Por Elena Saénz, directora de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove)
La reciente decisión del Comité de Representantes Permanentes de los Gobiernos de la UE (COREPER) de avanzar en la regulación de la edición genética en plantas marca un hito trascendental para el futuro de la agricultura europea. Este acuerdo, que mantiene en gran medida la esencia de la propuesta original de la Comisión Europea, brinda una oportunidad única para impulsar la innovación en el sector agroalimentario. Sin embargo, también plantea desafíos importantes que deben ser abordados con responsabilidad y visión estratégica.
La reciente decisión del Comité de Representantes Permanentes de los Gobiernos de la UE (COREPER) de avanzar en la regulación de la edición genética en plantas marca un hito trascendental para el futuro de la agricultura europea. Este acuerdo, que mantiene en gran medida la esencia de la propuesta original de la Comisión Europea, brinda una oportunidad única para impulsar la innovación en el sector agroalimentario. Sin embargo, también plantea desafíos importantes que deben ser abordados con responsabilidad y visión estratégica.
Las nuevas técnicas genómicas (NTG) han demostrado ser una herramienta eficaz para mejorar la productividad agrícola, aumentar la resistencia a plagas y enfermedades, reducir la necesidad de insumos químicos y contribuir a la sostenibilidad del sector. Mientras que más de 25 países ya han adaptado sus regulaciones para facilitar su aplicación, Europa ha tardado en definir un marco normativo claro, generando incertidumbre para investigadores, empresas y agricultores. La falta de regulación ha significado no solo una desventaja competitiva a nivel global, sino también la pérdida de oportunidades para desarrollar cultivos más resilientes y sostenibles.
En este contexto, el acuerdo alcanzado en el COREPER representa un paso en la dirección correcta. La posibilidad de tratar a las plantas obtenidas mediante NTG de manera similar a aquellas mejoradas por métodos convencionales aporta claridad y seguridad jurídica, permitiendo a las empresas innovar con mayor confianza. No obstante, aún quedan aspectos clave que requieren un debate profundo y soluciones concretas.
Uno de los puntos que más debates ha centrado es lo referente a las patentes, aspecto que no se abordaba en la propuesta y que por tanto no era objeto de esta regulación. No obstante, desde Anove (Asociación Nacional de Obtentores Vegetales) apostamos por la transparencia en materia de derechos de propiedad intelectual. Es esencial garantizar un equilibrio entre la protección de la innovación y el acceso equitativo a estas tecnologías.
Además, el marco regulador no debe desincentivar a las empresas implantando procesos regulatorios costosos. Las NTG pueden ser una herramienta clave para la adaptación de la agricultura al cambio climático y la mejora de la seguridad alimentaria, pero solo si estos procesos son accesibles a las empresas.
En España, con más de 70 centros de I+D dedicados a la mejora genética de cultivos, la implementación de estas tecnologías podría jugar un papel crucial en la solución de problemas específicos de la agricultura mediterránea, como la escasez de agua, la desertificación o el aumento de temperaturas. Sin embargo, para que esto sea una realidad, los colegisladores europeos deben actuar con decisión en los próximos pasos del proceso legislativo.
Europa se encuentra en un momento clave para definir su papel en la revolución biotecnológica agrícola. La oportunidad de liderar este proceso está al alcance, siempre que se logre un equilibrio entre innovación, sostenibilidad y seguridad. Ahora más que nunca, es momento de avanzar con visión y compromiso.