Asociación Española deMunicipios del Olivo. AEMO.
Nos atrevemos a redactar unas notas generales acerca de la evolución de la fructificación de la aceituna en el olivar advirtiendo, como siempre, que cada región es cada región, cada comarca es cada comarca, incluso cada finca es cada finca, por tanto, lo que aquí señalamos es solo una impresión general, admitiendo que existen situaciones muy dispares.
Una vez alcanzada la fase fenológica de endurecimiento del hueso, señalamos en primer lugar los antecedentes hasta este momento:
– Alcanzado febrero y dada la sequía arrastrada en gran parte de España, las expectativas iniciales para la floración que se avecinaba eran bastante pesimistas. La falta de agua en el suelo y un invierno seco, que sucedía a todo un año también seco, nos señalaban crecimientos vegetativos limitados y un estrés en el árbol que no presagiaban buena floración porque el olivo regula el futuro fruto en función de lo “fuerte que se sienta”.
– Llegó marzo y abril y ciertamente llovió en la España olivarera, y lo hizo por encima de la media en estos meses críticos. Con acumulaciones de precipitaciones de 200 o hasta 300 l/m2 en algunas zonas el panorama cambiaba. Siendo así, y considerando la gran capacidad de reacción del olivo, mejoraron sensiblemente las expectativas y esperanzas de una floración más favorable y por tanto una mejor cosecha futura.
– Llegó el momento crítico de la floración, mayo, y el aspecto de partida del olivar era mejor por la lluvia acumulada… pero el campo es el campo, el riesgo es el riesgo y se sucedieron dos circunstancias negativas: por un lado, varios episodios de temperaturas extremas históricas entorno a la plena floración, o fase del frutito recién formado, que podemos afirmar que hicieron bastante daño, en unas zonas más que en otras. Por otro lado, en vastas comarcas del sur de nuestro país, esta plena floración coincidió con intensos episodios de lluvia que «lavaron» el polen, dificultando la necesaria polinización.
Con estos antecedentes entramos en junio y podemos hacer ya una primera valoración de los frutos viables en árbol, ahora que ya comienza la fase de endurecimiento del hueso.
Advirtiendo que la fuente de nuestra valoración no es científica, ni basada en una prospección extensa de campo, sino en la recopilación de impresiones de diferentes técnicos, agrónomos, expertos y agricultores de diferentes zonas del sur de España, podemos afirmar que la fructificación en general es a lo sumo media, y en algunas comarcas y variedades es baja, porque los citados episodios desfavorables de mayo han hecho mella en la viabilidad y el cuajado del fruto.
No olvidemos también que una superficie importante de olivar en riego, el más productivo, esta acusando las restricciones en las dotaciones de agua y el aumento del coste energético con lo que el potencial productivo de estas plantaciones se reducirá de una forma significativa.
Dicho esto, señalamos de nuevo que es demasiado pronto para comenzar a hacer aforos de cosecha y no daremos cifras aventuradas… porque además queda mucho partido por jugar, condicionado por la menor o mayor dureza de las temperaturas para este verano y otro factor más determinante aún, las precipitaciones que se avecinen, o no, en el inicio del otoño lo que marcará la mejor o peor lipogénesis o formación de aceite allá en septiembre-octubre-noviembre, y que tan crítica es en la cantidad final de aceite.
Si que nos atrevemos a vaticinar que la cosecha 22/23 en la Cuenca Mediterráneano será ni mucho menos alta, más bien media o media-baja según las zonas, basándonos en los datos que nos llegan de otros países productores, y en el gran peso de la producción española en el global.
Siendo así, y con un enlace en nuestro país a lo sumo de 400.000 t (2.5-3 meses de comercialización) auguramos fortaleza en los precios del aceite de oliva porque el balance entre oferta y demanda para la próxima campaña de producción y comercialización será equilibrado.
Dicho esto, este precio de equilibrio estará también a merced de la compleja evolución de otros muchos factores globales que influirán en mayor o menor medida, como la tensa situación del mercado de grasas vegetales derivado de la crisis de Ucrania o los efectos de la inflación en el consumidor, entre otros.