Para abordar la situación del agua y el cambio climático es crucial conocer las necesidades hídricas del cultivo que nos permitan ajustar los consumos a los requerimientos del viñedo, teniendo en cuenta la orientación productiva de la empresa agraria. De este modo lograremos aumentar la eficiencia y productividad del agua e incrementar la sostenibilidad y rentabilidad de las producciones mejorando la calidad de los mostos en función de la estrategia que el productor desee.
Eduardo Badal1, Eloy Cámara2, Antonio Yeves2, Alejandro Játiva1, Maria Tasa1. 1Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), Moncada (Valencia). 2Centro de Investigaciones sobre Desertificación-CIDE (CSIC, UVEG, GVA), Moncada (Valencia).
Eduardo Badal1, Eloy Cámara2, Antonio Yeves2, Alejandro Játiva1, Maria Tasa1. 1Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA), Moncada (Valencia). 2Centro de Investigaciones sobre Desertificación-CIDE (CSIC, UVEG, GVA), Moncada (Valencia).
España cuenta con una superficie de viñedo de 973.000 ha, de las que el 60% (580.000 ha) aproximadamente se cultivan en regiones áridas o semiáridas. Estas zonas se caracterizan por tener unas precipitaciones anuales inferiores a 450 mm y con un reparto irregular, lo cual determina un periodo de fuerte déficit hídrico durante primavera y verano, coincidente con el periodo activo de la vid. El agua es, por tanto, un recurso escaso en muchas zonas vitícolas, gran parte de ellas dependen únicamente de las aportaciones de las lluvias y, las menos, cuentan con posibilidades de incorporar el riego dentro del manejo del cultivo (Mapama, 2022).
Además, debemos tener en consideración el actual escenario de cambio climático que está modificando las condiciones medioambientales de las zonas productoras, y cuyos efectos resultan especialmente negativos en estas regiones más secas y cálidas, donde el aumento de la temperatura y la disminución de la pluviometría están provocando un adelanto en la fenología de la vid y una menor duración de los períodos de desarrollo de la planta. Este nuevo escenario induce a una disminución de la productividad y a un desacoplamiento entre madurez fenólica y tecnológica, dando como resultado vinos incapaces de brindar todo su potencial enológico.