Como si de un rumor en la antigua Corte se tratara, se extiende por España, y también internacionalmente, la sensación de que debemos segmentar nuestros viñedos, incluso –o especialmente– dentro de las propias denominaciones de origen, para distinguir lo bueno de lo mejor. Como ejemplos, se ponen la clasificación de vinos en Burdeos o en Oporto, así como sistemas complejos de diferenciación en Italia y otras zonas. El caso de Artadi en Rioja Alavesa o el de los recientes cavas de paraje calificado entran de lleno en esta cuestión.
Categorización del viñedo para facilitar la elección de las distintas oportunidades de consumo
Rafael del Rey. Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv).
Algunos análisis argumentan esta necesidad sobre la base de que debemos atender, con vinos de diferentes categorías, segmentos de la demanda diferentes y debemos facilitar al consumidor que sepa distinguir entre las distintas clases de vino. Y es cierto que, en este riquísimo pero también complicado mundo del vino, el consumidor busca criterios que le faciliten la elección para sus distintas oportunidades de consumo.
La cuestión es quién debe hacer esa categorización de los vinos y viñedos y si debe ser solo una delimitación geográfica o debe entrarse en una valoración cualitativa sobre qué vinos y viñedos son mejores que otros y, por lo tanto, en este caso, quién debe entrar a decir que uno es mejor que el otro.