En trabajos previos hemos demostrado que varias especies de depredadores zoofitófagos utilizadas en estrategias de control biológico de plagas también son capaces de inducir defensas tanto en tomate como en pimiento. Estas defensas inducibles son, sin duda, un valor añadido que poseen estos agentes de control biológico y que, gestionadas adecuadamente, podrían ofrecer una excelente oportunidad para aumentar la resiliencia de los cultivos. En este trabajo se presentan algunas de las investigaciones orientadas en este tema que estamos abordando en la actualidad en el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA).
Gestión de plagas y enfermedades basada en el aumento de la respuesta de defensa de la planta
Meritxell Pérez-Hedo, Miquel Alonso-Valiente y Alberto Urbaneja. Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA). Centro de Protección Vegetal y Biotecnología. Moncada (Valencia).
Garantizar la seguridad alimentaria es uno de los desafíos más acuciantes con los que se encuentra la población mundial en la actualidad. La producción agrícola mundial se enfrenta con el reto de cubrir la demanda creciente de alimentos para una población que de acuerdo con la FAO alcanzará los 9.000 millones de habitantes en 2050 (Mylona et al., 2016). Esta necesidad deberá poder abordarse a pesar de las adversidades que pueden suponer los cambios en los patrones de consumo, los impactos del cambio climático y la creciente escasez de agua y tierra cultivable.
Además, a estas adversidades hay que añadir las ya importantes pérdidas de rendimiento en los cultivos debido al estrés provocado por factores bióticos y abióticos. En el caso particular de plagas, patógenos y malas hierbas, las pérdidas varían en cada cultivo (Oerke et al. 1994), pero en general, se admite que plagas y enfermedades participan de forma parecida, con un 15% cada grupo, mientras que las malas hierbas lo hacen con otro 13%. A estas cantidades habría que sumar entre un 9 y un 20% de pérdidas adicionales en postcosecha.
Desgraciadamente estas cifras se acentuarán en los próximos años como consecuencia de las nuevas condiciones derivadas del cambio climático (Heimpel et al. 2013), tales como la introducción de nuevas plagas o enfermedades exóticas en nuestros agrosistemas.
A modo de ejemplo, en España el número de plagas agrícolas exóticas introducidas durante los últimos veinte años llega a casi una por año. En algunas ocasiones son introducciones que pueden pasar desapercibidas, pero desafortunadamente algunas de ellas irrumpen con fuerza en nuestros cultivos al no venir acompañadas de sus enemigos naturales, convirtiéndose rápidamente en plagas clave. Un ejemplo reciente es Tuta absoluta (Meyrick) (Lepidoptera: Gelechiidae), plaga que desde su introducción desde América del Sur viene provocando graves pérdidas económicas en diferentes países alrededor de la cuenca mediterránea (Desneux et al., 2010).
En este punto sería necesario fortalecer la resiliencia de los actuales programas de gestión de plagas (Pérez-Hedo et al., 2017) de manera que los agroecosistemas donde se apliquen dichos programas sean capaces de adaptarse a la introducción de plagas exóticas sin alterar significativamente sus características de estructura y funcionalidad, pudiendo regresar a su estado original una vez que la perturbación haya remitido.
Siguiendo esta línea, la mejora de la sostenibilidad agraria de los cultivos hortícolas, poniendo a disposición del sector tecnologías de manejo y gestión de plagas y enfermedades que faciliten la reducción del uso de fitosanitarios, es uno de nuestros principales objetivos.