Recordaré, una vez más, algo que he escrito muchas veces, que “los fuegos se apagan en invierno”. Y hoy con el abandono del medio rural, la inactividad en los campos, el no pastoreo con cabras y ovejas, sobre todo, el bajo monte, las limitaciones a la caza, la no limpieza de montes e incluso de los cortafuegos, hacen que cada año la situación sea más peligrosa.
La España vaciada está siendo la España resecada, abrasada, calcinada. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Hemos acabado junio con un calor no recordado nunca en estas fechas. El fuerte cambio de temperatura nos ha llevado a sufrir en la semana anterior a la terminación de esta carta temperaturas máximas superiores a 40ºC en muchos lugares de España. Hemos soportado noches que bien podríamos calificarlas de tropicales, noches en las que era imposible dormir y unos días en los que pasear por las calles o hacer algún deporte era incluso peligroso. Una ola de calor, larga y temprana en el tiempo, que afecta a personas, producciones agrícolas, incendios forestales y aumenta el estrés hídrico por pérdidas de agua por evaporación hasta el punto de que incluso los vencejos mueren de calor en Sevilla y Córdoba. Haré algunos comentarios al respecto.
Este mayor calor en esta época, no habitual, genera fuerte evaporación, menor absorción de agua y debilita plantas y cultivos. Disminuye el follaje y expone a las frutas y hortalizas a más radiación solar con daños en la producción inevitables. Incluso cambian el color del fruto haciéndoles perder valor comercial. Y los calores de este año han causado efectos negativos sobre los rendimientos de las primeras cebadas cosechadas en Castilla y León. Bastantes problemas tiene ya nuestro sufrido campo con los aumentos de costes del año como para añadir ahora este efecto negativo adicional.
Y con esa ola de calor nos han llegado también los incendios forestales que abrasan España. Estas olas de calor favorecen los incendios y al tiempo dificultan su extinción. Y respecto a la ola de incendios forestales que se han recrudecido en estos días en Cataluña, Navarra, Zamora, etc., la Sierra de la Culebra ha sufrido grandes pérdidas forestales, setas, castañas, caza, fauna y flora, y tristes daños para personas en sus bienes inmuebles, sus tierras, sus labores… ¡Un desastre! Esto afectará duramente su estructura demográfica futura. Recordaré, una vez más, algo que he escrito muchas veces, que “los fuegos se apagan en invierno”. Y hoy con el abandono del medio rural, la inactividad en los campos, el no pastoreo con cabras y ovejas, sobre todo, el bajo monte, las limitaciones a la caza, la no limpieza de montes e incluso de los cortafuegos, hacen que cada año la situación sea más peligrosa. Las más de 30.000 hectáreas quemadas en Zamora muestran bien la situación en la que estamos.
La Universidad de Castellón considera que el abandono rural junto al aumento de la cubierta vegetal por falta de cultivo, es la principal causa de los incendios. Y no les falta razón. Sin hombres y sin los ganados extensivos vacuno, ovino y caprino el bajo monte prospera y arde como la yesca, sobre todo si se añade falta de lluvias y calor extremo. Y su pérdida tiene efectos muy negativos sobre el cambio climático pues los bosques son una potente fuente de mitigación del CO2, por su absorción y correspondiente emisión de oxígeno. Por eso insisto tanto en que la PAC debería establecer una ayuda para los bosques, equivalente en términos positivos a lo que representan las sanciones a otros por la emisión de GEI.
A ello se une que llevamos meses sufriendo una sequía especialmente aguda y así un portavoz de la Aemet ha podido decir que “los periodos secos se están alargando en el tiempo mientras que los episodios de lluvias torrenciales son cada vez más frecuentes e intensos”.
Y así es. Esa escasez de lluvias, esa sequía, ese fuerte calor ha provocado en los embalses españoles un descenso de casi 450 hectómetros cúbicos y hoy se han situado en un 48,2% de su capacidad total. Muchas cuencas del sur están hoy por debajo del 33% de su capacidad, como las del Guadiana o el Guadalquivir. “Voces de muerte sonaron, cerca del Guadalquivir…” habría que repetir recordando a Lorca. Y las cuencas del Tajo y del Segura se han situado en el 47,3% y el 44,3%, respectivamente. Incluso esas reducciones han afectado a varias cuencas internas del norte y en particular del País Vasco. Y las eléctricas, acelerando el vaciamiento de sus embalses, por razones de precios del gas y sus beneficios, acentúan aún más esa reducción.
Es indudable –aunque algunos seguramente lo sigan poniendo en duda– que estas temperaturas y estas sequías extremas son fruto del cambio climático. Y si ese cambio sigue afectando a las dotaciones y las reservas de agua, no solo en España sino a nivel mundial, esto puede acarrear problemas muy graves incluso de abastecimiento de agua potable de grandes poblaciones. No olvidemos que el acceso al agua potable es lo que permite el asentamiento de grandes poblaciones. Y ello nos lleva a la necesidad de plantearse una nueva gobernanza en el mundo del agua.
Tenemos la suerte de que siendo un recurso escaso, nos llueve todos los años, aunque sea de modo torrencial, y su reutilización es posible. Se pueden recuperar las aguas residuales, regenerarlas, destinarlas a uso industrial, a riego agrícola o a uso urbano exceptuando el consumo humano. Un buen ejemplo de la producción de aguas regeneradas en plantas de saneamiento de aguas residuales es la de la comarca catalana del Baix Llobregat. Y ello con independencia de las posibilidades que para usos industriales o urbanos nos ofrecen las plantas desalinizadoras con el agua marina.
Entre el 1 de octubre de 2021 y el 31 de enero de este año ha habido un 35% menos de lluvias de lo normal con 192 l/m2 cuando lo lógico hubiera sido 300 l/m2, según Rubén del Campo, portavoz de la Aemet, quien concluye que “llueve lo mismo pero en menos días”, lo que me hace pensar que deberíamos prepararnos para generar una mayor reserva hidráulica aumentando incluso si fuera preciso el número de embalses hoy existentes, pues como afirma del Campo “la sequía meteorológica acaba llevando a la sequía hidrológica”.
En suma, el cambio climático está aquí y sufriremos fenómenos de calor extremo como éste, y peores aún, si no trabajamos todos en todo el planeta para reducir el calentamiento global. La España vaciada está siendo la España resecada, abrasada, calcinada. Si no se actúa rápido conforme a lo acordado por el IPCC en París en 2015, estas temperaturas extremas de junio volverán en otros meses y todos los años, agravando nuestra situación vital y agraria.
Y permítanme que, como final, añada algo de muy diferente tenor. Han culminado las elecciones del 19J de Andalucía, otorgando un inmenso triunfo electoral al PP. Otro día examinaremos el tema con detalle desde un punto de vista del voto rural. Pero creo que es evidente que los problemas relacionados con la agricultura, la PAC, el mundo rural, la caza, los toros, los regadíos, etc., han tenido una enorme influencia cuyas consecuencias no soy capaz todavía hoy de cuantificar. Otro día… Pero es importante, porque tras ese resultado se oye, fuerte, una potente voz rural que debe ser analizada.
Un cordial y caluroso saludo