La carne y ahora la leche sufren los efectos de los intereses que se mueven en ambos sectores en contra de las producciones de origen animal.
Y… si hablamos de lobbies, poder y bocazas. Por Vidal Maté
Vidal Maté. Trigo Limpio
Los industriales comunitarios de la leche fracasaron en las últimas fechas en su intento para que la Unión Europea diera un paso más en sus prohibiciones para que la “leche vegetal” no pudiera usar diferentes calificaciones o adjetivos actualmente solo reservados por la normativa vigente para la leche de origen animal en base a la enmienda 171.
Los industriales lácteos ya habían logrado en 2019 que no se pudiera denominar leche a diferentes productos como el obtenido a partir de la soja, pero querían ir más lejos con otras prohibiciones como el uso de un envase de leche familiar de cartón para un producto que no fuera de origen animal, la difusión de imágenes que evoquen o imiten a los productos lácteos, la utilización de opiniones de científicos o medioambientalistas en relación con la salud o la emisiones de gases efecto invernadero, calificativos como producto cremoso, mantecoso o como una alternativa al yogur.
La industria láctea había logrado su apoyo a la enmienda en el Parlamento y posteriormente en la misma línea en la Comisión, pero finalmente parece que en el tripartito, quienes habían sido defensores de la enmienda, se cambiaron de bando con intereses en la cosmética como argumento. Dicen desde la orilla verde que los industriales de la leche habían hecho un fuerte lobby en los despachos de Bruselas. Pero, si la realidad es lo que parece, en este caso el poder de otro lobby, el de los productos veganos, parece que lo hizo con más contundencia para sacar adelante su objetivo, que era cargarse la prohibición de la enmienda y dar más via libre a su “leche” vegana.
El pasado otoño, las industrias de la carne peleaban en el Parlamento Europeo para poner también un poco de orden en los productos veganos, la hamburguesa o la salchicha, denominaciones reservadas solamente para los productos elaborados solo con carne. Entonces tampoco prosperó la enmienda 165 y la pelota ha quedado en el tejado de los gobiernos.
El lobby de una potente, aunque incipiente industria vegana, apoyada por los movimientos ecologistas y medioambientalistas, reforzada además por los informes o recomendaciones de organismos como la Organización Mundial de la Salud o de la propia FAO, hizo valer sus posiciones de poderío.
En ambos casos, tras los enfrentamientos en relación con el empleo de unos u otros términos para la denominación de los productos, se halla el debate de fondo sobre el consumo o no de productos de origen animal donde, en España y en el caso concreto de las carnes, primero el Gobierno en su conjunto con su Estrategia 2050 y ahora el ministro de Consumo, Alberto Garzón, parecen forman parte de ese lobby vegano-medioambientalista pregonando en contra de su consumo con argumentos ya manidos, más propios de una charla la café.
En asuntos de alguna manera relacionados con el sector agrario, alimentario y el medio rural, da la impresión de que cada departamento va por libre, Teresa Ribera desde Transición y Alberto Garzón en Consumo y no se cuenta con Agricultura. Y, aunque en una segunda fase se hagan esfuerzos por ajustar mensajes y afirmar que aquí no pasa nada, la realidad es que quien da primero da dos veces y la carne no está para muchos golpes ya por la caída de la demanda. Y Planas saliendo a parar un golpe que nunca se debió producir.
Las empresas son libres para elaborar el tipo de oferta y producto alimentario que encaje en sus políticas de producción y su negocio para su consumidor objetivo. En esa línea hay industrias que en lugar de ponerse enfrente se han unido al enemigo aprovechando ese nuevo nicho de negocio, cárnicas vendiendo ”carne” vegana y lácteas haciendo lo mismo.
Los ecologistas, los verdes o los medioambientalistas, tienen la libertad para aconsejar los consumidores, mejor en base a datos fiables y objetivos, sobre sus estrategias alimentarias, aunque al final es el consumidor bien informado, el responsable de decidir lo que quiere comer.
Pero lo que no tiene una justificación objetiva es que el peso y el poder económico de unos lobbies, arropados además por algunos movimientos ciudadanos financiados para operar en esa dirección, se puedan apropiar de conceptos, adjetivos y mensajes que solamente corresponden a las carnes o leches de origen animal y que lo etiqueten en medio del silencio de las administraciones con competencias en la materia, confundiendo a los consumidores.
Los lobbies, demostración silenciosa de poder, no son cosa nueva en los despachos comunitarios. Tienen sede, nombres, forman parte del juego y aparecen solo lo justo ante decisiones de interés fundamentalmente entre empresas o grupos de empresas de un sector, como ha sucedido con la leche y la carne.
Pero, en el marco comunitario, hablando de poder, no son los lobbies de empresas o sectores los únicos protagonistas para imponer condiciones en materia de consumo. Quien más paga, también manda en cuestiones que otros no podrían ni plantear.
Al margen de la situación derivada de la pandemia que ha obligado a los almacenamientos, las destilaciones o a la vendimia en verde, si algo sobraba en la Unión Europea, era vino. Ello no impidió en su día y hasta la fecha, que Alemania mantenga viva la chaptalización o producción de vino bebible con la incorporación de azúcar, algo que una autoridad en el mundo del vino, Gabriel Yravedra, denunciaba como fraude y ahí sigue.
En el aceite, España tiene prohibida su mezcla con otros tipos de aceite. A un industrial se le permite la mezcla, pero siempre que el producto final sea para exportar. Sin embargo, en la dirección contraria, un industrial francés puede elaborar un aceite con mezcla y venderlo en España.
Con tantas demostraciones donde las decisiones están ligadas a las posiciones del poder dominante o diferentes intereses de lobbies puramente empresariales, de un sector o de un gobierno, a uno solo le cabe preguntarse en qué lugar se hallan los intereses de los consumidores en todas estas batallas.