La gestión de purines, clave en la sostenibilidad del sector porcino
Mundo Ganadero analiza todos los puntos de vista en un webinar que reúne a referentes como Odón Sobrino, Alba Cerisuelo y Alberto Herranz.
Ganaderos, veterinarios y demás profesionales relacionados con el porcino tuvieron la oportunidad de conocer de primera mano las estrategias y tecnologías más avanzadas que se están implementando en el sector para mejorar la sostenibilidad y la gestión de los purines. El webinar “Sostenibilidad en el sector porcino: la gestión de purines”, organizado este 1 de octubre por Mundo Ganadero Solutions, abordó las mejores prácticas para la reducción del impacto ambiental en la producción porcina. El evento fue presentado por la periodista agroalimentaria Elisa Plumed, quien fue dando paso a los participantes.
“El porcino es el sector de la ganadería con más peso económico en nuestro país, siendo España la primera productora de carne de porcino en la Unión Europea. Ha superado Alemania y es la tercera potencia del mundo por detrás de China y Estados Unidos”, explicó Plumed según un informe del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (MAPA). La cabaña de porcino supera en España los 30 millones de animales, una cifra que aun siendo alta es algo inferior a la de 2021.
El sector porcino está en fase de reestructuración, con un descenso de las granjas de menor tamaño en beneficio de aquellas mayores, más innovadoras, eficientes y rentables: “Pese a su fortaleza, a la que se une el incremento del consumo de carne del año pasado, hay un talón de Aquiles, que es la sostenibilidad ambiental. Este punto está muy vinculado a una correcta gestión de purines, que es el tema que vamos a tratar”, apuntó Plumed antes agradecer la colaboración en la organización de la sesión a Banco Sabadell, Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación (MAPA), Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), la correduría de seguros Anagán e Interporc.
Reducción de emisiones
El doctor Odón Sobrino, jefe de Área de Gestión Ambiental en la Subdirección General de Medios de Producción Ganadera del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), tomó la palabra para analizar las mejores técnicas disponibles para reducir las emisiones en la ganadería porcina, compartir las tecnologías más avanzadas para minimizar las emisiones derivadas de la producción ganadera y exponer cuáles son las actividades de su ministerio. “La ganadería puede afectar al agua y a la presencia de nitratos en el suelo, incluidas las aguas subterráneas. Hay dos tipos de gases: los que afectan a la calidad del aire, en este caso el amoniaco; y otros que tienen efecto en el suelo, que serían óxido nitroso y metano. En este sentido, es importante destacar que hablamos de emisiones y no de contaminaciones porque hasta que no causan un daño medioambiental no se consideran así”, apuntó.
En cuanto a la procedencia de los gases, el representante del MAPA incidió en que no todos son iguales. “Hay que diferenciar entre los de efecto invernadero, los contaminantes y aquellos que son totalmente inocuos, como el nitrógeno”, expuso. “Si nos ceñimos a los datos del sistema español de inventario, la ganadería es responsable del 11,9 por ciento de los gases de efecto invernadero”, dijo. En el caso de las emisiones, el metano representa un 14,4 por ciento. Sin embargo, Sobrino quiso dejar claro que no es solo debido a la ganadería, sino también a otras actividades como los arrozales, la quema de residuos de las grandes ciudades o las emisiones procedentes de otras industrias.
En el caso de la emisión de gases derivados del estiércol, el mayor productor es el porcino. No porque emita más que otros como el sector de los rumiantes, sino porque tiene una mayor cantidad de volumen. “Cuando queremos tomar medidas para reducción de metano nos centramos en el almacenamiento del estiércol y no en la fermentación, donde poco podemos hacer, y donde ya hemos hecho bastante a lo largo de los últimos 20 años”, expuso.
El amoniaco es un caso distinto a la hora de valorar su contribución al efecto invernadero: “La ganadería no es la principal responsable, a pesar de lo que pueda pensar la opinión pública. Entre los responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero hay muchos sectores afectados. El porcino es una de las principales fuentes de emisión simplemente por su volumen y tamaño. Aun así, sigue por detrás del ganado vacuno y con el sector avícola un poco más alejado”, matizó.
