Los envases irrellenables, un camino aun por recorrer
Pedro Barato, presidente de la Interprofesional del Aceite de Oliva Español
Han pasado ya dos años desde que entró plenamente en vigor el Real Decreto 895/2013 sobre nuevas normas de presentación de los aceites de oliva en las salas de hostelería y restauración. Un periodo de tiempo razonable que invita al balance, con la perspectiva que esa etapa nos ofrece. Y para no andarnos por las ramas, hay que señalar que el resultado no está a la altura de las expectativas.
A día de hoy seguimos encontrando, en ciertas ocasiones, aceiteras cochambrosas en bares y restaurante de todo el país. Algo especialmente doloroso en zonas productoras como Jaén, Córdoba, Ciudad Real, Cáceres o Madrid.
Cabe preguntarse si estos casos son excepcionales o es que nosotros, como sector, magnificamos la circunstancia por nuestra especial sensibilidad con este asunto. La verdad es que no podemos responder a esa pregunta. El control de este tipo de locales y de la persecución de estas irregularidades está en manos de las autoridades de consumo de las comunidades autónomas. No existe un registro de infracciones, ni del lugar donde se producen. Es más, ni siquiera nos consta que se haya integrado en los planes de control la inspección sobre el cumplimiento de esta norma.
Sean muchas o pocas, las leyes están para cumplirse. Mientras haya un solo bar o restaurante en el que el producto se presente al consumidor sin la debida identificación y en envases ilegales, no estaremos realmente satisfechos con el grado de cumplimento de la norma. Poco más podemos hacer, más allá de denunciar cualquier irregularidad que detectemos.
Pero que la situación actual no satisfaga las aspiraciones del sector del aceite de oliva, no significa que estemos ante una Ley fallida. Muy al contrario. La inmensa mayoría de bares y restaurantes de nuestro país cumplen la norma y lo hacen desde la normalidad. Muy lejos (concretamente a dos años de distancia) han quedado los augurios casi apocalípticos que algunos lanzaron. Seguro que ningún bar ha cerrado en nuestro país por el supuesto incremento de costes de los nuevos envases o por la generación de una mayor cantidad de residuos.
Por el contrario, muchos de esos locales tienen hoy clientes que se sienten mucho más satisfechos con sus servicios. Clientes que cuando aliñan una ensalada o preparan su tostada pueden poner nombre y apellido a lo que están consumiendo. Y pueden tener la garantía, por fin, de que cuando piden aceites de oliva, eso es lo que están consumiendo y pagando.
Es más, se ha producido un fenómeno realmente curioso que yo mismo he podido constatar. Restaurantes que hace sólo dos años utilizaban las consabidas aceiteras, han descubierto, gracias en parte a esta norma, los aceites vírgenes extra gourmets, los monovarietales, las denominaciones de origen o los aceites ecológicos. Sinceramente estoy convencido de que nunca antes hemos consumido tantos y tan buenos aceites de oliva en la hostelería española.