El genetista inglés Adam Rutherford explica que el desarrollo de una nueva tecnología describe desde su lanzamiento una línea ascendente hasta lo que se denomina "pico de expectativas sobredimensionadas", a partir del cual empieza a descender hasta el "abismo de la desilusión" momento en el que remonta (con mucha menos fuerza que la primera vez) la denominada "rampa de la consolidación" hasta que llega a la "meseta de productividad", en la que comienza a utilizarse y se estabiliza el entusiasmo por esta nueva técnica. Para Rutherford, CRISPR ya ha rebasado el pico de expectivas y ha comenzado a deslizarse cuesta abajo.
CRISPR-Cas, ni unicornios ni dinosaurios
Arancha Martínez. Redacción VR.
Normalmente para explicar cómo funciona CRISPR se habla de unas “tijeras moleculares” capaces de cortar cualquier molécula de ADN. La principal ventaja frente a un transgénico es que puede modificar el ADN sin necesidad de insertar ADN extraño (de otro organismo). La cuestión es ¿un producto editado con CRISPR es un organismo genéticamente modificado tal y como lo entiende la legislación europea? Para el Tribunal de Justicia de la UE sí lo es y por tanto debe cumplir con la Directiva 2001/18 que regula el cultivo y comercialización de los OGMs. Sobre las consecuencias que de esta decisión se derivan trata este artículo.
CRISPR se engloba dentro de las Nuevas Técnicas de Reproducción Vegetal, (junto con otras como ZFN o Talen) y es, en esencia, una herramienta con la que se puede borrar o silenciar un gen, corregirlo o introducir uno nuevo. Considerado por Science el avance científico del año 2015, es sin lugar a dudas más rápido, más preciso y más barato que cualquier otra técnica de reproducción vegetal conocida hasta ahora.
Tradicionalmente, los agricultores han seleccionado semillas de los frutos que tienen mejor color, sabor o que mayor resistencia han mostrado a enfermedades o a la sequía para sembrarlas al año siguiente. Pero solo cuando estas plantas crecen y se desarrollan se puede ver si incorporan las características deseadas.
En los años 20 se descubrió que por inducción química y radiación se podían modificar algunas características de las plantas. Esto es una mutagénesis in vivo, y se caracteriza porque el resultado es aleatorio. Puede que se consiga inducir la mutación o puede que no. Además, hasta el descubrimiento del ADN y la secuenciación del genoma todas estas modificaciones se hacían sobre la base de fenotipos (la expresión del gen en función de las condiciones externas).
Los transgénicos, ya en los años 80, incorporan un gen de otro organismo, ya sea de otra especie e incluso de otro reino, a fin de que desarrolle una característica concreta. El evento MON 810, el maíz transgénico resistente a taladro que se cultiva en la UE, incorpora un gen de la bacteria Bacillus thuringiensis, que es de hecho un insecticida natural.
CRISPR ha superado incluso lo que los científicos ya denominan los “viejos transgénicos”, puesto que a diferencia de la transgénesis, la mutagénesis dirigida permite alterar el genoma de una especie viva sin insertar ADN extraño. Aunque la técnica es cada vez más precisa, es cierto que dado que el genoma se compone de sucesiones de 4 letras (A -adenina-, C -citosina-, G -guanina- y T -timina-) es probable que una secuencia determinada (de 20 letras) se encuentre en más de un gen, de modo que CRISPR-Cas corte en un lugar equivocado.
Según uno de los mayores contribuidores al desarrollo de CRISPR, John van der Oost, microbiólogo de la Universidad de Wageningen (Holanda), cuyo grupo de investigación ha resuelto desde 2008 importantes principios del mecanismo de esta herramienta, se están realizando progresos a gran velocidad en lo que a la exactitud de la técnica de corte se refiere, trabajando con nuevas enzimas como Cas12 o CasX.
Van der Oost subraya que CRISPR tiene un potencial enorme para la producción vegetal, ofrece la oportunidad de seleccionar e implantar rasgos definidos que puedan dar respuesta incluso a necesidades regionales (adaptación a sequía, inmunización ante plagas y enfermedades, etc.) que nos permitirían además ahorrar en inputs esenciales de la producción agraria (fertilizantes, fitosanitarios, agua, energía).
“La ventaja que nos ofrece CRISPR es que podemos chequear cuál ha sido el resultado de la mutación ensayada y descartarla si el resultado no es el esperado. Es cierto que no podemos anticiparnos a cada problema que surja pero no podemos detener el avance de la tecnología solo por los efectos colaterales, tenemos que aprender a manejarlos”, apunta Louise O. Fresco, presidenta de la Universidad de Wageningen.
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