El campo ante las Elecciones del 23J. Por Jaime Lamo de Espinosa
Hay muchas cuestiones a estudiar y resolver si queremos que el campo, nuestro mundo rural, vaya a más y que la profesión de agricultor se estime, se valore, como algo digno de alcanzar, no de rechazar. Y eso es lo que tendrá que hacer el nuevo Gobierno que salga del 23J.
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Esta carta podrás leerla poco antes de las elecciones del 23J. Y la siguiente, cuando ya en septiembre las Cámaras –Congreso y Senado– se hayan constituido. Este proceso electoral ha reducido el número de partidos políticos participantes y su votación será en un día difícil, 23J, seguramente calurosísimo y que está empujando al voto por correo en proporciones nunca conocidas hasta ahora.
Todos los partidos políticos han presentado sus programas electorales, pero hasta el presente, en las numerosas intervenciones personales de los líderes principales y en los debates habidos, he oído escasísimas referencias al mundo de la Agricultura, la Pesca y la Alimentación. Y es mucho lo que los agricultores y ganaderos de España se juegan en este proceso que debe asegurar una agricultura sostenible. También una nueva España Vaciada.
Hoy España cuenta con 900.000 explotaciones agrarias, donde miles de agricultores cultivan 17 millones de hectáreas, de las cuales tres cuartas partes son secanos y casi un cuarto regadíos que generan casi los dos tercios de nuestra producción. A ello se añaden 27 millones de hectáreas del ecosistema forestal. Todo ello significa que en la agricultura “viven” unos 2 o 3 millones de votos y, por ello, el programa electoral agrario de cada partido tiene hoy un importante valor.
Si examinamos las cuestiones que están en juego, que tendrán que ser objeto de estudio y soluciones futuras, encuentro muchas. Permítanme que mencione algunas, quizás olvide otras, a las que el nuevo Gobierno tendrá que enfrentarse. Algunas han sido objeto de manifestaciones en esta primera semana de julio bajo el lema “Si el campo para, no habrá alimentos”.
Hay una gran inquietud en el mundo ganadero por una fuerte oposición ecologista contra las granjas de ganado, sobre todo las llamadas macrogranjas, también sobre un constante y no razonable ataque hacia el consumo de carnes rojas y sobre el bienestar animal. Se aprecia aquí un cierto sesgo ideológico. Al tiempo, los granjeros viven preocupados por el fuerte impacto de la elevación de sus costes en piensos, granos, paja y energía, lo que tiene un efecto sobre la cesta de la compra que pide que el Gobierno reduzca el IVA correspondiente a pescados y carnes.
No gustan, además, en el mundo rural las crecientes limitaciones establecidas a la caza. La caza es necesaria para la vida rural, para la vida en la España vaciada, si no se vaciará más y más. Y lo dispuesto para el lobo debe reconducirse dados los daños que se observan.
Preocupa mucho la nueva PAC que está haciéndose cada vez más “verde” –véase el Farm to Fork– y que ha generado numerosas manifestaciones en Bruselas, Francia y España, exigiendo una PAC menos “verde” y más agraria La agricultura “verde” no debe dar “números rojos”. Esta PAC la vemos muchos con ciertos tintes antiagrarios y debería asegurar las rentas agrarias. La burocracia, además, ahoga a los agricultores que se enfrentan a libros, cartillas, formularios crecientes de Registro de la PAC, con una burocracia infinita muy dura de sobrellevar.
Los agricultores españoles, además, miran con especial preocupación estos años por la fuerte sequía y esperan que les lleguen ayudas compensatorias y ven con esperanza el mundo del agua, de los riegos. Pero las cosas que leen y oyen y que implican limitaciones en el uso del agua les perturban y les llenan de angustia por sus rentas futuras. El Acueducto Tajo-Segura está sufriendo fuertes limitaciones. Ataques diría yo… y muchos. Transición Ecológica ha reducido fuertemente los envíos al Segura y se anuncian ahora nuevos recortes pese a las lluvias de los últimos tiempos.
La última transferencia acordada para usos agrarios ha sido ridícula. Y creen posible que en septiembre se cierre el grifo para los trasvases. Y desgraciadamente todo ello se hace bajo el razonamiento de los llamados “caudales ecológicos”, cuestionados duramente por el magnífico dictamen jurídico emitido por el prestigioso catedrático Antonio Fanlo. Si tales caudales se hubieran regulado con cifras menos exigentes e irracionales, las aguas que regalamos a Portugal por encima de lo previsto en Albufeira, llegarían al Segura, a la “huerta de Europa”. Y donde hay agua hay población y rentas, no España vaciada.
El nuevo Gobierno deberá impulsar, si quiere que España siga siendo una potencia agraria, más presas, no menos, más desaladoras para usos urbanos, turísticos e industriales, no para usos agrarios por sus inasumibles costes, más trasvases intercuencas, más inversiones y ayudas en la digitalización del ciclo del agua y de los sistemas de riego, más inversiones en aguas residuales urbanas para usos de riego y un gran Pacto Nacional del Agua. Será la única forma de luchar contra un aumento de las sequías extremas y el estrés hídrico, debido al cambio climático.
