Según el informe de la multinacional consultora Oliver Wyman ‘Agriculture 4.0: TheFuture of FarmingTechnology’, se estima que, en las próximas décadas, la población mundial crecerá alrededor de un 33%, lo que supondrá que para 2050, en el mundo convivirán unos 10.000 millones de personas. Si esto se cumple, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) prevé que la producción de comida deberá aumentar un 70% para dicho año.
La producción alimentaria tendrá que aumentar en un 70% para hacer frente a la demanda creciente de alimentos en 2050
Ln 2015, la ONU publicaba la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible en la cual se establecía la necesidad de acabar con el hambre en el mundo en dicho año. Por ahora, los objetivos están lejos de cumplirse, ya que actualmente hay 800 millones de personas que sufren este problema y 2.000 millones que tienen deficiencia de micronutrientes. Problemas como el aumento demográfico o la escasez de recursos naturales están ralentizando un proceso que requiere de medidas innovadoras.
Otro de los datos que se extraen del informe es que, actualmente, el 25% de los campos de cultivo se encuentra en estado de degradación. Malas prácticas como la desforestación para crear dichos campos o periodos de barbecho inadecuados han contribuido a ello, sin dejar de lado el cambio climático, ya que la variabilidad de las precipitaciones y los largos periodos de sequía disminuyen de manera significativa el rendimiento de los cultivos.
El desperdicio de alimentos por parte de las empresas y los hogares es otra de las cuestiones que contribuyen al problema del hambre. Se estima que entre el 33 y el 50% de los alimentos que se producen se acaban tirando, mientras millones de personas se van a la cama todos los días sin apenas haber comido.Pero no se trata de una situación lejana: los últimos datos de la FAO señalan que en España hay hoy en día alrededor de 600.000 personas en situación de inseguridad alimentaria grave.
La producción en el sector agrícola únicamente ha crecido un 3% en la última década. Esto se debe, sobre todo, a que el sector apenas disfruta de innovaciones, por lo que todo hace indicar que si continuamos con el plan actual, no se conseguirán los objetivos.
La agricultura tendrá que reinventarse para paliar estos efectos, por lo que se hace necesario que las técnicas ya existentes se maximicen y se empiece a apostar por la introducción de la tecnología en el sector. La buena noticia es que se trata de una tendencia en auge, ya que la presencia de startups dedicadas a la tecnología agrícola ha crecido un 80% desde 2012. Surge así la Agricultura 4.0 dirigida a la tecnificación y digitalización agrícola y cuyas soluciones pueden ayudar a disminuir los efectos del hambre en el mundo.
La Agricultura 4.0 pretende producir de manera distinta a lo que se viene haciendo, utilizando técnicas alternativas como las plantaciones hidropónicas, el cultivo de algas que puedan servir como sustitutivo de otros alimentos o el trabajo de tierras desérticas y el uso del agua marina para el regadío. Y es que la mayor parte de la superficie del planeta está compuesta por agua salada y en cuanto a la tierra se refiere, un tercio se compone de desiertos de todo tipo. Para atajar esta crisis, es necesario que utilicemos estos recursos en producción de alimentos.
Asimismo, es imprescindible que la producción de alimentos también se pueda realizar directamente por parte de los consumidores. Ya se están llevando a cabo ideas como los huertos verticales, los cuales utilizan un 95% menos de agua que las plantaciones tradicionales y sirven para el cultivo de alimentos en zonas donde el suelo no es adecuado. Además, otros avances como la impresión de comida en 3D se encuentran en pleno desarrollo, y en el futuro serán de gran ayuda para aumentar la producción en este sector. Los expertos creen que las impresoras que utilizan hidrocoloides (sustancias que forman geles con agua) podrían utilizarse para reemplazar los ingredientes básicos de los alimentos con renovables como algas, lenteja de agua y hierba.
Pero para que la Agricultura 4.0 pueda servir como solución a esta problemática, necesita que otras industrias se involucren en los proyectos, incorporando técnicas y tecnología aplicable a los cultivos y otros aspectos del sector. Los drones son un claro ejemplo de esto. Su uso para el control de los campos ha permitido dar un salto de calidad, ya que sus funciones van desde el control del suelo a través de la creación de mapas 3D hasta la plantación de semillas, pasando por el análisis mediante sensores sobre las necesidades de los productos. También se está probando el uso de la nanotecnología aplicada a la conversión de fertilizantes y pesticidas en nanocápsulas con las cantidades estrictamente necesarias para las plantas, reduciendo así el daño que estos puedan causar.
Todos estos avances están cambiando la manera en que los stakeholders y la política ven la industria de la agricultura. Aunque la tecnología forma parte de la solución al problema, los gobiernos deben ayudar a la consecución de los objetivos. Deben tomar partida en este asunto, asumiendo un rol principal y a través de programas estructurados, basados en la colaboración internacional pública y privada, que atraigan el talento. Dichos programas deben estar enfocados a la creación de nuevos productos, soluciones y líderes del mercado.
Para cambiar el modelo actual, los gobiernos pueden, por ejemplo, reducir la dependencia de las importaciones que tienen sus países, fomentando así la producción propia de alimentos. Además, deben convertirse en exportadores no solo de productos, también de soluciones. Pero sobre todo y como objetivo principal, su actividad debería centrarse en aumentar la productividad y apoyar el cambio hacia una economía basada en la innovación y el conocimiento.
Dependiendo de la etapa en la que se encuentre el desarrollo tecnológico y la madurez de los actores, los gobiernos tendrán que actuar de una forma u otra. En el caso de empresas ya asentadas, su actividad implicará apoyo a través de asociaciones a largo plazo y acceso a los mercados, incentivos vía inversión directa y flexibilidad regulatoria. Para las startups y actores emergentes, pueden ayudar facilitando trabajo administrativo, aprovechando sus conexiones o proporcionando capital e infraestructura.