Esta no es una inflación de demanda, lo es de costes. Por Jaime Lamo de Espinosa
Si el gasóleo agrícola y los fertilizantes justifican las subidas en origen, los precios al agricultor, nada explica suficientemente el fuerte multiplicador que acaba elevando los precios al consumo en las proporciones antes indicadas.
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Terminó septiembre y algunos de los datos económicos que esperábamos ya son una realidad desgraciadamente poco esperanzadora. FUNCAS (Fundación Cajas de Ahorro) cree que el PIB solo crecerá el 0,7% en 2023 –cifra inferior a la prevista por el Gobierno y a la anunciada por el FMI– y ello debido a la falta de demanda interna en medio de la guerra de Ucrania y al alza de precios que piensa será del 9,1% en este ejercicio y de un 4,8% para 2023.
Por su parte, la AIReF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal) , hace unos días, juzgando los Presupuestos Generales del Estado, rebajó el crecimiento del PIB de 2023 anunciado por el Gobierno, verificó el estancamiento de la economía e hizo una previsión de “recesión técnica” en el paso de 2022 a 2023. Y cree que el “festival de gasto” debería corregirse, que el déficit crecerá en exceso y que la inflación podría seguir en alza y llegar al 5% en 2023, por la ausencia de medidas en su contra. Y el propio INE ha constatado que la economía se estancó ya en el tercer trimestre y, si fuera negativo su crecimiento, podríamos estar a las puertas de una recesión en el cierre del año y que la inflación tardará mucho en desinflarse. ¿Hay riesgo de recesión inflacionista, de estanflación? Dejémoslo en interrogante…
Como se ve los pronósticos contemplan una fuerte caída del PIB y una inflación severa en 2023, lo que seguirá mermando las renta familiares, el poder adquisitivo de los hogares, y consumiendo parte del ahorro generado durante el confinamiento y la pandemia. La inflación nos persigue y nos amenaza. Y yo añado que, sobre todo desde el lado de los alimentos, no solo desde la energía. Así, el IPC de septiembre ha caído algo, hasta el 8,9%, tras tres meses consecutivos por encima del 10%. Pero, desgraciadamente, los precios de los alimentos volvieron a subir fuertemente. Su tasa anual alcanzó, nada menos, que el 14,4%, es decir creció 6 décimas sobre su índice anterior y ese porcentaje es el más alto desde el comienzo de la serie en enero de 1994.
Es verdad que hay un dato positivo y es que la electricidad y los carburantes han bajado algo sus precios y eso ha contribuido a la moderación del IPC interanual. Y lo mismo ha ocurrido en el grupo de transportes. Pero, como ya se ha indicado, los alimentos han marcado un nuevo récord y algunos de modo muy singular. Es el caso de numerosas rúbricas del Índice, cuyas variaciones anuales son de dos dígitos… y altos. Así, la leche, aceites y grasas, cereales y derivados, carne de ave, legumbres y hortalizas frescas, productos lácteos, patatas, pan, carne de vacuno y de ovino, etc., (datos INE).
Como se ve, los precios de los alimentos han subido fuertemente, lo que incide negativamente en la “cesta de la compra”, que ha elevado su coste en un 42,6% sobre 2021, y en las rentas familiares. Habría que bajar el IVA de los alimentos, pero inexplicablemente no se hace. Por eso no es de extrañar que las “colas del hambre” hayan crecido en la forma en que lo han hecho y que los bancos de alimentos hayan repartido en 6 meses lo mismo que en todo 2021.
Esta no es una inflación de demanda. La demanda no crece, al contrario se contrae mes a mes. Es una inflación de costes y Ucrania está al fondo de todo. Y lo peor es que tras la “conquista” de las cuatro provincias ucranianas por Rusia puede que empeoren los embarques y el transporte de cereales desde el Mar Negro y esto empujará los costes aún más hacia arriba. Y otros, por otras causas, anuncian ya un intenso aumento en los meses inmediatos y del año próximo, como es el caso del aceite de oliva, dada la escasez de la cosecha de oliva (un -47% aproximadamente) como consecuencia del calor, la sequía y, en olivos de riego, la carencia de aguas para dicha finalidad en algunos lugares.
Y es que, en el inicio de la cadena de valor, agricultores y ganaderos están viendo como aumentan día a día sus costes, especialmente el gasóleo (más de 75% en lo que va de año) y los fertilizantes que han subido un 300% en 2022. Por eso las rúbricas más directamente afectadas por estas variaciones han experimentado incrementos de mayor intensidad, como es el caso de los aceites, los cereales, el pan, las carnes y la leche.
Es por ello que Milagros Marcos, portavoz de Agricultura del PP en el Congreso ha pedido que se compensaran tales subidas mediante las ayudas previstas en las Ley 16/2021 de la Cadena Alimentaria, que en su Disposición Adicional 1ª faculta al Gobierno a bonificar hasta un 35% el gasóleo y un 15% los fertilizantes (un reciente dato demuestra cómo está el sector: las inscripciones de maquinaria agrícola han caído un 12,6% en el 2º cuatrimestre del año).
Sin embargo el Gobierno vetó la aprobación de dichas bonificaciones en virtud de que ello supondría un aumento de gasto para las arcas públicas (tras un inconmensurable aumento del “gasto improductivo” que se recoge en los Presupuestos Generales del Estado). Ni que decir tiene que todas las organizaciones agrarias han manifestado su profundo disgusto y malestar ante esta no aplicación de la Ley, esta “No compensación”que es tanto más incomprensible cuanto que los precios en origen son relativamente bajos en comparación con los que se observan endestino.
El IPOD, número de veces que multiplica el precio de origen en el precio de destino, es altísimo, un 4,11 para los productos vegetales y un 2,77 para los productos ganaderos (según COAG). Destacando sobre todo los márgenes de frutas y verduras y las carnes de ternera, cordero y porcino. Si el gasóleo agrícola y los fertilizantes justifican las subidas en origen, los precios al agricultor, nada explica suficientemente el fuerte multiplicador que acaba elevando los precios al consumo en las proporciones antes indicadas.
Todo este tema nace de la guerra de Ucrania y el corte de suministros que está generando una crisis alimentaria mundial y una crisis en las rentas agrarias. Ya lo hemos comentado en cartas anteriores. Por ello, de no resolverse pronto esta situación, el IPC de los próximos meses seguirá sufriendo un fuerte empuje desde el lado de diferentes rúbricas de los Alimentos. Y puede que las previsiones de la AIReF y de FUNCAS, antes comentadas, se queden cortas en su diagnóstico de futuro. Ojalá me equivoque…
Un cordial saludo