A mi juicio la Comisión Europea no puede contemplar este problema sin implantar un programa extraordinario de ayudas. Ha planteado un durísimo protocolo de actuación frente a la enfermedad pero ahora debe plantear otro protocolo de defensa de la renta de los agricultores afectados.
La necesaria defensa de la renta de los agricultores afectados por Xylella fastidiosa. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por JAIME LAMO DE ESPINOSA, director de Vida Rural.
Querido lector:
Dada la transcendencia de lo que está ocurriendo en materia fitosanitaria en algunos países europeos, fundamentalmente en Italia, y que ahora parece apuntar en España, es obligado hacer una reflexión económica sobre esta amenaza fitosanitaria que gravita hoy sobre la olivicultura española, aunque no solo sobre ella. Me refiero, como no, a la Xylella fastidiosa.
Esta no es una bacteria fitopatógena desconocida. Ya se estudió (Pierce) en California, en el valle de Santa Ana, a finales del siglo XIX. Pero nunca, como ahora, había afectado a plantaciones regulares de alto rendimiento económico. Y los agentes transmisores, los insectos, seguirán extendiendo la enfermedad en cada país afectado y entre países.
Ya en octubre de 2013 las autoridades fitosanitarias de la Unión Europea alertaron sobre una epidemia devastadora de alta peligrosidad aparecida en olivares del sur de Italia. Pronto se confirmó que se trataba de la bacteria Xylella fastidiosa, hasta ese momento ausente en las plantaciones de olivar en Europa, y se confirmó que la enfermedad se extendía de forma rápida produciendo la desecación rápida de los olivares.
Cuando los expertos iniciaron la investigación se descubrió que cerca de 8.000 ha estaban ya contaminadas y que más de 1 millón de olivos se encontraban enfermos. Hoy se cree que hay cerca de 250.000 ha afectadas. Recientemente –a finales de 2016– la enfermedad pasó a las Islas Baleares donde se encontró infectando olivos, acebuches, almendros y otras especies ornamentales. Y desde hace unos meses, junio 2017, se ha detectado algún foco en Guadalest (Alicante).
Sus síntomas externos suelen ser muy claros: las hojas adquieren un color semejante al tabaco, eso determina la desecación de brotes y pequeñas ramas, primero periféricas, luego más profundas y finamente los árboles acaban muriendo. La poda severa de los árboles no impide la extensión de la enfermedad. Y aunque se están aplicando, en Italia, diversos insecticidas, muchas de sus materias activas están autorizadas en España para diversos cultivos pero no todas para el olivar.
Hoy por hoy la solución es el arranque y la quema del arbolado arrancado de la zona afectada con un área perimetral adicional de protección.
Si tenemos en cuenta que una parte muy sustantiva de la Producción Final Agraria (PFA) española está basada en el olivar, el viñedo, los frutos secos y las frutas, la amenaza que se cierne sobre la agricultura española es de gran consideración.
Afortunadamente los servicios técnicos del Ministerio y de las comunidades autónomas lo han abordado con prontitud y eficacia y la tecnología vendrá, seguro en auxilio de este “fastidioso”, terrible, problema.
Estamos ante una bacteria con un enorme potencial patógeno. Se la ha calificado como “el ébola del olivo”. Es lógico pues la enorme preocupación que existe hoy en Andalucía y Castilla-La Mancha, aunque no solo, con este problema.
Pero, como ha quedado expuesto, este no es sólo un problema español. Hoy afecta a Alemania, Francia, Italia y España. Probablemente pronto lo veremos en Grecia y tal vez en Portugal. Los agricultores que se vean afectados por ella se verán obligados a arrancar sus árboles y a replantar o cultivar, todavía no se sabe qué, pues volver a plantar leñosas susceptibles de ser atacadas sería un auténtico disparate. Pero además todo esto les va a generar costes importantes y una pérdida de renta considerables durante varios años.
A mi juicio la Comisión Europea no puede contemplar este problema sin implantar un programa extraordinario de ayudas. Ha planteado un durísimo protocolo de actuación frente a la enfermedad pero ahora debe plantear otro protocolo de defensa de la renta de los agricultores afectados.
Desde mi punto de vista las subvenciones que hoy reciben las plantaciones que van a ser objeto de arranque deberían mantenerse, al menos en un porcentaje alto, un 80%, por ejemplo. No habría que modificar el presupuesto de ayudas al alza, habría que mantenerlo y al menos los agricultores percibirían unas ayudas, una renta, que les compensaría en parte del daño y perjuicio experimentado.
Esos agricultores habrán perdido el “vuelo” y tardarán años hasta que nuevas producciones sustituyan a las primitivas que han sido objeto de arranque. Pero mientras tanto no se les puede dejar abandonados. Así pues mi propuesta es que los países afectados planteen a la Comisión que el sistema de ayudas al olivar o a los almendros, etc., permanezca, al menos durante cinco años tras el arranque y al menos en un 80% de la cuantía anteriormente percibida. Sería justo y equilibrado, creo yo. Y con el 20% atiéndase a los agricultores afectados en otras plantaciones que no disfrutan de ayudas.
Ojalá los científicos den con la solución del problema patógeno pero mientras tanto arbítrese una fórmula como la expuesta o semejante para proteger la vida de los agricultores. No sea que al tiempo que mueren los árboles dejemos impasibles que mueran económicamente los agricultores propietarios de los mismos.
Un cordial saludo