. A  finales del año que viene, la Comisión Europea deberá tomar una decisión sobre la renovación de la autorización de uso de esta fitosanitario una vez que la Agencia Europea para la Seguridad Alimentaria (EFSA) y  la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) hayan emitido sus dictámenes de evaluación de esta sustancia que, recordemos, fue clasificada en 2015 como «potencialmente cancerígena» por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Según ha destacado, Armando Martínez, coordinador de Agricultura y Alimentación de la Junta de Andalucía, uno de los principales problemas del sur de Europa es la degradación del suelo y dentro de esta cabe destacar el efecto la erosión, y la falta de materia orgánica, que es esencial para la estabilidad física y la fertilidad química de los suelos. Una parte importante de España se encuentra con niveles de materia orgánica por debajo de un 1% y gran parte del territorio se sitúa entre un 1 y 2% de contenido de materia orgánica. La degradación del suelo tiene unas implicaciones claras tanto para la biodiversidad, como para el agua.

Para afrontar estos problemas, se promueven diferentes sistemas agrícolas sostenibles entre los que se encuentra la agricultura de conservación, que se centra en proteger el suelo y mantener su fertilidad, a través del no laboreo (o el mínimo laboreo), el mantenimiento de una cobertura vegetal permanente y la aplicación de una rotación de cultivos para disminuir la incidencia de plagas y enfermedades.

España cuenta hoy con 2 millones de hectáreas bajo agricultura de conservación, lo que supone un incremento del 60% en la última década, pero aún tiene margen para crecer. Según el ESYRCE de 2020, solo el 23% de los cultivos permanentes cuentan con cubierta vegetal, y solo un 11% de los cultivos anuales se hacen con siembra directa.

Actualmente, la agricultura de conservación está en parte recogida en la condicionalidad de las ayudas PAC (mínimo laboreo) y en parte en la ayuda agroambiental (por ejemplo, en Andalucía hay ayudas a las cubiertas vegetales en olivar, almendro y viñedo). En el futuro, a partir de 2023, se va a producir un cambio en la arquitectura verde de la PAC, de modo que la agricultura de conservación va a estar incluida en la condicionalidad y en los ecoesquemas (un nuevo instrumento por el que parte de las ayudas directas de los agricultores se va a dar de una forma muy parecida a lo que son las actuales ayudas agroambientales) y dentro de su diseño ya se contempla, según ha explicado Armando Martínez, un ecoesquema de siembra directa, uno de cubiertas vegetales vivas y otro de cubiertas vegetales inertes.

Según los datos expuestos por Raquel Antón, senior manager de Economics en PwC, la agricultura de conservación conlleva una serie de beneficios sobre el aire, el suelo, el agua y la biodiversidad, que van a contribuir a que España pueda cumplir con los ambiciosos objetivos del Pacto Verde Europeo, de las Estrategias de la Comisión Europea De la Granja a la Mesa y Biodiversidad 2030, así como los objetivos de la próxima PAC. Y destaca que para su aplicación son necesarias dos herramientas esenciales: el uso de maquinaria de siembra directa y la aplicación de herbicidas y dentro de éstos últimos, muy especialmente el glifosato, «que es el herbicida más utilizado porque es el más efectivo y el más eficiente».

El mantenimiento de restos vegetales o cubiertas permanentes evita la erosión y contribuye a que se preserve mucho mejor el suelo, concretamente en España estamos preservando 13 toneladas de suelo por hectárea al año gracias a técnicas de la agricultura de conservación. Mantener las cubiertas vegetales y el no laboreo favorece también mantener una estructura viva en el suelo que favorece la biodiversidad de las especies. Así, según los datos de PwC, el aumento de la biodiversidad con agricultura de conservación podría llegar a ser superior entre 2 y 7,5 veces a la que tenemos con técnicas de agricultura convencional. Asimismo, la agricultura de conservación evita las emisiones de carbono con ahorros cuantificados de 4,7 t de CO2 por ha y año, y teniendo en cuenta el grado de adopción de la agricultura de conservación en España, actualmente estamos ya teniendo ahorros de más de 10 millones de toneladas de CO2 al año.

Para Javier Alejandre, ingeniero agrónomo, agricultor y técnico de UPA, ambientalmente el principal reto que debe afrontar la agricultura en España es la lucha contra la erosión del suelo y para ello considera que el glifosato es una herramienta imprescindible para asegurar las cubiertas vegetales tanto en frutales como en cultivos leñosos. «Hoy el factor limitante de los secanos en España es el agua y por tanto la economía del agua es fundamental». Las cubiertas vegetales contribuyen a minimizar la evapotranspiración del suelo y el impacto de las lluvias torrenciales (que son cada vez más frecuentes) y que contribuyen a la pérdida de suelo y de fertilidad. «El suelo es el bien más preciado de los agricultores, sin suelo no tenemos nada y si perdemos fertilidad, perdemos nuestra capacidad de producir». Alejandre ha subrayado además que los agricultores que aplican técnicas de agricultura de conservación son más resilientes y que en una crisis de precios de los insumos como la actual –con un incremento en el coste de fertilizantes de hasta un 307%–, pueden plantearse incluso no abonar sin comprometer la producción de este año porque el porcentaje de materia orgánica de sus suelos es mucho mayor.

Según un estudio de la Federación Europea de Agricultura de Conservación (ECAF) el 43% de los agricultores europeos consideran que no hay alternativa eficiente al uso del glifosato. Emilio González, profesor de Ingeniería Agroforestal en la ETSIAM-Universidad de Córdoba y secretario general de la ECAF, cree que de prohibirse este herbicida al agricultor solo le quedaría la opción de volver a aplicar laboreo, con la contribución a la degradación del suelo y el freno en la lucha contra el cambio climático que esto supone, porque no hay alternativa química. Como explica Javier Alejandre, habría que recurrir a la combinación de varios herbicidas, lo que incrementa tanto el coste como los efectos no deseados sobre el medio ambiente.

En sentido, Emilio González ha reclamado de cara a la renovación de la autorización del glifosato, que las autoridades competentes tengan en cuenta tres cosas: «Ciencia, ciencia, ciencia. Si las agencias europeas avalan el uso del producto, el legislador tiene que tener en cuenta esos informes y esos estudios de las agencias que lo están evaluando. Y de igual forma digo que si los estudios fueran contrarios, deberían igualmente tenerlos en cuenta. Creo que tenemos que confiar en nuestros sistemas públicos de investigación que nos garantizan que lo nosotros aplicamos en el campo es seguro, siguiendo unas recomendaciones y cumpliendo con unas condiciones».

 

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