El mundo agrario ve también con preocupación creciente la presencia en nuestros propios mercados de productos que nos llegan por una competencia desleal basada en concesiones arancelarias exageradas y una mayor permisividad de factores técnico-laborales-sanitarios que a nosotros se nos exigen pero que se aceptan para ciertos países terceros. Parece no aplicarse el principio de “preferencia comunitaria” frente a países terceros que, recordémoslo, sigue vigente desde que nació en el Tratado de Roma y es uno de sus fundamentos.
Es necesaria además una nueva política forestal, capaz de luchar contra los incendios, pues las sequías y el abandono de los montes, facilitan el fuego y su rápida expansión. Tenemos millones de hectáreas arboladas y arbustivas, un 40% de nuestra superficie total. Y el bosque crece año a año. “No somos un país deforestado pero sí un país sin política forestal” nos recordaba hace poco Eugenio Nadal. Aquí también hay otro conflicto competencial entre el Ministerio para la Trasición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), como en aguas o caza…
Vemos además cómo la España interior se vacía progresivamente y debe definirse una nueva política para esa España que ponga el acento en el turismo rural, en la belleza de sus pueblos, en favorecer que ciudadanos pasen a vivir en esos núcleos, en la gastronomía de cada municipio o de cada comarca, en la mejora de sus comunicaciones, en “devolverlos” al ferrocarril o a las carreteras. En definitiva, en favorecer la intercomunicación con municipios próximos de más de 20.000/30.000 habitantes, definir y propiciar un mundo rural a menos de 30 minutos del mundo urbano habitado. Acercar la ciudad al campo y la inversa.
El campo además debe ser consciente de que los jóvenes no quieren permanecer en él y que solo lo harán si entran en la sostenibilidad y en la digitalización con facilidad para practicar una nueva agricultura, una nueva agronomía moderna y de altísima eficiencia y que aproveche al máximo la digitalización en la gestión del campo. Y lo mismo cabe afirmar respecto a las mujeres cuyas habilidades digitales son proverbiales. Han sido siempre un pilar del mundo agrícola y ganadero y siguen siéndolo. Habrá que, como con los jóvenes, instrumentar políticas de retención de ambas poblaciones. Y fomentar y defender la agricultura familiar y el mundo cooperativo, tan necesarios ambos.
También el Gobierno que nazca de este proceso debería ser consciente de que dado el pequeño porcentaje (4%) que la producción vegetal tiene en la generación de gases de efecto invernadero (GEI) y dado que el hambre en el mundo está creciendo, contrariamente a lo que debería suceder, las limitaciones en el uso de fertilizantes que tratan de imponerse desde el Panel de París, deberían ser discutidas y no aplicadas. El propio Acuerdo de París nos dice que la lucha contra los gases de efecto invernadero debe hacerse de un “modo que no comprometa la producción de alimentos” (2016). Luchar contra el hambre debe ser una prioridad ética frente al cambio climático.
Con respecto a la cadena alimentaria –todo el sistema agroalimentario es el 9,2% del PIB– hay que seguir el proceso iniciado ya para armonizar todos los intereses que se juegan en esa cadena donde, no lo olvidemos, el agricultor y el ganadero sufren, lo repito una vez más, una “doble presión inversa”. A ellos les suben los precios de sus insumos (energía, piensos, gasóleo, etc.) pero cuando tratan de vender sus productos, el siguiente eslabón de la cadena le presiona a la baja en la fijación de sus precios. Es necesario un nuevo equilibrio en la cadena. Y no olvidemos que termina en la gastronomía, eslabón cada vez más importante.
Y habría que solucionar los problemas que se vienen suscitando entre el MITECO y el MAPA a propósito de los conflictos por sus competencias, invasivas por el lado ecológico, en temas como las aguas, la caza, lo forestal, etc. No es un tema menor. Quizás habría que llevar Medio Ambiente a Agricultura, donde ya estuvo un tiempo y con resultados muy positivos.
Y hay que potenciar los estudios de Ingeniería Agronómica y de Veterinaria, cuya función es vital para el sector pues se precisan aproximadamente varios miles de profesionales más que tendrían asegurado un 100% de empleabilidad.
Hay muchas cuestiones a estudiar y resolver si queremos que el campo, nuestro mundo rural, vaya a más y que la profesión de agricultor se estime, se valore como algo digno de alcanzar no algo para rechazar. Y eso es lo que tendrá que hacer el nuevo Gobierno que salga del 23J. Ojalá sea así y así lo vean los políticos de unos y otros partidos.
En fin ya hablaremos tras el 23J… Que Dios reparta suerte. Y seamos conscientes que lo que debatimos y decidimos el 23J no es el bienestar de cada partido o sus líderes, sino el bienestar de España. Los partidos son instrumentos a su servicio, no fines propios.
Muy feliz verano y hasta septiembre.