Amoniaco
El MAPA se ha centrado en las emisiones de amoniaco, donde sí hay margen de mejora: “Las normativas que hemos implementado no obedecen a ningún capricho, sino al cumplimiento de una serie de compromisos medioambientales, tanto de Naciones Unidas como de la Convención Marco sobre el Cambio Climático”. ¿Cómo se regula en España? Con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima, en caso del efecto invernadero, y con el Programa Nacional de Control de la Contaminación Atmosférica, en el del amoniaco. “La adopción de medidas medioambientales en la ganadería está influenciada por esta normativa nacional e internacional. Tenemos que trabajar en un sector que tiene tendencia al crecimiento en su ADN y en su forma de ser. De alguna forma tenemos que ser capaces de compaginar esta posibilidad de crecimiento con el cumplimiento de los objetivos europeos en lo que respecta a las emisiones de amoniaco, donde el sector porcino se ve más afectado”, añadió.
Mejores técnicas disponibles (MTD)
Para evitar las emisiones, los ganaderos tienen a su disposición una serie de técnicas que permiten reducirlas y evitar que sean contaminantes. Eso sí, no todas son eficaces desde un punto de vista medioambiental: “La técnica debe ser eficaz, viable económicamente para que el ganadero la pueda pagar y aplicable a escala real. Si cumple todos los requisitos se puede considerar como mejor técnica disponible (MTD). Si le falta uno de ellos ya no se puede considerar así”, explicó.
Al ministerio llegan opiniones diversas, asegurando que son medidas extrañas. Sin embargo, la respuesta es siempre la misma: “Las mejores técnicas disponibles no son nuevas. La mayor parte de las técnicas actuales ya han sido descritas en tratados de agricultura antigua, y las cuales siguen siendo las más eficaces para reducir las emisiones”, destacó.
Odon terminó su exposición hablando de Ecogan, un sistema informatizado desarrollado por el MAPA para el registro de MTD, el cálculo de emisiones y el consumo de recursos de una granja ganadera concreta a lo largo del proceso productivo, teniendo en cuenta las técnicas y procedimientos utilizados en la alimentación de los animales, el diseño y manejo de los alojamientos, así como en el almacenamiento y gestión de los estiércoles y purines producidos. “Es un paraguas que protege tanto al ganadero como a la Administración. Recoge toda la información que tenemos disponible”. Además, animó a los ganaderos a utilizar esta completa herramienta que ofrece una “imagen real del impacto que una granja tiene para el medioambiente”.
Nutrición e impacto ambiental
Alba Cerisuelo, investigadora del Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), se centró en las estrategias para reducir el impacto ambiental de la producción porcina a través de la nutrición. En primer lugar, expuso que todo el trabajo que se viene realizando responde a un pacto verde europeo en el que se exigen medidas que permitan, en un plazo medio-largo de tiempo, alcanzar un impacto ambiental neutro o positivo en todas las actividades económicas relacionadas con la ganadería. En este sentido, Cerisuelo recordó que existe la estrategia de la granja a la mesa, donde muchos organismos nacionales e internacionales asesoran sobre cálculo de emisiones.
“La ganadería, como cualquier actividad económica, genera emisiones. Estas vienen de la fermentación entérica, que no corresponde al sector porcino porque afecta más a los rumiantes. Sin embargo, también tiene una gran importancia dadas las emisiones que vienen de los piensos y la alimentación, así como de las deyecciones ganaderas, que sí salpican directamente al porcino”, dijo. “Todos los piensos tienen una huella ambiental asociada a los ingredientes que incluyen, y esta va ligada con el tipo de ingredientes, su origen, el tipo de cultivo, etc.”, añadió.
La alimentación es clave en el impacto ambiental. “La fermentación entérica está muy relacionada con la alimentación, así como los piensos. Todo influye en la composición de los purines y sus emisiones potenciales, por lo que desempeña un papel esencial en la mitigación del impacto ambiental”. Así, expuso que el sector tiene por delante muchas cosas que hacer “a partir de la alimentación”.
