Cuando el campo no aguanta, tu bolsillo tampoco
Juan José Álvarez Alcalde, secretario de organización de ASAJA.
Subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y reducir la jornada laboral suena bien en los discursos oficiales, pero en el campo, donde no se vive de promesas sino de esfuerzo diario, las consecuencias son demoledoras. Más costes, menos manos y una cesta de la compra cada vez más cara.
Nos han vendido la subida del SMI como un triunfo social. Pero la realidad es que, de cada euro extra que paga un empresario, el trabajador solo ve una parte; el resto lo engulle el Estado, que siempre se las arregla para salir ganando. El empresario paga más, el trabajador no lo nota tanto y, al final, todos pagaremos más por nuestra fruta, leche o carne. El Gobierno aplaude mientras el campo se ahoga y el consumidor sufre las consecuencias.
La agricultura no es un pozo sin fondo. Es un sector al límite, donde cada céntimo cuenta. Imponer subidas salariales sin dar margen ni apoyo solo lleva a un callejón sin salida: o se suben los precios o se cierra. Y aquí está el engaño: los agricultores no fijan los precios de lo que producen. Asumen los costes mientras otros obtienen beneficios, y cuando los precios aumentan, se responsabiliza al sector agrícola en lugar de considerar al Gobierno, que legisla sin evaluar adecuadamente las posibles consecuencias.
Reducir la jornada laboral suena idílico, pero es otra forma de encarecer la producción. Menos horas, mismo sueldo. Fantástico sobre el papel, ruinoso en la realidad. ¿Quién paga? El empresario, el agricultor, el ganadero que no tiene otra que repercutirlo en los precios. Y el trabajador que hoy celebra su aumento salarial, mañana llorará al ver el ticket del supermercado.
¿Y si el campo desaparece? No es una hipótesis lejana. Explotaciones cerrando, producción local desplomada y dependencia de importaciones más caras y de menor calidad. Cuando falten los tomates de Murcia o los corderos de Extremadura, no busquen culpables en el campo. La culpa será de quienes, desde un despacho y sin mancharse los zapatos, han condenado al sector agrario con medidas irresponsables.
El campo pide sentido común, no milagros. Sin apoyo real, cada subida salarial será un golpe al bolsillo de todos. Porque cuando el campo no aguanta, tu bolsillo tampoco. Y eso, tarde o temprano, lo verás reflejado en cada compra que hagas.