España y Valencia fueron siempre los adalides de la exportación de cítricos a Europa. Pero corren el riesgo de no serlo. Desde hace unos años las exportaciones de Sudáfrica, Egipto y Turquía a la UE con cerca de 813.000 t, 332.000 t y 285.000 t anuales, respectivamente, van abriendo una brecha en los diferentes mercados de los Estados miembros y ello erosiona progresivamente nuestra exportación.
¿Qué está pasando con la naranja en Valencia? Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
¿Qué ha ocurrido en los últimos meses de 2018 y se repite en estos de 2019 como para generar esta crisis citrícola hasta ahora desconocida? ¿Cómo puede ser que un cultivo y un producto que fue la seña de identidad de nuestra exportación en todo el siglo XX hayan podido caer hasta llevar a arranques generalizados allí donde eran fuente de riqueza? Para mí, valenciano, muy valenciano de familia por mi padre, que conviví con el cultivo y la venta de pomelos, naranjas, mandarinas, etc., durante años, desde un precioso huerto de Alcira que siempre recuerdo, esta situación es inexplicable. Por ello trataré de aproximarme al problema tratando de encontrar dónde está la raíz de lo que ocurre y cómo habría que abordar las soluciones.
Problema y soluciones tanto más necesarias cuanto que el cultivo del naranjo en Valencia forma parte de su historia y de su imagen, es icónico. Allí se cultivan los naranjos con una alta especialización productiva desde finales del siglo XVIII, se expansionan a partir de 1850, llegan a su apogeo en el primer tercio del siglo XX merced a fuertes inversiones en riego, bancales, gran diversificación hacia variedades diferentes de naranja dulce, mandarinas, clementinas, limones, pomelos, etc. (mi abuelo José María trajo desde San Francisco, donde era cónsul, los primeros plantones de pomelo, lo que está documentado en Exteriores, que plantó en su huerto de Alcira) y se constituye en uno de los primeros renglones de nuestra exportación a Europa, especialmente a Inglaterra, esencial durante los años 40 del pasado siglo.
España produce hoy entre 7 y 7,3 millones de toneladas de cítricos, de las cuales 2,4 millones de toneladas son de mandarinas, 3,7 millones son de naranjas, 1,1 millones de limones y el resto pomelos y otros. Esa producción estimada representa un aumento de 14,6% sobre el año anterior. De esa cifra total la Comunidad Valenciana representa casi 4 millones de toneladas. Es por tanto la comunidad de mayor producción aunque ésta se obtiene en un minifundio generalizado, lo que no ocurre en Andalucía, que es la otra gran región productora.
De esa producción se exporta un 54,1%, preferentemente a Europa, la industria transforma un 17,9%, y el consumo nacional arrastra un 21%, quedando el resto entre pérdidas y retiradas. Además la citricultura agrupa en España unas 300.000 hectáreas de las que la Comunidad Valenciana aporta unas 175.000 ha, así como 80.000 productores de los casi 125.000 que hay en toda España. Y España y Valencia fueron siempre los adalides de la exportación de cítricos a Europa. Pero corren el riesgo de no serlo.
Desde hace unos años las exportaciones de Sudáfrica, Egipto y Turquía a la Unión Europea con cerca de 813.000 t, 332.000 t y 285.000 t anuales, respectivamente, van abriendo una brecha en los diferentes mercados de los Estados miembros y ello erosiona progresivamente nuestra exportación. Para penetrar han ampliado sus hectáreas de pequeños cítricos con variedades muy precoces. Y la demanda europea este año ha sido menor que en años anteriores por un clima más suave. Todo contribuye a una caída de los precios. Con razón se ha dicho que esta es la mayor crisis de los últimos 25 años.
Esta situación se ha notado fuertemente este año desde el inicio de la campaña cuando los precios de la naranja en el campo se desplomaron y ello ha ido unido a fuertes tormentas que han causado daños muy sensibles. Por otra parte, el sistema de negociación de precios, vinculado a la recogida de la naranja y, muchas veces, o casi siempre, con un precio de naranja o mandarinas indeterminado y a resultas del precio final, está haciendo que la cadena de valor acabe repercutiendo a la baja sobre el escalón primero, el más débil, esto es sobre el productor.
