En este artículo se analizan los distintos aspectos relevantes de la aplicación de fertilizantes en sistemas conservacionistas de cara a aumentar la eficiencia en su manejo.
Fertilización de cultivos herbáceos de secano en agricultura de conservación
Manuel R. Gómez Ariza1, Francisco M. Sánchez Ruiz1, Emilio J. González Sánchez1,2, Rafaela Ordóñez Fernández1,3. 1Asociación Española Agricultura de Conservación. Suelos Vivos (AEAC.SV). 2Universidad de Córdoba (UCO). 3 IFAPA, Área de Agricultura y Medio Ambiente.
El momento de realizar la fertilización puede dar resultados diferentes según las condiciones climáticas locales, tipo y características del suelo, el cultivo, la fertilidad de suelo, el manejo agronómico, etc. Estos condicionantes juegan un papel fundamental en la lucha contra plagas y enfermedades en los cultivos al reducir o evitar el estrés nutricional a los mismos.
La fertilización de los cultivos no se rige por el aporte de cantidades altas o bajas de nutrientes sino más bien por la aplicación de la cantidad necesaria para suplir las necesidades de las plantas. Por ello, conocer las necesidades de los cultivos es una de las tareas más importantes a la hora de determinar qué tipo de abono se debe aplicar, el momento correcto, la forma y las dosis para conseguir una nutrición equilibrada. Además de la elección de la época y dosis de abonado, es necesario tener en cuenta las condiciones con las que partimos inicialmente, el tipo de manejo de los suelos y la forma de fertilización utilizada.
En general, debido a la importancia por su superficie, rendimientos y rentabilidad, el agricultor dedica más recursos al manejo de la fertilización en los cereales, principalmente al trigo y la cebada.
En el caso de las leguminosas, la fertilización se realiza principalmente como apoyo en la nascencia del cultivo, ya que su capacidad de simbiosis con las bacterias del género Rhizobium, fijadoras de nitrógeno atmosférico, hace que exista disponibilidad de este elemento para el cultivo.
En el caso de las oleaginosas, los principales cultivos son el girasol y la colza. El primero en muchas ocasiones no se fertiliza, siguiendo la estrategia de que, gracias a su profundo sistema radicular, aproveche el nitrógeno excedente del cereal sembrado previamente. Si las condiciones de humedad son buenas tiene una respuesta positiva a la fertilización. La colza, al ser un cultivo de ciclo largo, sí que necesita un plan de abonado.