La fertilización es una práctica ampliamente utilizada en la producción agraria con la finalidad de aumentar o mantener la cantidad y calidad de las producciones de los cultivos, así como para corregir estados nutricionales que pueden estar limitando las mismas. El olivar no es una excepción, y los aportes fertilizantes están generalizados tanto en condiciones de secano como en riego, si bien, en ocasiones, las cantidades, composiciones y momentos de aplicación están sujetos a tradiciones o criterios personales totalmente arbitrarios sin base técnica. En este artículo se muestran los resultados de un trabajo experimental establecido en 2015 sobre la respuesta a la fertilización con fósforo del olivar.
Respuesta del olivo a las aportaciones de fósforo en fertirrigación
Victorino Vega, Javier Hidalgo, Daniel Pérez y Juan Carlos Hidalgo. IFAPA. Centro Alameda del Obispo. Córdoba.
El fósforo (P) es uno de los 16 nutrientes esenciales para las plantas. Junto al N, K, Ca, Mg y S es requerido en grandes cantidades (macronutriente), aunque en menor cantidad que éstos, y cumple con una serie de funciones fisiológicas relacionadas principalmente con las transformaciones e intercambio de energía. Interviene en una serie de procesos como la división y desarrollo celular, la fotosíntesis, la respiración y el almacenamiento y transferencia de energía. Juega un papel importante en la inducción y primeras etapas de crecimiento del sistema radicular.
El P disponible para las plantas en el suelo proviene de la meteorización de los minerales que lo forman y de los aportes complementarios por fertilizantes, estiércol o la propia reutilización de restos vegetales que se realice. En el caso del olivar, de la hoja caída o del desbrozado de las cubiertas vegetales, el picado de restos de poda o aplicaciones de compost procedente de los subproductos del proceso industrial de extracción de aceite de oliva principalmente.
El P aportado como fertilizante tiene su origen en una fuente natural no renovable y escasa, las rocas fosfatadas. La evaluación de las necesidades por los cultivos y la optimización de sus aportes es un objetivo básico para mejorar su eficiencia productiva y evitar problemas ambientales ligados principalmente a los recursos hídricos (eutrofización de las aguas). El pH del suelo juega un papel importante sobre el tipo de compuestos de fósforo presentes. Así, en suelos ácidos aparecen fosfatos de Fe y Al y en suelos básicos fosfatos de Ca, todos ellos muy insolubles.
El aporte de P al sistema radicular es lento y exige que se produzcan procesos de disolución y de desorción en las superficies de los óxidos minerales en las que se encuentran como fosfatos, lo que se traduce en que las concentraciones de P en la disolución del suelo son generalmente muy bajas (<0,01 – 1 ppm). La máxima disponibilidad de P en el suelo se presenta en el intervalo de pH de 6 y 7. El olivo absorbe el P de la disolución del suelo como ion ortofosfato, principalmente como H2PO4– y en menores cantidades como HPO4=.
La producción final del olivo es el resultado de la interacción de un conjunto de factores dependientes de la propia planta, de las condiciones edafoclimáticas y de las técnicas y prácticas de cultivo empleadas. Por tanto, no deben existir otros factores más limitantes de la productividad que el nutricional para obtener una respuesta a la fertilización. En nuestras condiciones, la disponibilidad de agua a lo largo del ciclo anual del cultivo es la que mayor efecto limitante tiene sobre la producción y a la respuesta al abonado del olivo en determinadas condiciones.