También la cadena es presionada a la baja por la presencia, de septiembre a diciembre, de cítricos de Sudáfrica a precios muy bajos. Y así las cosechas acaban siendo no recogidas –se estima que se ha quedado ya en el árbol un 30% de la producción– y el agricultor obtiene nada por su producto. O nada o muy poco. Navelinas que el año pasado se pagaron a 0,25 € en el árbol este año lo han sido a 0,10 €, arrobas de Okitsu pagadas el año pasado a 6 €, este año se han pagado a 2,5 € o no se han vendido por falta de comprador. Por eso los agricultores valencianos repiten la frase de Cristóbal Aguado, presidente de AVA-Asaja: “En esta cadena de valor todos ganan menos el agricultor”.
Ha habido varias reuniones con el Ministerio para tratar de paliar esta situación. Y por ello la Dirección General de Producciones y Mercados Agrarios publicó el pasado 28 de diciembre una Resolución para retirar hasta 50.000 t de naranjas, mandarinas, clementinas y satsumas, sufragando los costes de transformación por la industria y destinando los zumos que se obtuvieran a distribución gratuita.
Ha sido una decisión que el sector ha compartido solo parciamente porque pedían una retirada de 250.000 t de forma urgente y, además, reclamaban esa retirada de modo más acelerado. No hay que olvidar que de acuerdo con la PAC en la gestión de una crisis habría una posibilidad de retirar aún más, hasta el 5% de la producción (350.000 t). Pero es evidente que es una acción coyuntural y, por ello, insuficiente.
La raíz del problema, a mi juicio, está en tres cuestiones: 1) la entrada masiva de cítricos de terceros países y en especial de Sudáfrica en la UE, 2) la falta de una vertebración fuerte de la interprofesión y 3) la no prohibición de las ventas a pérdidas.
Respecto a Sudáfrica, el Gobierno está ya estudiando el acuerdo comercial entre la UE y Sudáfrica que entró en vigor en octubre de 2016 y que implica una reducción progresiva de aranceles para reclamar ante Bruselas la aplicación de una cláusula de salvaguardia o algún otro mecanismo que evite la competencia desleal que hoy se está produciendo y sobre todo la aparición, a precios bajos, en el inicio de la campaña de sus cítricos de verano que dañan los precios de nuestras naranjas más precoces. En lo que llevamos de campaña han sido las exportaciones de Sudáfrica las que más han perjudicado.
Pero en estos momentos es Egipto el que está presionando a la baja. El problema hay que tratarlo en su conjunto pues los acuerdos comerciales bilaterales de la UE se firmaron en momentos en que las condiciones de producción y exportación de los países terceros eran relativamente asumibles. Su situación ha evolucionado en el tiempo y sus condiciones de producción y exportación a la UE se han incrementado de manera muy notable en los últimos años creando una situación insostenible para nuestra citricultura. Debe hacerse un estudio de impacto de la evolución que han tenido los diferentes tratados comerciales bilaterales de la UE con países terceros y las consecuencias sobre nuestra citricultura, y en su caso arbitrar medidas correctoras o renegociar dichos acuerdos bajo una perspectiva de sostenibilidad y reciprocidad.
Esperemos que se haga pronto, porque Sudáfrica, Egipto y Turquía, entre otros, siguen creciendo en producciones y exportaciones y aquéllas las obtienen con costes laborales muy inferiores a los nuestros debido a una menor protección a sus trabajadores y con costes medioambientales inexistentes por falta de exigencias en esta materia.
La segunda cuestión es la organización de nuestros productores que es escasa. Tan sólo un 34% de la naranja comercializada lo es a través de organizaciones de productores. Es necesario construir una interprofesional fuerte y vertebrada para que esta pueda concentrar la oferta y a su vez llevar a cabo acciones comerciales ante países terceros financiadas por la UE.
Y la tercera atañe a los precios de venta y en ese tema habrá que copiar la nueva ley francesa que prohíbe la venta a pérdidas y fija que los precios han de ser suficientes como para compensar los costes de producción. Es difícil de llevar a la práctica pero habría que empezar.
Si no se arbitran pronto medidas urgentes en apoyo del sector, veremos cómo prosiguen los arranques de cítricos derivando esas superficies hacia aguacates o caquis que es ahora la moda, no sé si acertada, de muchos ex naranjeros valencianos.
Y es que no podemos olvidar que la naranja y Valencia están asociadas en el imaginario colectivo. La naranja forma parte del paisaje valenciano, está en los escudos de fiestas y edificios e inunda la literatura y la pintura valenciana. Reconozco que esta situación de los cítricos y naranjales valencianos tan pintados por Sorolla y cantados por Blasco Ibáñez –“Entre naranjos” es el nombre de uno de los muchos famosos cuadros sobre naranjas pintado por el primero y el título de una famosa novela escrita por el segundo– me produce mucha preocupación… y cierta pena…
Un cordial saludo