En su opinión, un purín mal gestionado puede tener unas consecuencias negativas en el impacto ambiental. “Quiero resaltar la palabra “mal”, ya que si está bien gestionado es una fuente muy interesante de nutrientes”, indicó. El impacto ambiental de las emisiones está relacionado con varias de las características del purín, como el volumen, su composición química o las características fisicoquímicas. “También tiene que ver con el tipo de pienso digerido y fermentado por el animal. No todos lo hacen igual”.
“Los ingredientes del pienso influyen mucho en la composición de los purines, así como otras cuestiones como factores nutricionales, los aditivos y otros aspectos que no tienen que ver con alimentación como el tipo de animal que es o el manejo en la granja. Los purines no solo son las heces, también la orina, las aguas de limpieza o el pienso desperdiciado. Todo esto también influye en los purines y en su potencial contaminante”, aclaró.
Estrategias para reducir el impacto del purín
Existen dos estrategias para reducir el impacto del purín. Por un lado, los esfuerzos se focalizan en la “reducción del volumen de purín y la cantidad de nutrientes excretados”; por el otro, y en un apartado más innovador, “estudiar cómo la composición de los purines y sus características fisicoquímicas están relacionadas con la alimentación y cómo podemos modificarlas a través de la alimentación.
Con respecto al volumen del purín, ajustar el aporte de nutrientes a las necesidades reales de los animales es clave: “Es lo que conocemos como alimentación por fases, los sistemas de alimentación de precisión y la reducción del contenido de proteína y ajuste de aminoácidos sintéticos”, dijo.
El aumento de la digestibilidad de los nutrientes obliga a formular los piensos con materias primas más digestibles, aumentar la digestibilidad de estas mediante el uso de la tecnología (pretratamientos y uso de enzimas) y mejorar la salud intestinal de los animales para aumentar su eficiencia.
Cerisuelo expuso también la labor innovadora que vienen realizando en el IVIA: “Estamos viendo cómo modificar o conseguir modificar la composición y características de los purines a través de la alimentación. Al final, un purín es una materia orgánica, una proteína o un nitrógeno, pero también es un pH y muchas otras características que tienen un efecto sobre las emisiones. Para entender cómo los ingredientes pueden influir o cómo la alimentación puede impactar en estas emisiones tenemos que entender cómo es el ciclo de emisión”, detalló.
Para reducir las emisiones de amoniaco, la investigadora detalló que se debe minimizar la ingestión de proteína o introducir fibra en el pienso, entre otras medidas. También se detuvo en las emisiones de metano, que es más biológico: “Necesitamos reducir o mitigar esta emisión de metano a partir de la alimentación y la materia orgánica, que es el origen del metano de los purines. Se debe controlar la microbiota, y lo que podamos hacer para reducirla o inhibirla será bienvenido para reducir las emisiones de metano, que es un proceso más complejo que el amoniaco. Todo lo que incluye biología siempre es más complejo y hay más interacciones. La clave es conocer qué es lo que está pasando y ver qué podemos hacer”, opinó.
A nivel experimental, en el IVIA han visto que reducir la concentración de nutrientes en purín aumenta la eficiencia de utilización de esos nutrientes para animales y reduce las emisiones de amoniaco. “También suponemos, pero no hemos llegado a ver, que reducir aspectos como el pH a través de la alimentación pueden inhibir las bacterias responsables de la reducción del metano”, finalizó.
Sello B+
Alberto Herranz, director gerente de Interporc, expuso el programa B+ Compromiso Bienestar Animal, un sello de calidad que promueve el bienestar en las granjas porcinas y que está tomando fuerza en el sector.
Desde hace más de 40 años se ha trabajado en temas de bienestar animal, desarrollando distintas fórmulas legislativas, ya sea a través de reglamentos, directivas o códigos de buenas prácticas. El sector porcino decidió hace años dar un paso más y trabajar en la creación de un reglamento. “Debemos entender qué es un reglamento técnico de bienestar animal e integrarlo en el contexto de la producción animal y las demandas del consumidor. Un reglamento técnico de bienestar animal implica que debemos ser capaces de medir las condiciones en cualquier lugar y asegurar que todos utilicen los mismos criterios de medición. Este esfuerzo va más allá de lo que exige la normativa, de forma voluntaria, y se basa en las cinco libertades y los doce principios del bienestar animal”, expuso Herranz.
