Entrevista a Ramón González Sánchez, CEO de la compañía Robonity
Rosa Matas. Lleida
“Los robots ya ocupan parte de la línea de manipulado y de envasado, y eso va a ocurrir en campo abierto”
Ramón González Sánchez ha trabajado como investigador en el Grupo de Movilidad Robótica del Massachusetts Institute of Technology (MIT) en proyectos con la NASA, con la OTAN, con el Ejército de Estados Unidos y con la Agencia Espacial Canadiense. Miembro de la sociedad ISTVS (International Society for Terrain-Vehicle Systems), dejó el MIT para fundar en su tierra, Roquetas de Mar (Almería) Robonity, una startup con la que pretende aplicar a la agricultura robótica, inteligencia artificial y big data. La Comisión Europea le ha dedicado el mes de abril en el calendario de 2023 enfocado a los “Héroes”, personas que sirven de ejemplo e inspiración en diferentes ámbitos, como el cuidado del medioambiente, la investigación médica, la educación, la cultura, el deporte, la democracia o la agricultura.
¿Qué es Robonity?
Su nombre viene del inglés: robot y oportunidad. Es una startup que tiene la vocación de aplicar a la agricultura tecnología de robots de exploración planetaria. Nació en 2019 y nuestro primer producto es Mobibuk, que digitaliza la toma de decisiones de los agricultores, facilita el control de sus gastos, la planificación, los costes laborales, de parcelas y el control sanitario, y permite comparar entre años. Todo desde un ordenador, una tablet o un móvil.
¿Trabajan solo con invernaderos?
No, es una tecnología generalista. Se aplica en cualquier tipo de producción hortofrutícola. Nosotros tenemos clientes, por ejemplo, en Murcia de patata; en Almería, de invernaderos de tomate; en Granada y en Málaga, de chirimoya o aguacate.
¿El cuaderno digital que exige ahora el Ministerio de Agricultura supondrá para su empresa un acicate?
Efectivamente. Desde hace un año y medio tenemos en el mercado un cuaderno de campo digital que forma parte del ecosistema Mobibuk. Aparte de cumplir la ley, ayuda a generar los documentos necesarios, por ejemplo, para certificaciones como Globalgap, que son muy tediosas.
Usted ha ayudado a poner robots en Marte. ¿Cómo se puede aplicar esa tecnología a la agricultura?
Ese es el objetivo de Robonity. El lema de nuestra empresa es “De las estrellas para las personas”. Al final, cuando uno trabaja con robots en Marte, la luna o donde sea, lo que se está manejando es tecnología punta. Ese background, toda esa mochila de conocimiento se puede aplicar a cualquier cosa.
Para mí, lo interesante es transferir ese conocimiento a la sociedad, a un producto comercial. Y eso es lo he hemos hecho.
Gran parte de ese conocimiento lo aporto yo de lo que he aprendido con la NASA y con el MIT, para mí es un orgullo liderar este equipo de gente joven, que tiene inquietud y es proactiva.
¿Está trabajando en robots para invernaderos?
Cuando empezó Robonity, en 2019, sí continuamos un proyecto de la NASA que se tuvo que cortar por la pandemia, por cierre de fronteras con Estados Unidos. Hoy en día no nos lo planteamos, porque estamos muy centrados en Mobibuk.
Sabemos que el futuro de la agricultura pasa por la robotización. Lógicamente, nosotros, en la medida en la que dispongamos de tiempo en el futuro, volveremos a la robótica, porque es el ADN de Robonity.
En los almacenes de manipulado de frutas y verduras, los robots ocupan gran parte de la línea de manipulado y de envasado, eso va a ocurrir en la agricultura, en campo abierto.
¿Así que volverán a los robots a corto plazo?
A Medio-largo plazo. Es cierto que en nuestro laboratorio tenemos robots móviles con los que investigamos, hacemos control de navegación y percepción del entorno, pero de ahí a que eso sea un producto comercial, todavía queda tiempo.
¿En qué le gustaría que trabajaran los primeros robots de Robonity?
Lo que nosotros estamos actualmente sondeando y viendo con agricultores es el trabajo de invernadero, físicamente muy duro. Ahora, con la ola de calor que estamos sufriendo, hay gente que hasta las cinco de la tarde está metida dentro del invernadero y eso, a nivel físico, es bastante duro.
Hay ciertas tareas, como es la pulverización o fumigación que incluyen el manejo de productos que, en ocasiones, pueden ser nocivos. Ese tipo de labores que pueden ser realizadas en mayor o menor medida por robots sería algo interesante. O las propias labores de recolección o de cuidado de la planta como el deshoje o el destalle. Todo esto es bastante susceptible de ser robotizado.
