Los mercados de frutas y hortalizas han ido evolucionando en los últimos años hacia una reducción de los residuos de fitosanitarios presentes en los productos. La legislación europea ha ido armonizando los LMRs, pero éstos no han servido de referencia a las grandes cadenas comerciales que han desarrollado sus propias normativas en cuanto a residuos. Este movimiento llega a su nivel más alto cuando a partir del año 2005 se empieza a acuñar el termino residuo cero para referirse a un tipo de fruta y hortaliza en la que los niveles de residuos de fitosanitarios están por debajo de los límites de detección.
El tomate, planteamientos sanitarios para un cultivo muy vulnerable al residuo cero
José Luis Porcuna1, Carlos Baixauli2, José M. Aguilar2, José Ignacio Marsal3, María del Carmen Rubio4, José Sarrio5. 1Sanidad Vegetal. Generalitat Valenciana. 2Fundacion Ruralcaja. 3IVIA. 4Fundación Anecoop. 5Cooperativa La Unión. Perello (Valencia).
Cuando los españoles llegaron a América, encontraron entre las hierbas comestibles de los milpas una llamada tomatl que más tarde se castellanizaría con el nombre de tomate. Durante un tiempo la palabra jitomate o miltomate sirvió para nombrar al tomate, y de hecho sigue utilizándose en algunos países latinoamericanos. Fuera del área americana no se tienen noticias de que el tomate fuera utilizado en las dietas de ninguna otra región de forma continua, hasta que a finales del siglo XVII se empieza a consumir de forma generalizada, desarrollándose múltiples usos en distintos platos locales.
En los países que más se desarrolló su consumo como hortaliza fue en Italia y España, siendo muy posterior su consumo extendido en el resto de los países europeos. De hecho no aparece en los catálogos de hortalizas sino de productos farmacéuticos. Tenemos que esperar hasta principios del XIX para que aparezca como hortaliza en un gran número de países europeos.