La Organización Mundial de Sanidad Animal define el bienestar animal como el estado físico y mental de un animal en relación con las condiciones en las que vive y muere. A partir de esta definición, existen varios aspectos clave, como las limitaciones en el tamaño de las granjas, las distancias mínimas a otros núcleos y centros, las condiciones de alimentación y descanso, la superficie mínima obligatoria para los animales, el sistema de alimentación, y otras medidas que también influyen en el bienestar, como la bioseguridad.
Herranz detalló las cinco libertades del bienestar animal: vivir libre de hambre, sed y desnutrición; libre de temor y estrés; libre de molestias físicas y térmicas; libre de dolor, lesión y enfermedad; y libre para expresar un comportamiento natural. Sobre estas libertades se construyen los 12 principios básicos: ausencia de hambre prolongada, ausencia de sed prolongada, confort con relación al descanso, confort térmico, facilidad de movimiento, ausencia de lesiones, ausencia de enfermedades, ausencia de dolor causado por el manejo, expresión de un comportamiento social adecuado, expresión de otras conductas naturales, una relación humano-animal positiva y un estado emocional positivo.
Tras esta exposición, Herranz se centró en la labor de Interporc: «Comenzamos a ir un paso más allá dentro de nuestro modelo de producción, considerado el más exigente del mundo en temas medioambientales. Trabajamos en la elaboración de un reglamento y formamos un comité científico con entidades de reconocido prestigio, como universidades y centros de investigación, que sentaron las bases del reglamento. La certificación fue clave, ya que los auditores se encargan de verificar el cumplimiento de las condiciones de manera uniforme en todos los sitios. Esta es la diferencia entre una normativa y un código de buenas prácticas”.
Un sector con dilatada experiencia
«Además de los aspectos científicos y técnicos, nos apoyamos en la experiencia del sector. En el grupo de trabajo participaron organizaciones ganaderas, junto con notarios y certificadoras, para establecer un reglamento técnico específico para el porcino, llamado IAWS”, explicó Herranz.
El siguiente paso fue unir a cinco interprofesionales de los sectores porcino, vacuno, ovino, cunícola y avícola: «Así, establecimos el sello B+, que agrupa la especificidad de cada especie animal. El objetivo era claro: informar al consumidor sobre lo que hacemos en respuesta a las demandas actuales, no solo en calidad y seguridad alimentaria, sino también en la dimensión emocional de que nuestros productos son producidos bajo estándares de bienestar animal”, añadió.
«Estos reglamentos son muy exigentes para los ganaderos y la industria en toda la cadena, más allá de la normativa vigente. Las empresas certificadoras realizan controles adicionales para verificar el cumplimiento de estas prácticas avanzadas. El sello B+ es uno de los más exigentes del mercado”, subrayó Herranz.
Para elaborar este reglamento, se analizó el trabajo que se estaba realizando en países como Dinamarca, Francia, Reino Unido y los Países Bajos: «Observamos limitaciones en cada sello a la hora de evaluar, e intentamos crear un sello que ofreciera una garantía integral, verificando desde la producción hasta el transporte”, explicó.
“Este sello es una certificación independiente acreditada por ENAC. Es un documento público y transparente, disponible en nuestra web. Tiene el respaldo de un comité científico y protocolos estrictos. Lo que buscamos es que la reputación de nuestro sector esté alineada con las expectativas del consumidor. Actualmente, hay debates sobre el bienestar animal tanto en granjas como en el transporte, y hemos visto que a nivel internacional este enfoque es beneficioso.
Cuando realizamos campañas de promoción, el sello B+ es una de las imágenes que llevamos a todas partes del mundo para mostrar el cumplimiento de estos estándares. Esto demuestra que nuestros ganaderos y nuestra industria tienen una excelente reputación y que nuestros productos ofrecen todas las garantías. El sello ya es un atributo importante, muy solicitado por grandes empresas de distribución en Europa y, más recientemente, también en sus informes corporativos», concluyó Herranz.
Puede consultar el vídeo completo pinchando en el siguiente enlace: Sostenibilidad en el sector porcino: la gestión de purines (youtube.com)