Los pollos, en las horas previas al sacrificio, se ven inmersos en diversas situaciones estresantes como son la captura del animal en la explotación ganadera (manual o mecánica) y su introducción en el contenedor en el que van a ser transportados (enjaulado), la carga de dichos contenedores al camión, el transporte desde la granja hasta el matadero, la descarga de los contenedores en el matadero y la fase de espera hasta que los animales son aturdidos y sacrificados. A esto hay que añadir que los pollos durante las diferentes fases mencionadas no tienen acceso al agua ni al alimento por lo que el estrés que sufren los animales puede ser de tal magnitud que les provoque la muerte.
La muerte de pollos durante su transporte al matadero tiene repercusiones a dos niveles. Por un lado implica pérdidas económicas (Nijdam et al., 2004; Vargas et al., 2005; Aral et al., 2014), ya que los cadáveres se retiran de la cadena alimentaria y se consideran subproductos animales no destinados al consumo humano de categoría 2 (Reglamento 1099/2009).