Cuando se habla de retos que tiene que afrontar el ganadero de porcino, podríamos hablar de retos positivos y de retos negativos. Los retos positivos son aquellos que tras afrontarlos, se produce una mejora en la granja y, por lo tanto, hay una recuperación económica de la inversión que va a ir seguido de una mejor productividad. Dentro de estos retos podrían incluirse la mayoría de los problemas sanitarios donde gracias a la acción del veterinario y el cuidado de los animales por parte del ganadero, se obtiene un beneficio económico. Pero, por otro lado, están los retos negativos que son aquellos que tras afrontarlos, se produce un incremento de costes de producción y, difícilmente, se puede conseguir un retorno a la inversión. Dentro de estos retos podrían incluirse algunos referentes al bienestar animal o los retos medioambientales que, normalmente, van acompañados de incrementos de costes de producción.
Es importante hacer esta diferenciación porque para poder hablar de desafío medioambiental y lo que hay que hacer en la granja, hay que hacerlo desde la perspectiva de que esto es algo obligatorio demandado por la sociedad, por una mejora de la sostenibilidad de las producciones y, más que una positiva vía precio, la repercusión indirecta positiva que puede tener es que no retiren tus productos de la cesta de la compra por compromiso social o por ser considerados malos para el planeta.
Este razonamiento es difícilmente entendible y, por lo pronto, seguido por pocos consumidores, pero no puede ser menospreciado y hay que considerar que la producción de porcino debe ser sostenible y buscar el impacto neutro.
En la actualidad, el camino lo ha marcado la estrategia Farm to Fork (del campo a la mesa) poniendo los objetivos que debería cumplir la UE para el 2030 y, para lo cual, en los próximos meses/años, se van a revisar lar normativas más importantes de cara a determinar si deben ser modificadas de acuerdo con los objetivos.