La invasión rusa de Ucrania ha devuelto la guerra a suelo europeo, y sus dramáticas consecuencias se están desarrollando ante nuestros ojos.
La CE debería revisar sus Estrategias “De la granja a la mesa” y de Biodiversidad. Por Farm Europe
Por Farm Europe
Ucrania y Rusia son los principales exportadores mundiales de cereales: trigo, maíz y girasol. La guerra bloquea las exportaciones del Mar Negro. A día de hoy y durante toda esta campaña, más de 10 millones de toneladas de granos no pueden suministrarse a los mercados mundiales. ¿Qué pasará en la próxima campaña? Los efectos ya se están notando, con los precios de los cereales alcanzando niveles cada vez más altos.
Los consumidores de la UE tendrán que pagar más por su cesta de la compra, además de estar soportando ya las recientes presiones inflacionistas. Los productores de carne de la UE están viendo aumentar el coste de la alimentación de su ganado y en algunas partes de Oriente Medio y África, la inflación de los precios de los cereales afectará a legiones de personas pobres.
La guerra trae consigo dolor, pero también es una llamada de atención para la UE. A esas alturas, los europeos tienen que tener muy claro que deben mejorar su soberanía energética y ser menos dependientes de las importaciones de Rusia.
También debe quedar perfectamente claro que la UE debe garantizar su soberanía alimentaria. La independencia energética y alimentaria son pilares estratégicos cruciales. No debemos poner en peligro nuestro suministro de alimentos y debemos garantizar que los países mediterráneos vecinos y los países de África no se enfrenten a la hambruna.
Esto debería ser una llamada de atención para la Comisión Europea. Las propuestas de la Comisión sobre las Estrategias «De la granja a la mesa» y la “Biodiversidad” son contrarias a nuestra soberanía alimentaria y a la seguridad alimentaria mundial.
Todos los estudios y análisis realizados sobre las propuestas, incluido el de la propia Comisión, arrojan resultados sorprendentes: la oferta se reduce en más de un 10-15% en sectores clave, como el de los cereales, oleaginosas, vacuno de carne y de leche; en más de un 15% en la carne de cerdo y en aves de corral, y en más de un 5% en hortalizas y en cultivos permanentes. Todos los análisis publicados muestran resultados similares, lo que deja pocas dudas de que existe una fuerte contracción “autoinfligida” en la agricultura de la UE.
La UE no puede continuar con una política que reduce su producción agrícola, en un momento en el que se cuestionan la globalización y la seguridad del suministro, cuando la demanda mundial de alimentos y piensos aumenta a medida que crece la población mundial.
Es hora de que la Comisión revise a fondo sus propuestas.
La lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente son prioridades que compartimos. Nuestro problema no es poner en marcha políticas que vayan en esta dirección. La realidad es que las políticas propuestas por la Comisión tendrían un impacto limitado, si no negativo, en el medio ambiente, ya que la producción agraria aumentaría en otros lugares para compensar la reducción en la UE, mientras que tendría un impacto dramático en nuestra propia producción de alimentos y aumentaría la inflación.
Hay políticas alternativas que protegen el medio ambiente y luchan contra el cambio climático, al tiempo que aumentan nuestro potencial productivo. La clave es promover las inversiones adecuadas para lograr un crecimiento sostenible de la productividad. Se puede hacer, está demostrado, pero la UE tiene que intensificar sus esfuerzos en este ámbito.
La Comisión debería hacer un balance de evaluación y reconocer las consecuencias de sus propuestas inadecuadas y cambiar de rumbo sin demora. La Comisión no debería hacer ninguna propuesta legislativa antes de revisar sus efectos.