Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural
Vendimiando bajo la amenaza del Covid
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural
Estamos en presencia de una vendimia absolutamente atípica, llena de luces y sombras, en un sector que está viviendo durísimas circunstancias desconocidas hasta ahora.
Querido lector,
Escribo estas líneas cuando comienza septiembre. Atrás ha quedado el mes de agosto, un mes en el que todos confiábamos que, con el calor, la pandemia remitiría en su intensidad y que podríamos encarar el otoño desde una perspectiva más equilibrada desde el punto de vista de la salud y de sus consecuencias sobre la economía. Pero nada ha sido así. Estamos viviendo una segunda ola de contagios y de muertes desde mediados/finales julio que nos sitúan ya en una cifra de algo más de 50.000 muertos según el INE o 46.000 según el Instituto de Salud Carlos III (ABC. 2 septiembre). Y los datos que se van conociendo de personas ingresadas en UVIs o en UCIs son, ciertamente, preocupantes. Espero y deseo que las cosas evolucionen a mejor aunque es probable que los contagios en los centros escolares nos traigan más y nuevas preocupaciones.
Por lo que respecta a nuestra agricultura el mes de septiembre ha sido siempre el mes de la vendimia pero este año la vendimia llega tras una cosecha de cereales absolutamente notable, estimada en unos 25 millones de toneladas y con un rendimiento medio de 4,47 t/ha, que es histórico. Al menos esta parte de nuestra agricultura de secano sale bien parada de este episodio.
Pero no hay que engañarse. Vendimiaremos, estamos vendimiando ya, bajo la amenaza del Covid. No es por tanto la imagen vendimiadora del famoso cartón que Goya pintó para sus tapices, “La vendimia o el otoño”, que nos trae una imagen bucólica llena de ilusión merced a la visión de esa cesta de uvas sobre una bella vendimiadora. No. Estamos en presencia de una vendimia absolutamente atípica, llena de luces y sombras, en un sector que está viviendo durísimas circunstancias desconocidas hasta ahora. Por una parte se anuncia una cosecha que superará los 42 millones de hl. Pero esta cosecha llega en un año enmarcado en la crisis económica general y la que afecta al sector, originada por las consecuencias que el Covid ha tenido sobre el mercado del vino, al que se añade la política arancelaria de EE.UU y el proceso del Brexit del Reino Unido. Es una vendimia que entre el Covid y la economía se anuncia llena de incertidumbres.
Desde el punto de vista de los rebrotes de la pandemia por la concentración de vendimiadores temporeros hay que decir que esta es una preocupación controlada por los listados de temporeros y por el hecho de que más del 50% de la vendimia a nivel nacional se realiza con máquinas y además se están aplicando los protocolos de seguridad con enorme rigor.
Pero desde el punto de vista de precios y salidas en el mercado, no hay que olvidar que las existencias de vino en bodegas son muy elevadas por lo que la presión de la nueva oferta se encuentra con unos stocks que impiden que los agricultores sean remunerados con precios satisfactorios. Todos los datos indican precios de la uva muy inferiores a los que se practicaron en la campaña pasada.
Y no podía ser de otro modo, pues la pandemia ha provocado una fuerte caída del consumo en el mercado interior en lo que llevamos de año, tanto por lo que se refiere al consumo en hogares como en la red Horeca (según la Federación Española del Vino la caída de ventas en este canal ha sido del 65% en España). No olvidemos la terrible caída del turismo exterior y su impacto sobre el consumo de nuestros vinos. A lo que hay que añadir la reducción de nuestras ventas al exterior. Unas causas y otras han generado, incluso, que muchas bodegas hayan decidido no abrir este año dada su falta de espacio para almacenar el vino producido y su pesimista visión del mercado hasta la próxima campaña. Y esto significará que muchos agricultores venderán, sin duda, a precios muy inferiores a su coste. Aquel famoso refrán de “Hacer su agosto y su vendimia”, que nos recordaba Cervantes, no parece que vaya a ser la tónica de esta vendimia tan llena de sobresaltos.
Y en el caso específico de los productores de cavas, estos tratan, como en el champagne francés, de resistir las consecuencias específicas de la pandemia. El cava y el champagne son vinos para fiestas, para bodas, para gentes reunidas para celebrar algo. Pero el confinamiento, el cierre de los restaurantes, la supresión de las fiestas locales en verano, la imposibilidad de reunirse en grupos de más de diez personas, etc., ha generado una caída en sus ventas, que está degradando los precios de compra de las uvas y que no permite imaginar una rápida recuperación del mercado en los próximos meses.
Y ello, pese a que se han instrumentado decisiones desde el MAPA, desconocidas hasta la fecha, que tendrían que haber generado un mercado comprador más activo. Así, se limitaron los rendimientos máximos de uva por hectárea a 20.000 kilos para la blanca y a 18.000 para la tinta. Además, se apoyó la vendimia en verde –es decir, cortar los racimos para dejarlos en tierra–, la destilación de crisis y el impulso al almacenamiento privado, tratando de que todo ello permitiera la retirada de unos 4,5 millones de hl. Algunos periódicos han titulado que esta subvención para tirar las uvas al suelo supone la “ruina total del vino español”. Y ciertamente vendimiar a mano sin cuévanos, genera un desánimo y un pesimismo hasta ahora desconocidos. Lo que muestra hasta qué punto, ésta es una excepcional situación.
Yo, que viví personalmente en los años 70 las actuaciones de la, entonces existente, Comisión de Compras de Excedentes de Vino (CCEV), he pensado muchas veces en estas semanas que aquel instrumento que garantizaba precio y compra, sería hoy algo que los agricultores agradecerían extraordinariamente. Y puede que muchos también hayan pensado en que los mecanismos de garantía de precios y rentas en que se basó la PAC, hace casi 60 años cuando se fundó, resultarían ahora absolutamente necesarios.
Pero es que, además, tenemos otros problemas. La patronal del vino está altamente preocupada por los aranceles norteamericanos del 25% a los vinos tranquilos y con fuerte temor de que se puedan incrementar y le piden a la Administración gestos amistosos hacia el presidente Trump para tratar de que se corrijan estos aranceles, que tanto perjudican al sector del vino y al del aceite y la aceituna de mesa.
En este contexto no es de extrañar que se hayan producido varias manifestaciones de agricultores con sus tractores en Coblenza (Alemania), donde se reunieron los ministros de Agricultura de la UE en el último fin de semana de agosto. Protestas para exigir una reforma de la PAC más orientada hacia el cambio climático y, sobre todo, medidas excepcionales para afrontar el problema que la pandemia está generando –como ya se ha visto con el vino– en los suministros y la seguridad de la cadena alimentaria.
En fin, estamos sufriendo las consecuencias de algo desconocido para todos nosotros y cuyo alcance y consecuencias ignoramos tanto en lo que afecta a la salud como a nuestra economía. Quiera Dios que pronto veamos vacunas o fármacos que nos ayuden a eliminar este diablo de nuestras vidas. Lo necesitamos.
Un cordial saludo