J. Villamayor1, J. Álvaro-Fuentes2, M. Alonso-Ayuso1.
1 Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, ITACYL. Valladolid.
1 Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, ITACYL. Valladolid.
2 Estación Experimental de Aula Dei – CSIC. Zaragoza.
Uno de los cultivos con mayor potencial para el aprovechamiento energético de sus residuos es el maíz. Con una superficie cultivada de alrededor de 250.000 hectáreas, sus residuos podrían proporcionar un valor energético que equivaldría al consumo energético anual de aproximadamente 1,1 millones de hogares españoles. Sin embargo, es crucial identificar prácticas de manejo sostenible que permitan aumentar la sostenibilidad de estos sistemas.
En la actualidad, existe una gran preocupación por el aumento en la concentración atmosférica de los denominados gases de efecto invernadero y por su impacto en el cambio climático (Aghaei y col., 2022). Por ello, identificar fuentes alternativas a los combustibles fósiles, principales responsables del aumento de dióxido de carbono (CO2), es una prioridad estratégica para muchos gobiernos, especialmente en la Unión Europea. A esto se suma la necesidad de garantizar la independencia energética, por lo que a lo largo de estos últimos años se ha producido un crecimiento en la demanda de productos procedentes de la biomasa de los cultivos para su aprovechamiento energético, como una alternativa para satisfacer la cada vez mayor demanda de energía a nivel mundial (Padhan y col., 2023).
Entre las opciones más prometedoras se encuentra el aprovechamiento de los residuos de los cultivos, definidos como las partes no comestibles de las plantas que se dejan en el campo después de la cosecha. La idea de utilizar restos vegetales como materia prima para producir biocombustibles tiene un elevado potencial debido a la importante cantidad de residuos que se generan a nivel global, su bajo coste y a que no suponen una competencia directa con la producción de alimentos.
La relevancia del maíz como cultivo estratégico