Vivimos en un planeta más frágil desde el punto de vista agrario de lo que suponíamos. Es preciso cambiar el modelo agrario para alimentar a esa población de casi 10.000 millones de habitantes que está por llegar. Pero, ¿cómo? ¿Hacia dónde? Tales son las grandes incógnitas que suscitan estas reflexiones veraniegas.
Una mirada hacia la sostenibilidad del planeta. Por Jaime Lamo de Espinosa
Por Jaime Lamo de Espinosa, director de Vida Rural.
Querido lector:
Terminó el largo y cálido verano, aunque este año haya sido bastante más cálido que aquel descrito por William Faulkner que dio lugar a la inolvidable película protagonizada por Paul Newman. Un verano verdaderamente caluroso, ardoroso en algunos puntos de nuestra geografía y entreverado por frecuentes incendios forestales y numerosas tormentas, con una intensa y concentrada pluviometría, a veces acompañada de duras granizadas que han causado daños graves en muchas cosechas.
Pero el verano es tiempo de descanso, de relajación, también a nivel rural y agrario, tiempo donde muchos pueblos y aldeas ven recuperar algo de su tiempo pasado pues hay personas que regresan a sus viejos pueblos, a sus destartaladas y a veces algo abandonadas casas, pero que son sus casas, las de sus familias y donde gustan regresar algunos días de verano, a veces coincidiendo con las fiestas del pueblo. Y esos pueblos semivacíos, reverdecen por unos días, como si hubieran retrocedido en el tiempo casi medio siglo.
El verano es tiempo, también, de meditación en medio de ese reposo. Y tiempo de lectura. Eso a veces nos lleva a reflexionar sobre los cambios que suceden en nuestras vidas y en la vida agraria y rural y que, con la celeridad del resto de los meses del año, a veces olvidamos y no otorgamos la suficiente importancia. Y hacemos mal porque hay muchos debates hoy alrededor de la raíz de lo que es y de lo que va a ser lo agrario en el futuro.
Cuando hablamos de cambio climático y su incidencia en el desplazamiento de los cultivos, de nutrición saludable y la unimos a la alimentación vegana y su fuerte impulso, de seguridad alimentaria para una población que camina hacia los 9.700 millones de habitantes en 2050 e ignoramos cómo seremos capaces de nutrirlos, cuando vemos que perdemos especies animales con tasas desconocidas hasta el presente y no acabamos de comprender por qué desparecen las aves o las abejas con el riesgo que ello tiene, cuando vemos que cientos, miles de pueblos se vacían y desaparecen de nuestra geografía pero también de la geografía europea o china, cuando creíamos que la agricultura moderna basada en cultivos altamente dependientes de fertilizantes y plaguicidas iba a ser la salvación de la especie humana y hoy vemos los grandes desequilibrios ecológicos que genera, cuando los desperdicios alimentarios en las grandes ciudades representan proporciones inimaginables hace décadas e insoportables hoy, cuando…
Todas estas reflexiones nos hacen ver que vivimos en un planeta más frágil desde el punto de vista agrario de lo que suponíamos y que ese planeta exige otra manera de razonar para encontrar las soluciones adecuadas al momento, otros métodos o alternativas. Cuando Malthus predijo lo que iba a ocurrir no estaba desencaminado, pero precisamente su predicción provocó los cambios necesarios para que la evolución no fuera la profetizada. Tal vez ahora este cúmulo de alteraciones en la forma de contemplar el planeta-tierra y el planeta-agua nos hagan cambiar objetivos y métodos de cara al largo plazo.
El tema no es baladí. Janez Potocnik, presidente del Forum for the Future Agriculture (FFA), nos advierte que “el planeta está enfermo”, que el modelo de extracción del siglo XX ya no funciona y que hay que adoptar una economía circular. Lierre Keith, tras veinte años de veganismo, que según ella le ha conducido a una grave enfermedad incurable, escribe que “la agricultura es lo más destructivo que le hemos hecho al planeta”.
Y la propia FAO asume que la Revolución Verde que se diseñó en los pasados años 60, para anular a Malthus es un modelo de gestión con una huella insoportable. Es preciso cambiar el modelo agrario para esa población de casi 10.000 millones de habitantes. Pero, ¿cómo? ¿Hacia dónde? Tales son las grandes incógnitas que suscitan estas reflexiones veraniegas.
El propio Potocnik nos da unas claves “debemos establecer un nuevo contrato mundial para que la humanidad y el planeta formen un partenariado en el cual nosotros juguemos un rol subalterno”.
Lo malo es que ahora, cuando este verano ya ha acabado vuelven nuestros problemas: el Brexit y su salida en lo agrario, Trump y sus amenazas arancelarias contra nuestra agricultura y una UE que debe definir una nueva PAC no basada en lo histórico o tradicional sino en el futuro deseable y permisible desde el punto de vista de los recursos y desde un cambio climático que todo el mundo parece ignorar. Nos espera un año complejo. Confío en que todos hayamos regresado con nuevas fuerzas y nuevas ideas. Van a ser necesarias.
Un cordial saludo.