La superficie regada en España no disminuye desde 2009, alcanzó los 3 millones de hectáreas en 2021
El agua es la principal fuerza que impulsa la producción alimentaria mundial a través de los regadíos: los 350 millones de hectáreas de tierras de regadío del mundo son el 20% de las cultivadas, pero generan el 40% de la producción agrícola y el 60% de la producción global de cereales. Al tiempo, el hambre crece, actualmente, una de cada diez personas no consume lo suficiente.
El reto de la seguridad alimentaria parece pasar por los regadíos, por eso Cajamar, bajo la coordinación de Jaime Lamo de Espinosa y Alberto Garrido, ha editado el libro “Regadío y Seguridad Alimentaria”, un amplio estudio sobre la situación de los regadíos en España en el que han colaborado más de 10 expertos de alto nivel.
Pese a los esfuerzos, y como refleja el libro, el mundo se aleja de su objetivo de acabar con el hambre: tras permanecer relativamente sin cambios desde 2015, el porcentaje de personas afectadas por el hambre se disparó en 2020 y siguió aumentando en 2021 hasta el 9,8% de la población de la población mundial. Y el futuro no es mucho más alentador, se prevé que casi el 8% de la población mundial seguirá pasando hambre en 2030. De ahí, que la FAO advierta de los efectos ya tangibles del cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos en la seguridad alimentaria.
«El agua es clave para la seguridad alimentaria», dijo el subdirector general de la FAO ya en 2022. Y a principios de 2024, Jaime Lamo de Espinosa, lo recordaba en la presentación de este libro: «Compaginar tierra y agua es la única manera de resolver el problema alimentario». En la misma línea Alberto Garrido apuntaba como el hambre cero es una prioridad y «el agua es el gran instrumento, el vehículo mediante el cual se puede aumentar la productividad de agricultura y por tanto satisfacer las necesidades alimentarias de todas las personas que viven en el mundo».
Pese a la negrura de alguno de los datos, lo cierto es que el libro afronta con optimismo la grave tesitura. De hecho, señala como el agua es un recurso escaso, pero renovable y almacenable. Lamo de Espinosa recordaba también nuestra potente historia hidráulica, y hacía hincapié en todo lo que aun se puede hacer: «El aprovechamiento de aguas residuales, hay que intensificar la transformación del agua para riegos; necesitamos mas presas y mas embalses; el uso agrario de las plantas desaladoras tendrá que ser, pero a otro coste; hacer una política de trasvases; seguir el camino de la mayor eficiencia en el uso del agua».
Alberto Garrido, apuntaba en esta misma línea de la inversión,»todos los países que se lo pueden permitir están invirtiendo en infraestructuras hidráulicas y aumentando su capacidad de expansión de regadío».
Dada la dimensión nacional del estudio, el libro recoge datos que apuntalan bien una frase muy repetida por Jaime Lamo desde su tiempo en el ministerio: que la agricultura española será de regadío, o no será.
La tierra cultivada disminuye un 4,65%, los regadíos suman 500.000 hectáreas
La tierra cultivada en España ha disminuido un 4,65% entre 2004 y 2022 al tiempo que la superficie de regadío ha aumentado en 500.000 hectáreas, fundamentalmente en Andalucía, Castilla La Mancha y Extremadura, curiosamente, como señaló durante la presentación el profesor Garrido, entre el paralelo 38 y el 40. Solo tres provincias no han perdido superficie: Jaén, Córdoba y Navarra. Las demás en las que se ha aumentado el regadío, han diminuido su superficie cultivada porque han sustituido secano por regadío.
La agricultura de regadío en España continua, por tanto, creciendo y ampliando su diferencia con el secano. Con los datos que se recogen en el libro, la superficie regada en España ha aumentado significativamente en los últimos 15 años: en 2021 la superficie de regadío alcanzó las 3.862.011 hectáreas. Realizando el promedio de los años 2004-2006 y 2019-2021, el incremento de la superficie regada ha sido de 497.417 hectáreas (15%). Desde el año 2009 no se observa ninguna disminución de la superficie regada, lo que indica cómo el regadío ha sabido adaptarse a las sucesivas sequías (2012, 2015, 2019).
Además, este aumento de regadío se ha dado sobre todo en tres tipos de cultivos: olivar, frutales no cítricos (con preponderancia de almendros y pistachos) y viñedo de transformación. Una gran concentración tanto geográfica como de cultivos que al tiempo que convierte a España en un competidor fuerte –por la vía del ‘saber hacer’ y la flexibilidad– de cara a los mercados extranjeros, convierte nuestro sistema agroalimentario en un disparadero más expuesto, y esto se ve en las cifras que arroja el libro.
En 2022 hemos importando 6.800 millones en cereales y productos de molineria y 9.500 millones en grasas o aceites. Como señaló Alberto Garrido: «Hemos sustituido capacidad de producción de estos sectores a cambio de favorecer estos otros (frutales no cítricos, olivar de transformación y olivar)».
En el orden de las dimensiones el libro recoge como el censo agrario de 2020 contempla 321.000 explotaciones de regadío. De estas, el 73% tienen menos de 20 hectáreas. Lo cual deja claro que la inmensa mayoría de los protagonistas de esta revolución de la agricultura de regadío la han protagonizado el productor mediano y pequeño o familiar.
En este punto Alberto Garrido ponía hincapié en una cuestión: estas 321.000 explotaciones de regadío subsisten con la misma cantidad de agua que contempló el Libro Blanco del Agua de 1995. Estos son 24.000 hectómetros cúbicos. «La misma cantidad que contemplan los planes de cuenca de este año». La misma cantidad de agua para muchísimas más cantidad de tierra regada.