Termina el verano más largo y cálido nunca conocido. Por Jaime Lamo de Espinosa
Estos datos nos enseñan que hay que recoger el máximo de agua de lluvia para asegurar el abastecimiento futuro para consumo humano o riegos. Es absolutamente necesario. No cabe en estas condiciones pensar en la destrucción de presas. Es ir contra nuestro destino natural.
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Terminó el verano. Volvemos a la vida cotidiana, a lo que podríamos decir la normalidad, tras un verano caluroso que ha hecho que muchos que decían no creer en el cambio climático ahora afirmen con todo aplomo lo contrario. Sí, hemos pasado y sufrido el más largo y cálido verano nunca conocido. El cambio climático asomaba por detrás. La dorsal africana nos castigó de vez en vez. Y así, calores intensos y fuertes tormentas ocasionales pero intensas, algunas anunciadas como DANAs han sido las notas de este verano. Repasemos algunas de las cuestiones agrarias que han estado presentes en los medios en este agosto caliente.
Pese a las lluvias y tormentas comentadas, la situación de nuestros embalses sigue siendo preocupante. Hemos pasado de 32.960 hm3 a fin de julio a 27.732 hm3 a fin de agosto. Superamos así los 20.763 hm3 del pasado año 2023, pero empeoramos respecto a final de julio. Hoy los embalses están casi al 50% de su capacidad, cifra inferior al 58,82% de fin de julio. Y hay cuencas hidrográficas donde los datos son muy negativos. Es el caso del Segura (17,19%) –las reservas del Segura están por debajo de los 200 hm3 y las presas del Cenajo o Fuensanta son ya casi “embalses muertos”–, Guadalquivir (32,79%) o Cataluña Interna (30,87%) –las provincias de Barcelona o Gerona, solo algo por encima del 30%–.
Pero estos datos nos enseñan que hay que recoger el máximo de agua de lluvia para asegurar el abastecimiento futuro para consumo humano o riegos. Es absolutamente necesario. No cabe en estas condiciones pensar en la destrucción de presas. Es ir contra nuestro destino natural. El caso de Doñana y la situación de su avifauna es un ejemplo también preocupante. El regeneracionismo hidráulico hoy, al viejo estilo de Costa, es más necesario que nunca. Y aún más ahora cuando nuestros regadíos son más y más eficientes, goteo, aspersión y bombeo dominan sobre los de gravedad, alcanzando ya el 80% de las tierras regadas, que son casi la cuarta parte de la superficie cultivada.
En cambio, la situación de cosechas y cultivos ha sido más favorable que la de 2023 y los seguros agrarios han venido a compensar los daños por siniestros que han sido escasos, salvo los derivados de sequías. En el ámbito de los seguros hay que repensar el sector porque el cambio climático está introduciendo alteraciones en los siniestros y crecen los riesgos. Desde los enormes daños por fuertes torrenteras puntuales a los daños del lobo –sus ataques están arruinando muchas familias que pierden unos 2 millones de euros al año por la alta protección ecologista del lobo– pues el seguro valora muy bajo las pérdidas y tarda mucho en compensarlas. Debe el Ministerio pensar en este tema y decidir pronto.
En otro orden de cosas, hemos iniciado ya las vendimias en muchos lugares de España, porque ahora se adelantan con respecto a la vieja tradición de las vendimias a finales de septiembre y octubre. Pero existe un problema alrededor de los vinos tintos cuya demanda está reduciéndose en favor de los vinos rosados y blancos. Su consumo decrece año tras año. A mí no me extraña. Algunos afirman “el futuro del vino será blanco o no será”. Lo anuncié hace ya más de dos décadas cuando observé en los restaurantes de Madrid cómo las mujeres que trabajaban y se reunían en comidas de trabajo, consumían sólo vinos blancos o rosados. Ahí vi venir el cambio y ahora se comprueba. Puede que este año se cosechen en total unos 40 millones de hectolitros, que se sumarán a unas existencias muy altas. Habrá que replantearse el sector, lo conozco bien, y debe acelerar su transformación con las ayudas que sean necesarias.
También este verano nos han llegado noticias desde Bruselas poco halagüeñas. Ha entrado en vigor la Ley de la Restauración de la Naturaleza que obliga “restaurar”, no solo a “proteger”. Se dice que se aprueba para luchar contra el cambio climático pero sus consecuencias van una vez más contra los agricultores. Seguro que prefieren que no les ayuden tanto.
La Unión Europea ha confirmado a Úrsula Von der Leyen como presidenta de la Comisión, lo cual introduce un factor de temor inmenso por su fuerte vinculación a las ideas del Pacto Verde y a una agricultura altamente ecologista sin comprender que el Verde o es agrícola o no será. La Comisión ha reducido, también en este mes, en un 50% los fondos estimados para la promoción alimentaria para los próximos tres años. Últimamente la PAC no nos aporta precisamente buenas noticias. Y la Agenda 2030, nos lo recuerda Andrés del Campo, “más que política es ideológica, y sobre todo; nefasta para los agricultores porque va a contribuir al abandono de la actividad agrícola y ganadera” ya de por sí demasiado vaciada. Y en ese contexto, hace unos días, ya en septiembre, la presidenta ha recibido el informe sobre “El diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura de la UE”, tema muy importante al que dedicaremos una próxima Carta.
Finalmente, el verano ha estado dominado por la inmigración ilegal que ha crecido durante el mes, ocupando ya el quinto lugar en las preocupaciones de los españoles. Seguimos presenciando, día a día, como llegan inmigrantes en cayucos a Canarias, incluso a Baleares, para luego ser remitidos con más o menos dificultades a la Península. Y ello frente al dilema irresoluble en el que se mueve España con respecto a sus necesidades de mano de obra, no cualificada. La sobreocupación de los centros de acogida es cada vez mayor. Deberían distribuirse entre viejos núcleos de población de la España vaciada y que realicen actividades agrarias. No olvidemos además que falta mano de obra en el campo y que regular la inmigración y reconducirla hacia estos vacíos laborales es necesario.
Decía Gómez de la Serna a que el mejor mes de Madrid era agosto. Pero quizás no tan caluroso como el de este verano.
Un cordial saludo.