Subida del SMI: la asfixia del campo está servida
Por Jaime Lamo de Espinosa.
Querido lector:
Son muchas las cuestiones que rodean actualmente la agricultura y la política agraria europea y española, lo que obligaría a comentar algunas poco gratas. Pero lo más inmediato, sin duda, es la subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), recientemente aprobado, por sus consecuencias sobre el sector. Sí, acaba de subir el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) un 4,4% fijándose en 1.184 euros brutos mensuales en 14 pagas. Esto significa que ha crecido más de un 80% en los últimos siete años y que el coste real para el empresario agrícola será de unos 1.925 euros por trabajador.
Unos 160.000 asalariados a tiempo completo cobrarán ese salario pues esta última subida va a afectar al 40% de los trabajadores del campo. Y si en los últimos años, según Asaja, se han perdido 90.000 puestos de trabajo en el campo, esta subida incrementará la cifra. El empleo agrario ha caído un 15,6% desde que empezó a dispararse el SMI. No olvidemos que existen unos 200.000 trabajadores afiliados al sistema especial agrario de la Seguridad Social, a los que hay que añadir los del régimen general. De ellos una buena parte, un 30%, son inmigrantes pues uno de cada diez habitantes de la España rural es hoy de origen extranjero. Pero, además, la subida del SMI tendrá negativos efectos sobre las rentas de los agricultores por elevar sus costes de explotación. Sí, esto encarecerá los costes de la agricultura de un modo notable. Es un aumento desproporcionado respecto a cualquier referencia que se quiera tomar.
Y aumentar los costes laborales generará pérdidas de empleo, de rentas y falta de mano de obra. Y ello acentuará las diferencias respecto a los precios de los productos importados desde Marruecos que llegan a España y Europa a precios inferiores en términos relativos. La asfixia del campo está servida. La subida del SMI tiene consecuencias importantes en el mundo agrario, especialmente cuando la subida es superior a la inflación. Y tales subidas del SMI solo pueden soportarse si hubiera compensaciones paralelas que redujeran los costes salariales. Pero no las hay. Pedro Barato, presidente de Asaja, ha dicho ya, con toda razón, que “cualquier subida del salario mínimo en el campo es inasumible” y no es una exageración sino una mera descripción real que tendrá “efectos devastadores“, según la misma organización.
Porque esa carga social la soportan los agricultores con respecto a sus empleados, sus trabajadores agrícolas, sin ningún tipo de compensaciones y sin la posibilidad real de transferir el aumento a sus productos finales a través de la cadena alimentaria. Tengamos en cuenta que el campo está sufriendo desde hace años problemas de costes muy serios: ha visto como se encarecían los piensos, los abonos, etc. en parte por el mayor coste de los cereales fruto de la guerra de Ucrania, también la subida de la energía y ha sufrido condiciones climáticas adversas con fuertes sequías. Pero además este nuevo SMI no puede ser trasladado a los productos agrícolas o ganaderos que salen al mercado. Al contrario, sus márgenes se verán reducidos y los agricultores verán mermadas sus rentas y ello conducirá a una reducción del número de explotaciones agrarias. El sector ha perdido ya cerca de 80.000 explotaciones agrícolas entre 2010 y el pasado año y esta subida destruirá aún más explotaciones.
Luego nos lamentaremos de la España Vaciada… Y esto no es solo la opinión de quien esto firma. Basta con ver las declaraciones que se acaban de producir desde Asaja, Fepex, COAG, UPA, UTU, UGT, etc… Un ganadero está viendo cómo crecen los precios de los piensos y al tiempo ahora aumentará la remuneración del empleado que tenga cuidando la granja, pero no podrá repercutir tales aumentos en el precio de la leche o del animal vendido. El trabajador del campo se beneficia de esa subida de SMI pero no el agricultor o el ganadero que sufre un incremento de costes que le resulta imposible repercutir. Y no olvidemos que cada vez tenemos menos trabajadores agrícolas nacionales, pues se reducen año tras año. Si a ello se añade la amenaza de la reducción de la jornada laboral, cuya proposición de ley regulatoria está ya en el Congreso, habremos dado la puntilla a un sector que necesita protección, pero que no la encuentra.
Por eso todas las organizaciones agrarias han levantado su voz en contra de esta subida del SMI. Y si la subida del SMI se repercutiera parcialmente en la cadena alimentaria empujará los precios alimentarios al alza, elevando el coste de la vida y forzando la inflación. Inflación que la guerra de Ucrania está acentuando, pues está agravando la crisis alimentaria mundial. Desde 2022/23 la producción ucraniana de cereales ha caído un 29% y se han reducido las exportaciones. Ucrania fue siempre el granero de Europa, pero ahora sus hombres están en la guerra no en el cultivo. E incluso ahora se prevé que en 2025 el consumo mundial de cereales supere la producción. Además, la exagerada normatividad regulatoria de la UE está alcanzando cotas muy preocupantes. Y generando revueltas agrarias en media Europa, también en España. Porque además es una normatividad interna que en cambio abre las puertas a Mercosur o a Marruecos, como ya comentamos con temor en cartas anteriores.
Por eso es difícil de admitir que España pueda liderar en 2025 el crecimiento de la UE con el impulso del sector agroalimentario, como se cree desde el gobierno. Pero todo esto debería cambiar si las palabras de nuestros más altos cargos en Bruselas se llevaran a la realidad. La Comisión ha presentado una hoja de ruta para un sector agroalimentario europeo próspero, atractivo, competitivo y resiliente. Von der Leyen, la presidenta, ha declarado que “los agricultores deben ocupar un lugar central en el sistema de producción alimentario de la UE”. Y el comisario Hansen ha recordado que “La alimentación y la agricultura son vitales para la población, la economía y la sociedad europea”. Pero son afirmaciones más voluntariosas que creíbles, desgraciadamente. Quiera Dios que estos fines se traduzcan en operaciones, métodos, medidas que hagan efectivas esas intenciones y que compensen otros daños aquí descritos. Hace falta una nueva PAC que incentive el mundo agrario, que ayude al medio rural. Se necesita. ¿Dónde está?