Desde tiempo inmemorial los purines y estiércoles en las explotaciones agrarias han representado un factor de producción importante, asegurándose el mantenimiento de la fertilidad del suelo gracias a la adecuada gestión de los mismos, lo que ha permitido conseguir incrementos de productividad significativos en las producciones agrícolas de las explotaciones. En esos tiempos, la ganadería estaba integrada en la agricultura. La situación de la ganadería como agente contaminante ha cambiado de manera importante a lo largo de los últimos años. El progresivo desarrollo de la ganadería intensiva ha propiciado el incremento de la actividad ganadera, lo que ha provocado un incremento de la densidad animal y como consecuencia de ello la actividad ha aumentado de forma considerable el volumen de residuos ganaderos.
En el mes de noviembre de 2017, a propuesta del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, se aprobó el RD 980/2017, entrando en vigor a partir de 2018. Este nuevo real decreto establece exigencias en la aplicación de estiércoles y purines, para reforzar el compromiso de la agricultura y la ganadería con el medio ambiente.