La problemática fitosanitaria de la vid en España está atravesando un momento complejo. Por un lado, la incidencia de plagas como la polilla del racimo, algunas causadas por ácaros o la cochinilla algodonosa o melazo están adquiriendo una mayor relevancia, posible consecuencia de la situación de cambio climático que atraviesa el Planeta. Por otro, también están manifestando una problemática especial algunas enfermedades, como las fúngicas de la madera de la vid. Finalmente, serias amenazas se ciernen desde fuera de nuestras fronteras, como es el caso de la temible bacteria Xylella fastidiosa.
Situación fitosanitaria de la vid en España
V. S. Marco Mancebón1, J. L. Ramos Sáez de Ojer2 e I. Pérez Moreno1. 1Unidad de Protección de Cultivos. Departamento de Agricultura y Alimentación. Universidad de La Rioja. Logroño. 2Sección de Protección de Cultivos. Consejería de Agricultura, Ganadería y Medio Ambiente. Gobierno de La Rioja.
A todo ello hay que añadir la progresiva restricción en la disponibilidad de los productos fitosanitarios tradicionales, constituyendo las actuales limitaciones producidas en los formulados a base de cobre el mejor ejemplo del impacto. En este contexto, se hace imprescindible la puesta en práctica efectiva de la Gestión Integrada de Plagas, fundamentada en la utilización de herramientas alternativas a la lucha química convencional, en la incorporación de tecnologías que faciliten la recopilación de información esencial para la correcta toma de decisiones y en la intervención efectiva de la figura del asesor.
Plagas
La plaga más significativa en la mayoría de las zonas vitícolas españolas sigue siendo, sin duda, la polilla del racimo, Lobesia botrana, tanto por las pérdidas que produce como por la necesidad de invertir todos los años en medidas de control que las minimicen.
La gravedad de sus daños viene determinada por las condiciones climáticas de cada zona y año, siendo los efectos indirectos, consecuencia de las heridas que producen sus larvas en las bayas, los más perniciosos. En este sentido, existe una relación muy clara entre la cantidad de penetraciones que ocasionan las orugas y la probabilidad de infección del racimo por parte de hongos responsables de podredumbres, especialmente si el tiempo es húmedo durante la maduración. Por esta razón, las generaciones carpófagas son las más peligrosas.
En algunas comunidades, como Valencia, Castilla-La Mancha o La Rioja, se viene observando un aumento de los problemas ocasionados por la tercera generación, o incluso la cuarta en las zonas más cálidas. Algunos indicios apuntan hacia el calentamiento global como responsable de estos perjuicios, que podría incrementar la velocidad de desarrollo del insecto y aumentar su número de generaciones. Así, el análisis de los datos fenológicos de algunas zonas vitícolas españolas sugiere una tendencia al aumento del voltinismo de la polilla, apareciendo en los años más cálidos un cuarto vuelo adicional completo.
El control de esta plaga debe ser siempre preventivo, ya que los tratamientos curativos no evitan sus efectos. En caso de optar por tratamientos insecticidas, es preciso recordar que el control debe hacerse cuando el insecto es más vulnerable, es decir en el estado de larva L1 y que, por ello, es necesario seguir las recomendaciones de los asesores en Gestión Integrada de Plagas (GIP).
Un método que cada vez está cobrando mayor importancia es la confusión sexual. En España hay unas 70.000 ha de viñedo que lo utilizan y su uso sigue creciendo debido a la buena eficacia y a las ventajas medioambientales y toxicológicas que implica. Actualmente, se dispone de una mayor oferta de difusores de feromona. Concretamente, hay registrados cuatro y un difusor en aerosol con dosificación programable.
Otro de los lepidópteros habituales del viñedo es la piral de la vid, Sparganothis pilleriana. Se trata de una plaga cíclica que, en los últimos años, está experimentando un incremento de su incidencia en algunas zonas de La Rioja o Aragón, por lo que es preciso mantener las parcelas vigiladas desde la brotación hasta el cuajado para evitar los daños que provocan las larvas en las hojas y ocasionalmente en las inflorescencias.