Carta del COPA-Cogeca a Von der Leyen ante el acuerdo UE-Mercosur
Carta remitida por las organizaciones que integran el COPA-Cogeca ante las negociaciones del Acuerdo UE-Mercosur.
El sector agropecuario es un sector estratégico para la seguridad y la buena preparación de Europa. Siempre ha sido así, algo que ha ratificado recientemente la Comisión. Es un sector de una importancia capital para el futuro de dicho continente.
A la vez, huelga decir que la agricultura europea se enfrenta a grandes desafíos. La comunidad agroganadera hace frente a una coyuntura sin precedentes en la que convergen retos económicos, climáticos y sociales como la inestabilidad geopolítica, los fenómenos meteorológicos extremos, la competencia desleal, el aumento de los costes de producción, la falta de una remuneración justa y la carga administrativa.
Asimismo, es un momento determinante en cuanto a la configuración de las instituciones comunitarias. Por tanto, en nuestra calidad de dirigentes de organizaciones que representan a los agricultores, los ganaderos y las cooperativas agrarias de la UE, reiteramos nuestra exhortación a que se garantice una mayor estabilidad, visibilidad y previsibilidad para poder obrar con miras al futuro con confianza.
En los últimos meses, la percepción del comercio desde la perspectiva del sector agrícola se ha ido deteriorando progresivamente. Los agricultores, los ganaderos y las cooperativas agrarias han pasado de verse atrapados injustificadamente en el fuego cruzado provocado por las tensiones comerciales con China, a la perspectiva de que el temido acuerdo de Mercosur siga adelante y a las consecuencias de la invasión rusa de Ucrania, con lo cual acaban siendo el chivo expiatorio sobre al cual se asestan todos los golpes.
Así pues, existe el riesgo de que los productores agropecuarios se vean acorralados entre unas posibilidades de exportación cada vez peores y una igualdad de condiciones cada vez menor en sus respectivos mercados nacionales.
Nuestros agricultores siguen muy preocupados sobre el terreno, con malas cosechas en muchos Estados miembros de la UE que hacen que la situación sea tan tensa como a principios de 2024. En este sentido, todo avance relativo a una posible apertura comercial transmitiría una señal desfavorable, a menos que se aborde adecuadamente la cuestión de las diferentes normas de producción y la igualdad de condiciones, especialmente por lo relativo al Mercosur. De lo contrario, podría llegar a hacerse mella en la frágil confianza que tanto ha costado forjar tras las protestas acaecidas durante la primavera.
El planteamiento de la Comisión en cuanto a comercio ha consistido durante largo tiempo en conciliar los puntos susceptibles de la agricultura de la UE con los intereses «ofensivos» del sector en materia de exportación. Sin embargo, dicha labor ha sido en vano. En circunstancias tan penosas, es difícil contemplar la realidad sin sentir consternación ante las discrepancias e incoherencias que tanto recelo nos generan en la esfera comercial.
Con el resultado del Diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura, se ha reafirmado la importancia estratégica del sector agrario en la UE, tanto para la economía como para la sociedad. Otro resultado significativo del mismo se refiere a las cuestiones clave relacionadas con el futuro del comercio agroalimentario. Una de las principales peticiones planteada por parte de la totalidad de los participantes ha sido que se atribuya una mayor importancia al sector agrícola en el marco de la estrategia comercial global de la Unión y que se garantice la coherencia entre nuestras políticas internas y las comerciales.
Nuestro sector es uno de los que más contribuyen a que la balanza comercial de la UE se mantenga en positivo y posee asimismo el potencial para aportar beneficios no solo a los agricultores, los ganaderos y las cooperativas agrarias de los 27 Estados miembros, sino también a la economía y la sociedad de la Unión Europea en general. No obstante, para ello hace falta coherencia.
Por lo tanto, es fundamental que la Comisión deje patente que emplea un razonamiento estratégico claro y que comprenda tanto al sector agrario como los aspectos más intrincados del mismo en lo que respecta a la política comercial. La Comisión también debe, por otra parte, obrar con coherencia, sin por ello menoscabar los medios de subsistencia de millones de agricultores y ganaderos, ni la competitividad de las cooperativas agrarias, ni la posibilidad de lograr unas zonas rurales prósperas. La agricultura no debe utilizarse como moneda de cambio en el marco de las negociaciones de los acuerdos comerciales.
En el caso de las actuales disputas comerciales con China, nuestros sectores tardaron décadas en establecerse en el mercado chino. A pesar del gran esfuerzo realizado, ahora les toca pagar los platos rotos por cuestiones ajenas a ellos. Así pues, instamos a la Comisión a que haga todo lo posible para retirar este peso injustificado que recae sobre los hombros de los productores.
Por otra parte, es de igual importancia que no se acepte un acuerdo con el Mercosur que haga la vista gorda ante las principales preocupaciones de los agricultores sobre la divergencia de las normas de producción y sobre los efectos acumulativos en sectores denominados «sensibles». Los productores agropecuarios y las cooperativas agrarias de Europa no respaldarán nunca un acuerdo comercial que carezca de armonía y que sea perjudicial para el medio ambiente. Nuestros agricultores y sus cooperativas entienden lo necesario que es entablar amistades y forjar alianzas en estas épocas turbulentas que atraviesa la esfera internacional. Sin embargo, a nuestro entender, no tiene sentido alguno tolerar un acuerdo que ponga en jaque a un sector tan estratégico como la agricultura europea. Se ponen en juego tanto la capacidad de nuestro sector de suscitar el interés de las nuevas generaciones como el modelo comunitario de agricultura familiar.
De por sí, un acuerdo con el Mercosur, ya sea que cuente con un instrumento adicional de sostenibilidad o no, es, para los agricultores europeos, equiparable a entrar en «zona peligrosa», debido a las importantes diferencias en términos de competitividad que esto conllevaría para algunos sectores. Por consiguiente, de no mediar en dicho acuerdo un compromiso obligatorio adecuado por parte de los países del Mercosur sobre las normas relacionadas con el bienestar animal, el uso de medicamentos en la producción animal, el clima, el tratamiento químico y demás normas medioambientales, es harto posible que los agricultores europeos vuelvan a salir a las calles a manifestarse. ¡Y ninguna cuantía será suficiente para contrarrestar lo pactado en cuanto a un acuerdo tal, que representa una amenaza para la competitividad de nuestro sector!
En el contexto actual hay que ser ciego para no darse cuenta de que los productores agropecuarios tendrán que esforzarse aún más para que se pueda seguir avanzando en nuestra relación comercial con Ucrania. En este sentido, es un aspecto de suma importancia que ha de tenerse en cuenta, ya que la mayoría de los sectores «sensibles» que se ven perjudicados son justamente aquellos para los que abriremos nuestros mercados a los países del Mercosur.
Hoy por hoy, como miembros del Copa y de la Cogeca, hacemos hincapié en la urgente necesidad de abordar las preocupaciones planteadas por los miles de agricultores y ganaderos que en los últimos meses han salido a las calles a manifestarse.
Queremos seguir contribuyendo a la posición de liderazgo de la UE en la esfera del comercio agroalimentario y convertir los retos en oportunidades, para poder encaminarnos hacia un futuro más seguro y próspero para Europa.
A tal fin, queremos una Unión Europea que estimule la competitividad y la productividad de las explotaciones agroganaderas y las cooperativas agrarias, al tiempo que se asegura de que el comercio sí dé sus frutos y no que se convierta en una carga más que nuestra comunidad deberá cargar a sus espaldas. Esto solo puede lograrse con una política comercial coherente que reconozca la importancia estratégica de nuestro sector.