Habla de robots recolectores…
Los seres humanos hacemos muy bien nuestro trabajo, una persona puede recolectar más tomates por hora que un robot. El objetivo es desarrollar esa herramienta. El robot puede ser más lento, pero puede trabajar 24 horas. Un ser humano, cuando hay 50 grados de temperatura en un invernadero seguro que no.
Ya hay tractores autónomos. Usted participa en foros sobre robótica en los que también se habla de la responsabilidad en la siniestralidad.
La cuestión es que la robótica ya es un campo muy maduro a nivel tecnológico. En el último año ha habido una gran evolución, tanto en la parte de control de los robots como en la parte de sensor, en la mecanización, en automatización.
Nos enfrentamos a dos cuestiones fundamentales. La primera de ellas es ¿para qué vamos a diseñar robots para el campo? Lo interesante es ver para qué queremos los robots. La segunda cuestión son las razones éticas y morales que levanta la robótica. Porque imaginemos que ponemos un robot en el campo y hay un accidente. ¿De quién es la responsabilidad? ¿Del que ha fabricado el robot? ¿De la compañía aseguradora? ¿Del que ha comprado el robot? ¿Del humano que se ha puesto en medio?
Siempre que hablamos de robótica e inteligencia artificial, estamos cruzando una línea de la ética y la moral y todavía no se está hablando mucho de ello.
¿Cada robot debería llevar un seguro como lo llevan los coches? Es otra cuestión que todavía está abierta, la legalidad de los robots.
¿Por qué cambió el MIT por Almería?
Yo he estudiado en la universidad pública española, en la Universidad de Almería. Estudié con beca pública. Luego, cuando terminé la Ingeniería Superior en Informática, decidí estudiar el doctorado universitario y lo cursé a través de una beca del Ministerio de Educación.
Gracias a esa beca pude alcanzar algunos de mis sueños, como trabajar en robótica de exploración espacial. Parte de mi tesis doctoral la realicé en el Instituto Tecnológico de Suiza, que está en Zúrich, trabajando para la Agencia Espacial Europea. También hice una estancia en la Universidad de Sevilla. Saqué el doctorado y me tuve que marchar de Almería, trabajando un año en la Universidad de Zaragoza. Cuando el desempleo y la incertidumbre oteaba sobre el horizonte, salió una oportunidad de irme a trabajar al MIT.
Estuve allí tres años, colaborando con varios centros de la NASA, y me ofrecieron también trabajo en Silicon Valley, incluso en Abu Dabi, puestos bastante interesantes. Dije que no, porque tras un poco tocar las estrellas con la robótica espacial, mi siguiente reto era volverme a mi país, que me lo había dado todo a través de becas.
Y creó esta empresa.
Para mí la línea más recta para ayudar a la sociedad es la empresa, las empresas transforman sociedades y crean riqueza. Por eso cuando decidí volverme a España, lo que hice fue montar una empresa, devolver a mi país lo que me ha dado, con lo que yo sé hacer, la ingeniería.
Lógicamente en esa decisión siempre hay un punto que no es racional. Si lo analizamos a este nivel, lo más normal es que te quedes trabajando en la NASA.
¿Robonity forma parte del ecosistema del MIT?
Efectivamente, es una startup que está creada en Almería, pero pertenece al ecosistema MIT, porque yo he sido investigador del MIT y porque su Comité de Startups ha considerado que sus valores son los que defiende esa Universidad: intentar hacer la sociedad mejor y resolver problemas a nivel global, no local, en nuestro caso, digitalizar la agricultura.
Un ejemplo de esos valores son los objetivos de desarrollo sostenibles de Naciones Unidas, nosotros estaríamos alineados con el objetivo de Hambre Cero.
¿Qué significa formar parte del MIT?
Lógicamente aparte de decir que pertenece al MIT -en todo el mundo hay menos de 2.000 empresas asociadas-, tiene dos connotaciones. Una de ellas es que anualmente el Instituto Tecnológico de Massachusetts celebra un evento en el que, dependiendo de la temática que toque, invita a sus empresas asociadas a una conferencia a la que asisten personas como Bill Gates. A nosotros nos invitaron en 2019 para hablar de agrotecnología, dimos una charla en Boston y pudimos hacer una demostración.
Otro aspecto importante de pertenecer a esa red es que cuando una empresa o una institución pregunta al MIT por empresas de agrotecnología tiran de su lista, nosotros ya hemos tenido algún contacto.